Marcos 3,1-6 – mirándoles con ira

Texto del evangelio Mc 3,1-6 – mirándoles con ira

1. Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada.
2. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.
3. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.»
4. Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban.
5. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano.
6. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle.

Reflexión: Mc 3,1-6

Pocas veces encontraremos esta mirada en el Señor. No podemos dejar de sentir que el corazón se nos estruja. ¿Qué hemos hecho para que el Señor de la Divina Misericordia nos mire de este modo? Ha de ser muy malo para merecer tal mirada de quien no ha tenido el menor reparo en dar Su vida por nosotros aun antes que hubiéramos nacido. ¿Qué es aquello que el Señor censura con tan inusitada dureza? Pues, la hipocresía, hermana mayor de la mentira. Si no existe nada más dañino y perjudicial en nuestra vida que la mentira, la hipocresía es encima una forma “refinada”, inescrupuloso, elaborada, alevosa de mentir. El hipócrita no solo miente, sino que pretende ocultar bajo una apariencia engañosa su mentira, simulando algo que no es, con la pretensión que creamos lo que aparenta, para hacernos caer en sus garras. La hipocresía es lo peor que puede haber, porque no solo miente, lo que ya es bastante, sino que prepara toda una estrategia para simular algo que no es, con la pretensión de engañar a todos. No por nada Jesús dirá en otro pasaje que a los hipócritas los vomitará. El Señor tiene expresiones muy fuertes para quienes nos escondemos tras esta actitud…¿Cuántas veces lo hacemos absteniéndonos de tomar posición frente a una situación, por evitarnos problemas y enfrentamientos? Es que queremos llevarnos bien con todos y ser “buenos”, pero sin exponernos. Cuando hay que dar el pecho, miramos para otro lado o nos escondemos. Lo peor es que estas actitudes constituyen malos ejemplos que los menos favorecidos o los más pequeños ven e interpretan equívocamente que de lo que se trata es de aparentar y no de ser. Decimos que no hay que mentir, que no hay que coimear, que hay que ser solidarios, que hay que orar…en fin, una serie de cosas que finalmente no cumplimos, tal como muchos pueden constatar, porque mentimos, coimeamos, somos totalmente indiferentes con los que menos tienen, con los que sufren y no oramos ni en los entierros. Como dirá el Señor: estamos parados en la puerta y ni entramos, ni dejamos entrar. Somos como un tapón, de allí la mirada que nos lanza Jesús. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano.

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