Texto del evangelio Mc 6,45-52 – …completamente estupefactos
45. Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
46. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
48. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo.
49. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar,
50. pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no teman.»
51. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos,
52. pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
Reflexión: Mc 6,45-52
¿Quién puede culpar a los discípulos por tener la mente embotada? ¿Cómo habríamos de sentirnos después de presenciar el semejante milagro de la multiplicación de los panes y los peces? ¿Quién podía aceptar inmutable que Jesucristo se acercara caminando sobre el agua en plena noche? Claro que podría ser de esperar semejante prodigio y muchos más luego de haber dado de comer a cinco mil familias, con tan solo cinco panes y dos peces. Pero era necesario un tiempo para despertar del asombro y asimilar lo que estaba sucediendo. Eso mismo necesitamos nosotros, más aun estando a dos mil años de distancia de aquellos sucesos. Es preciso meditar en lo ocurrido, luego interiorizarlo y asimilarlo. ¿Qué fue lo que pasó? Definitivamente no es algo que pase todos los días. Es más, no ha pasado nunca antes, ni después. ¡Es un suceso extraordinario! Pero si somos consecuentes y revisamos todo lo que hemos venido reflexionando y meditando desde Adviento, todo lo que gira en torno al nacimiento del Señor ha sido igualmente extraordinario, único. Y es que estamos frente a una intervención de Dios en nuestra historia, que se produce una sola vez y para siempre. Es preciso que tomemos conciencia de ella, porque ha de ser determinante para nuestra propia historia, es decir la de cada comunidad humana. Debe quedar claro que estamos frente a Dios; que Él ha querido intervenir porque tiene algo que decirnos, algo que debemos escuchar, entender y luego obrar en consecuencia, porque de ello depende que encontremos el sentido de la vida y llevemos por tanto una vida con sentido. Jesucristo no solamente es Hijo de Dios, es decir manifestación del Todopoderoso, sino que todo este poder de Dios alcanza su manifestación más sublime en la Misericordia y el Amor. Dios nos ama y por lo tanto quiere lo mejor para nosotros. Quiere que seamos felices y vivamos eternamente. Si esta es Su Voluntad, ¿no sería lo más lógico oírle y hacer lo que nos manda? Eso es lo que corresponde, sin embargo no somos tan fáciles de convencer. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
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