Marcos 4,21-25 – nada ha sucedido en secreto

Texto del evangelio Mc 4,21-25 – nada ha sucedido en secreto

21. Les decía también: « ¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
22. Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
23. Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
24. Les decía también: «Atiendan a lo que escuchan. Con la medida con que midan, se los medirá y aun con creces.
25. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.»

Reflexión: Mc 4,21-25

Nos jactamos muchas veces de nuestros descubrimientos, de los adelantos de la ciencia y cegados por la soberbia somos tentados a creer que no hay límites, con la pretensión de desconocer al Creador. ¡Qué necios! Olvidamos lo que aquí nos recuerda el Señor, que basados en nuestra “prodigiosa” inteligencia tendríamos que haber entendido, que cada cosa que descubrimos fue creada transparentemente y abiertamente por Dios precisamente con el propósito que llegáramos a conocerla. Nada se hizo en la oscuridad y la penumbra. Nada hizo Dios en secreto, sino que estuvo allí, velado por nuestra capacidad de entendimiento y comprensión. No estamos descubriendo los “secretos” del universo, de la ciencia o de la física, porque estos en realidad no constituyen ningún secreto, salvo que por nuestra ignorancia estuvieron velados a nuestra inteligencia. Es tan simple como que fueron necesarios miles de años para comprender que la Tierra giraba en torno al Sol, lo que nunca fue un secreto oculto, sino que siempre estuvo allí, expuesto a nuestra comprensión, hasta que llegamos a entenderlo. Esta lógica nos debe llevar a comprender que «El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir» (Albert Einstein) porque Él es el Creador del Universo, la Luz y la Sabiduría Infinitas. Lo que, si tuviéramos oídos, tendríamos que reconocer con humildad. Dios es la Luz y lo ha hecho todo a plena luz. Nosotros, atraídos por nuestra naturaleza a la luz, tendríamos que comprender que ella siempre ha existido y que estamos invitados por Dios a transitar hacia ella, a fundirnos con ella para siempre. Aunque esto es un Misterio, resulta fácil aproximarnos a su entendimiento por pura lógica racional, la que siempre ha estado a nuestro alcance para reconocer lo suficiente para orientarnos hacia ella, como el objetivo más loable para nuestras vidas. Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.

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