Diez dimensiones de la Iglesia que la descubren como compañera

En su nueva carta semanal, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, invita a «contemplar a la Iglesia en diez dimensiones» para descubrir en ella «la gran compañera del camino en el que estamos metidos los hombres».

Conoce la Iglesia: ¡Anímate! ¡Entra! ¡Descubre! ¡Construye!

Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro. La Iglesia es un río que atraviesa la historia y la riega con la gracia de Dios que la fecunda en vida, bondad, belleza, justicia y paz

La Iglesia, lugar de encuentro con la Verdad

La Iglesia es el lugar del encuentro con el Hijo de Dios vivo y así es el lugar del encuentro con nosotros. La gran alegría que Dios nos da es que se hizo uno de nosotros, que podemos casi tocarlo y Él vive con nosotros. ¡Qué hondura tiene para todo hombre descubrir que tiene que vivir de la Verdad! Y pongo Verdad con mayúscula porque no se trata de verdades, sino que, más tarde o más temprano, si vivimos una vida consciente, hemos de situarnos ante la verdad de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestra realidad, que nos lleva a necesitar de la Verdad. Podemos pasar por muchos momentos y por circunstancias muy diversas en nuestra vida pero, al final, los hombres sabemos que no podemos vivir en el engaño, tenemos que vivir de la Verdad. La Iglesia es el lugar del encuentro con la Verdad. Necesariamente tengo que recordar, para poder expresar esto, que el sí de María a Dios es el sí de la Iglesia. Aquellas palabras de la Virgen María, «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra», se prolongan en la Iglesia. La respuesta de María al ángel tiene su prolongación en la Iglesia, que está llamada a manifestar a Cristo en la historia, ofreciendo su disponibilidad para que Dios pueda seguir visitando a la humanidad con misericordia.

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Signo elocuente de Jesús en las bodas de Caná

Jesucristo transforma la Ley de Moisés en Evangelio, portador de alegría

Catequesis del Papa en la audiencia del miércoles 8 de junio de 2016

El papa Francisco ha explicado en la audiencia realizada en la Plaza de San Pedro, el pasaje de las bodas de Caná, donde Jesús cumple su primer “signo prodigioso”. Jesús se manifiesta como el esposo del Pueblo de Dios. Y este amor, es como la historia de dos enamorados. Dios y el hombres se encuentran, se buscan, se encuentra, se celebran y se aman: precisamente como el amado y la amada en el Cantar de los Cantares. Todo lo demás viene como consecuencia de esta relación.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Antes de comenzar la catequesis quisiera saludar a un grupo de parejas que celebran el 50º aniversario de matrimonio. Eso sí que es el vino bueno de la familia. El vuestro es un testimonio que tiene que aprender los recién casados y los jóvenes a quienes saludaré después. Un bonito testimonio, gracias por vuestro testimonio.

Después de haber comentado algunas parábolas de la misericordia, hoy nos detenemos en el primer milagro de Jesús, que el evangelista Juan llama ‘signos’, porque Jesús no los hizo para suscitar maravilla, sino para revelar el amor del Padre. El primero de estos signos prodigiosos es contado precisamente por Juan (2, 1-11) y se cumple en Caná de Galilea. Se trata de una especie de “puerta de ingreso”, en la que están talladas palabras y expresiones que iluminan todo el misterio de Cristo y abren el corazón de los discípulos a la fe. Veamos algunas.

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Mateo 5,17-19 – No he venido a abolir

Texto del evangelio Mt 5,17-19 – No he venido a abolir

17. «No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
18. Sí, les aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda.
19. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.

Reflexión: Mt 5,17-19

Hay varias ideas que podemos proponer para nuestra reflexión el día de hoy, inspirados en el Evangelio que acabamos de leer. Trataremos de enfocarnos en tres: precisión, coherencia y trascendencia. En cuanto a (1) precisión, hemos de tener la certeza que todo está milimétricamente calculado. A la Creación de la cual somos parte privilegiada, no le falta ni le sobra nada. Todo tiene su espacio, su tiempo y su razón de ser. No sobra el fuego, como tampoco el agua. El Cosmos con la infinidad de estrellas y cuerpos celestes que lo contienen, muchos de los cuales nos son y nos seguirán siendo ajenos por los siglos de los siglos tienen su cómo, su por qué y su para qué, aun cuando escape a nuestra comprensión. Cada una de las células, de las moléculas y las partículas que tiene nuestro organismo, que pueden seguir dividiéndose al infinito, tienen su razón de ser y existir, en la forma en que han sido creadas, porque tras todo esto hay una Inteligencia Infinita y por tanto superior a cuanto podemos imaginar y entender. Si nosotros hemos sido capaces de crear máquinas de precisión asombrosa, capaces de navegar por el torrente sanguíneo, podemos tratar de aproximarnos con la ayuda del pensamiento y la imaginación a la perfección de Dios, pero nunca lograremos abarcarla, porque siempre lo encontraremos sorprendentemente más allá de cuanto podemos pensar o imaginar, lo que, bien pensado, debe resultarnos lógico, puesto que se trata de Dios, nuestro Creador, Principio y Fin de todo cuanto existe. Increíblemente, de un modo sorprendente, que solo podía ser explicado por Él, Su Único Hijo se hizo hombre como nosotros y nació de la Virgen María –una mujer como nosotros, pero escogida por Dios para tal honor-, y vino a vivir entre nosotros con una Misión encomendada por Su Padre: Salvarnos de la muerte y del pecado, a fin que Vivamos Eternamente en el Reino de los Cielos, alabando y gozando de la presencia de Dios Padre, para lo cual fuimos creados. Todo ha sido calculado y organizado hasta el más mínimo detalle para hacerlo posible. Solo se necesita un ingrediente que depende de nuestra voluntad: que creamos. Si confiamos nuestras vidas a un piloto y una máquina creada por hombres para trasladarnos de un lugar a otro, ¿por qué nos cuesta tanto confiar en Dios que lo hizo TODO por amor? No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

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