Mateo 14, 22-36 – grande es tu fe

Texto del evangelio Mt 14, 22-36 – grande es tu fe

21. Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón.
22. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.»
23. Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros.»
24. Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»
25. Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
26. El respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
27. «Sí, Señor – repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»
28. Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe ; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.

Reflexión: Mt 14, 22-36

Todo el que llega a esta lectura no deja de llamarle la atención dos aspectos descritos en la misma. Primero el hecho de la aparente discriminación con que Jesús se refiere a esta mujer, descartándola como alguien a quien atender, por el hecho de no pertenecer a la casa de Israel. ¿Quiénes cumplirían cabalmente el requisito de pertenecer a la casa de Israel? ¿Quiere decir que los demás están fuera del Plan de Salvación? ¿Dios no se ocupa de los demás? ¿No le interesan? Preguntas muy exigentes sobre las que reflexionaremos para tratar de responder. Otro aspecto es el tono aparentemente despectivo con el que Jesús se refiere a la mujer, al equipararla a un perrito. ¿Se trata de una forma despectiva, indigna y hasta vejatoria de referirse a una mujer que implora por su hija malamente enferma? ¿Es este un exabrupto que en tal caso más hubiera valido borrarlo del evangelio? Pues no somos los primeros en tener esta primera impresión y preferiríamos pasar de largo este pasaje, dado que no se puede borrar, porque no llegamos a entender la actitud de Jesús. ¿No será tal vez un error nuestro? ¿No será que estamos reaccionando basándonos en prejuicios? A estas alturas de la vida, ¿será que alguna vez el Señor nos ha fallado para que desconfiemos de su Palabra? No nos detengamos ante las dificultades, sino que estás sirvan para esforzarnos más en la reflexión y búsqueda de respuestas. Para eso hoy, gracias a Dios, tenemos Internet. Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe ; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.

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