Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
Texto del evangelio Lc 12,49-53 – he venido a traer fuego
49. Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! 50. Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! 51. ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. 52. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: 53. el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».
Reflexión: Lc 12,49-53
Lucas 12,49-53 he venido a traer fuego
¿Qué clase de Misión ha venido a cumplir Cristo entre nosotros? Sus palabras son como para erizar a cualquiera. ¿Quién es este? ¿De qué habla? ¿Debemos sentirnos alagados? ¡Es un peligro! ¡Está loco! ¡Es peligroso! Pongamos estas palabras en cualquier escenario y serán censurables o cuando menos alarmantes.
¿Qué es lo que tiene que estar ocurriendo para que se proclamen desde los púlpitos de todos los templos católicos del planeta y no salgan todos con la sensación de no ser un buen día? Porque, quién podría estar contento con semejantes amenazas.
Otra posibilidad es que en realidad sean pocos los que realmente las escuchan y muchos menos los que las entienden. Tal vez ocurra que nos hemos acostumbrado tanto a los discursos de Jesús, que ya ni les hacemos caso. ¿Se han vuelto inocuos? o quizás siempre lo fueron. ¿Es Jesús o serán sus mensajeros los que fallan? Obviamente nos inclinamos por esto último.
Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
Jesús les dijo: « Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.»
Texto del evangelio Mt 19,13-15 – Dejen a esos niños
13. Entonces trajeron a Jesús algunos niños para que les impusiera las manos y rezara por ellos. Pero los discípulos los recibían muy mal. 14. Jesús les dijo: «Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.» 15. Jesús les impuso las manos y continuó su camino.
Reflexión: Mt 19,13-15
Mateo 19,13-15 Dejen a esos niños
Nuevamente insiste el Señor con los niños. Tal vez anticipando este periodo tan oscuro que venimos atravesando en lo que respecta al trato que damos a los niños. Si en tiempo de Jesucristo tanto los niños como as mujeres eran tenidos por poca cosa, hoy no hemos mejorado mucho a este respecto.
Por todo lado la niñez y la juventud están especialmente amenazadas. Como si no fuera suficiente con el abuso cometido contra ellos dándoles los trabajos más denigrantes y peligrosos, haciéndolos trabajar como topos en las minas, sin ningún derecho y con pagas ridículas, ahora se los esclaviza y explota sexualmente.
No se quiere a los niños en ninguna forma. Parecen un estorbo, un mal necesario y escasamente aguantable en una sociedad hedonista, dominada por adultos, que quieren saber muy poco de los dos extremos, es decir de los viejos y de los niños. De ambos quiere deshacerse.
Jesús les dijo: « Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.»
Hay hombres que han nacido eunucos. Otros fueron mutilados por los hombres. Hay otros todavía, que se hicieron tales por el Reino de los Cielos. ¡Entienda el que pueda!
Texto del evangelio Mt 19,3-12 – fueron mutilados por los hombres
03. Se le acercaron unos fariseos y lo pusieron a prueba con esta pregunta: «¿Está permitido a un hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?» 04. Jesús respondió: «¿No han leído que el Creador al principio los hizo hombre y mujer 05. y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne? 06. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.» 07. Los fariseos le preguntaron: «Entonces, ¿por qué Moisés ordenó que se firme un certificado en el caso de divorciarse?» 08. Jesús contestó: «Moisés vio lo tercos que eran ustedes, y por eso les permitió despedir a sus mujeres, pero al principio no fue así. 09. Yo les digo: el que se divorcia de su mujer, fuera del caso de unión ilegítima, y se casa con otra, comete adulterio.» 10. Los discípulos le dijeron: «Si ésa es la condición del hombre que tiene mujer, es mejor no casarse.» 11. Jesús les contestó: «No todos pueden captar lo que acaban de decir, sino aquellos que han recibido este don. 12. Hay hombres que han nacido eunucos. Otros fueron mutilados por los hombres. Hay otros todavía, que se hicieron tales por el Reino de los Cielos. ¡Entienda el que pueda!»
Reflexión: Mt 19,3-12
Mateo 19,3-12 fueron mutilados por los hombres
Debemos confesar que nos aproximamos con mucho temor y respeto a proponer esta reflexión, ya que toca puntos tan sensibles y controversiales para la humanidad de hoy. Sin embargo asumimos los riesgos precisamente porque pensamos que es la familia la que está en juego y queremos adoptar posiciones adecuadas, iluminadas por el Espíritu Santo.
Es la Iglesia la que nos propone esta lectura y es la Palabra de Dios la que queremos que nos ilumine. Obviamente el Señor habla en primer lugar del matrimonio, sin ambigüedades, como una relación indisoluble. Una vez unida por Dios, solamente Él la puede separar.
Por lo tanto, si uno cree en Dios, lo ama y lo respeta debe percatarse que está frente a una decisión fundamental, trascendente e irreversible. Siendo un tema de dos, es decir de una pareja, ambos han de ser conscientes de la decisión que toman.
¡No se pueden tomar decisiones para toda la vida! ¿Quién lo dice? Lo que ocurre es que hay que tener la edad, la madurez y el conocimiento suficientes para hacerlo. No se trata de un gusto, de un pasatiempo o de una afición o de un placer. ¿Por qué? Porque hay mucho en juego.
Hay hombres que han nacido eunucos. Otros fueron mutilados por los hombres. Hay otros todavía, que se hicieron tales por el Reino de los Cielos. ¡Entienda el que pueda!
Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.»
Texto del evangelio Mt Mateo 18,21-19,1 – perdone de corazón a su hermano
21. Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?» 22. Jesús le contestó: «No te digo siete, sino setenta y siete veces.» 23. «Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuentas con sus empleados, 24. y para empezar, le trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro. 25. Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. 26. El empleado, pues, se arrojó a los pies del rey, suplicándole: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.» 27. El rey se compadeció y lo dejó libre; más todavía, le perdonó la deuda. 28. Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: «Págame lo que me debes.» 29. El compañero se echó a sus pies y le rogaba: «Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.» 30. Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda. 31. Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo todo a su señor. 32. Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: «Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando me lo suplicaste. 33. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?» 34. Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda. 35. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.» 01. Después de terminar este discurso, Jesús partió de Galilea y llegó a las fronteras de Judea por la otra orilla del Jordán.
Reflexión: Mt 18,21-19,1
Mateo 18,21-19,1 perdone de corazón a su hermano
Este comportamiento nuestro es el que seguramente ha dado lugar a la sentencia aquella: más papista que el Papa. Es que muchas veces somos inflexibles e intolerantes con los errores de los demás. Sin embargo reclamamos comprensión cuando somos nosotros los que fallamos.
¡Qué difícil nos resulta reconocer –con humildad- que nos hemos equivocado. No podemos extirpar de nuestros corazones la ponzoña originada por una ofensa o un desaire. Pero reclamamos benevolencia y comprensión -¡una oportunidad más!-, cuando el error o la falta ha sido nuestra.
Queremos obtener buenos frutos, cuando hemos sido incapaces de sembrar buena semilla. No damos buen ejemplo a nuestros hijos. No nos comportamos amablemente con nuestros vecinos. No somos tolerantes con nuestros compañeros. ¡Sin embargo, cómo nos duele que uno de ellos nos falle! ¡No se lo perdonamos!
Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.»
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
Texto del evangelio Jn 12,24-26 – El que tiene apego a su vida la perderá
24. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. 25. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. 26. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Reflexión: Jn 12,24-26
El que tiene apego a su vida la perderá
El Señor comparte con nosotros aquí el secreto de la vida, que no es poca cosa. Si estamos atentos a lo que nos dice y no lo interpretamos, tergiversándolo, como solemos hacer, aquí tenemos la respuesta a nuestras inquietudes más profundas.
Porque, preguntémonos ¿qué puede haber más importante que la vida misma? ¿Qué es lo que ocupa nuestro tiempo e inquietudes a lo largo de nuestra existencia, sino la vida? ¡Queremos vivir, tanto como cualquier otro ser vivo!
Llevamos impresa en nosotros una fuerza y una voluntad que nos hará buscar la vida a cualquier precio. Esto diríamos que ocurre con cualquier ser vivo que conocemos. Hay una fuerza que nos lleva a vivir y perpetuarnos. Esta es una ley de la vida.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo.
Texto del evangelio Mt 18,1-5.10.12-14 – no desprecien a ninguno de estos pequeños
01. En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?» 02. Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos 03. y declaró: «En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. 04. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos. 05. Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe. 10. Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo. 12. ¿Qué pasará, según ustedes, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía? ¿No dejará las noventa y nueve en los cerros para ir a buscar la extraviada? 13. Y si logra encontrarla, yo les digo que ésta le dará más alegría que las noventa y nueve que no se extraviaron. 14. Pasa lo mismo donde el Padre de ustedes, el Padre del Cielo: allá no quieren que se pierda ni tan sólo uno de estos pequeñitos.
Reflexión: Mt 18,1-5.10.12-14
Mateo 18,1-5.10.12-14 no desprecien a ninguno de estos pequeños
¡Qué lección tan maravillosa! Sin embargo, que poco caso le hacemos. Que poco la aquilatamos. Más claro no puede ser el Señor. Los niños tienen un lugar especial en el Cielo. ¡Son los preferidos de Dios! ¡Sí, así es, Dios Padre vela especialmente por ellos!
¿De qué mejor forma se puede explicar? La fragilidad de la vida comienza así, tiernamente. La maravilla de la vida, la delicadeza de sus formas, la transparencia de sus gestos, la pureza de su alma, la ingenuidad de su proceder, la alegría espontánea, la dulzura de sus caricias, la generosidad desinteresada, el desprendimiento y la fe, las portan los niños en su propia naturaleza.
Un niño sano –en todos los aspectos, no solo el físico-, un niño amado, será como un crisol en el que se funden todos los valores que la humanidad entera reconoce y aquilata. En tal sentido, quien mira a los ojos de un niño, no puede dejar de ver la imagen más cercana del espíritu puro y Divino de nuestro creador.
Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo.
Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
Texto del evangelio Mt 17,22-27 – los días del Hijo del hombre
22. Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. 23. Les dirán: «Está aquí» o «Está allí», pero no corran a buscarlo. 24. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. 25. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación. 26. En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempo de Noé. 27. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos.
Reflexión: Mt 17,22-27
Mateo 17,22-27 los días del Hijo del hombre
Nos resulta difícil resistirnos a la tentación de reflexionar en torno a los días del Hijo del hombre. A qué días se refiere el Señor. Sus tiempos son distintos que los nuestros, de allí la confusión. Parece que no solo se refiere al tiempo que vivió físicamente entre nosotros, hace 2mil años.
Es obvio que estos fueron muchos días, que por lo tanto podría referirse a cualquiera de ellos. Pero no solo se refiere a ellos, que nosotros conocemos por los Evangelios, sino, al parecer, a otros que vendrán después, a lo largo de la historia.
Él mismo dice: los días del Hijo del hombre. Por alguna razón usa específicamente el plural. Por lo tanto no está hablando de un solo día, sino de muchos o varios. ¿Reviste alguna importancia esta referencia?
Jesús dijo después a sus discípulos: «Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla.
Texto del evangelio Lc 12,32-48 – Vendan sus bienes y denlos como limosna
32. No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. 33. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. 34. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. 35. Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. 36. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. 37. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. 38. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! 39. Entiéndalo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. 40. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada». 41. Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?». 42. El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? 43. ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! 44. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. 45. Pero si este servidor piensa: «Mi señor tardará en llegar», y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, 46. su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. 47. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. 48. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
Reflexión: Lc 12,32-48
Lucas 12,32-48 Vendan sus bienes y denlos como limosna
Este es un pasaje muy extenso y por lo tanto muy rico en enseñanzas de aquello que Jesús quiere que asumamos como nuestra forma de vida. Como es tan basto, corremos el peligro de quedarnos con aquello que -siendo exigente-, es sin embargo más fácil de relativizar.
En efecto, si destacamos, como todo el mundo suele hacer que “Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”, encontraremos que hay un cierto margen al subjetivismo y por lo tanto, a la relativización de las exigencias. Porque ¿quién puede precisar si estamos respondiendo en la proporción delo recibido?
De este modo, y al postergar la rendición de cuentas a aquel momento definitivo, en el que además, ya no habrá nada que hacer, convertimos esta preocupación en algo ético y moral, es verdad, pero subjetivo al fin, por lo que no nos sentimos obligados a nada que no sea las exigencias de nuestra propia conciencia. Y, como el ambiente que nos rodea, en general, es muy laxo al respecto, terminamos por reducir al máximo estas exigencias, hasta hacerlas prácticamente inicuas.
Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla.