Texto del evangelio Mt 16,24-28 – salvar su vida
24. Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
25. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
26. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
27. «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
28. Yo les aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino.»
Reflexión: Mt 16,24-28
Todo el tiempo estamos tomando decisiones, incluso muchas veces sin admitirlo abiertamente. Nos evadimos demorando o apresurando el paso cuando no queremos encontrarnos con alguien por diversas razones. Para tal efecto actuamos casi automáticamente. ¿Escrutamos nuestras razones a la luz del Evangelio? ¿No debíamos hacerlo? Total, qué estamos haciendo: ¿nuestra voluntad o la Voluntad del Padre? De algún modo, ¿no estamos buscando salvar nuestra vida? ¿no estamos buscando evitarnos un disgusto, un enfrentamiento? Si estamos a punto de encontrarnos y simplemente cambiamos rápidamente de dirección antes que se dé cuenta ¿a quién engañamos? Nos hemos “salvado”, es verdad, pero ¿no estuvo este encuentro planeado por Dios?¿No debimos dejar que fluya y entonces enfrentarlo y resolverlo cristianamente?¿Quién y por qué produce estos encuentros impensados, inesperados? ¿La casualidad? ¿No se trata de pruebas, de retos a los que nos empuja Dios, esperando una respuesta coherente, que desate nudos, que apacigüé ánimos, que lime asperezas y supere desencuentros? Tal vez habrá que reflexionar, humillarse, ceder e incluso perder, para finalmente ganar un alma para el Señor. No siempre es fácil discernir, pero no creo que esté bien la evasión automática para evitar el conflicto, sobre todo cuando solo lo hacemos por comodidad, por no mortificarnos ni asumir compromisos. No es difícil encontrar excusas o justificaciones, sin embargo, el verdadero cristiano debe preguntarse si eso será lo que quiere Dios; si no nos está poniendo por algo frente a esta situación. Tenemos que discernir y resolver: ¿qué voluntad hacemos? ¿la nuestra o la de nuestro Padre? Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
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