Texto del evangelio Mc 1,40-45 – no podía Jesús presentarse en público
40. Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41. Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»
42. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43. Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44. «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
Reflexión: Mc 1,40-45
La situación que le toca vivir a Jesús en estos versículos es en realidad una paradoja, pero que nos permite ver diáfanamente la diferencia entre Su concepción, Su modo de ver el mundo y el nuestro. Jesús tiene en su mente y en su corazón la Verdad; el mismo nos lo dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, que quiere decir que no hay forma de llegar a la Verdad y a la Vida sino a través del Él, que es el Camino. Tenemos que hacernos uno con Él; es decir, pensar y sentir como Él. ¿Pero cómo alcanzar este prodigio? Es obvio que no nos brota por naturaleza, de otro modo lo comprenderíamos inmediatamente y eso en realidad no es posible. Es necesario vivir un proceso de Conversión, que es paulatino y que empieza a darse desde el mismísimo momento que decidimos seguirlo; desde que nos proponemos hacer lo que nos manda. De allí que sea tan importante tomar esta decisión y dar el primer paso. Lo que se dice en todos los libros motivacionales, está tomado de allí. Es la asimilación del mensaje del Señor tratando de ponerlo en práctica, solo que a veces descontextualizado. Pero de eso se trata; de tomar la decisión y dar el primer paso, porque lo que sigue es un ciclo que se va retroalimentando a partir de este primer paso, en el que además de todas nuestras capacidades puestas en juego, están las de el Señor, que son las realmente determinantes. Una vez que Él interviene, no habrá nada ni nadie que pueda detenerlo. Será tan solo cuestión de tiempo. Por eso es tan importante la fe…para dejarnos llevar, confiando plenamente en Su Providencia. Él es el artífice de nuestra transformación, de esta conversión paulatina que nos llevará a ser santos, a ser perfectos como es nuestro Padre y por lo tanto a ver el mundo con Sus ojos, tal como Él lo ve, que es a la reflexión a que nos enfrentamos en estos versículos, la que trataremos de entender. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios.
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