El respondió: Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería.
Texto del evangelio Lc 17,1-6 – Si ustedes tuvieran fe
01. Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! 02. Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. 03. Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. 04. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo». 05. Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». 06. El respondió: Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería.
Reflexión: Lc 17,1-6
Lucas 17,1-6 Si ustedes tuvieran fe
Si tan solo tuviéramos una pizquita de fe, este mundo sería distinto. ¿Qué duda cabe que nuestra oración constante debe ser pidiendo a Dios la Gracia de concedernos incrementar día a día nuestra fe? Este debe ser el primer ejercicio constante.
Es la fe la que debe movernos a actuar. Ha de ser la fe el “detonante”, el percutor de nuestra acción. ¿Y cuál será nuestra acción? No mover árboles, ni montañas, sino amar. Porque a veces pensamos que las cosas no nos salen por falta de fe, pero lo que pretendemos no es bueno, ni amoroso, ni bien intencionado.
Son tres pilares entonces sobre los que debe reposar nuestra vida cristiana. Primero la oración, para que la Gracia de Dios, mediante el Espíritu Santo, nos guie y oriente, otorgándonos la fe necesaria para afrontar todas las acciones del día.
El respondió: Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería.
1.Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén.
2.Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas,
3.- es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos,
4.y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -.
5.Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
6.El les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
7.En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.
8.Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»
9.Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!
10.Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero vosotros decís:
11.Si uno dice a su padre o a su madre: «Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán – es decir: ofrenda -«,
12.ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre,
13.anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.»
14.Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended.
15.Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
16.Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
17.Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola.
18.El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle,
19.pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» – así declaraba puros todos los alimentos -.
20.Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
21.Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos,
22.adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.
23.Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»
24.Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido,
25.sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.
26.Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio.
27.El le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
28.Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.»
29.El, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.»
30.Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.
31.Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis.
32.Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él.
33.El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.
34.Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!»
35.Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
36.Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban.
37.Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
Marcos – Capítulo 06 – Y se maravilló de su falta de fe
1. Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen.
2. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?
3. ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Jose, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él.
4. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.»
5. Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
6. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.
7. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9. sino: «Calzados con sandalias y no vistan dos túnicas.»
10. Y les dijo: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta marchar de allí.
11. Si algún lugar no los recibe y no los escuchan, márchense de allí sacudiendo el polvo de la planta de sus pies, en testimonio contra ellos.»
12. Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13. expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
14. Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
15. Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»
16. Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»
17. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»
19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20. pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
22. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»
23. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»
24. Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
26. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
27. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28. y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.
30. Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31. El, entonces, les dice: «Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
32. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
33. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
35. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
36. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.»
37. El les contestó: «Dénles ustedes de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
38. El les dice: «¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»
39. Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.
40. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
41. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.
42. Comieron todos y se saciaron.
43. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces.
44. Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.
45. Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
46. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
48. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo.
49. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar,
50. pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no teman.»
51. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos,
52. pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
53. Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron.
54. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida,
55. recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba.
56. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Texto del evangelio Lc 20,27-38 – Ya no pueden morir
27. Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, 28. y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: «Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda». 29. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. 30. El segundo 31. se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. 32. Finalmente, también murió la mujer. 33. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?». 34. Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, 35. pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. 36. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. 37. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. 38. Porque él no es Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él».
Reflexión: Lc 20,27-38
Lucas 20,27-38 Ya no pueden morir
En estos versículos, a propósito de la pregunta que le hacen los Saduceos, el señor nos hace una serie de revelaciones respecto a lo que será la vida eterna. Siempre habrán muchos misterios en torno a este tema, como los hay en torno a todo lo que tiene que ver con Dios.
Por eso, en primer lugar, creemos aconsejable desestimar toda pretensión de entenderlo todo, de comprenderlo todo. Reconozcamos que racionalmente eso es imposible. Detengámonos a pensar por qué, y caeremos en la cuenta que efectivamente tenemos razón.
Tenemos que reconocer que cuando hablamos de Dios y todo lo que le concierne, no estamos hablando nada más que de conceptos intuitivos, de aproximaciones. Por definición, no es posible que lo entendamos y abarquemos todo, pues de otro modo seríamos iguales a Él, lo que no es cierto. Nosotros somos Sus Creaturas.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Por el Señor sabemos que si hacemos lo que Él nos manda, luego de muertos resucitaremos para vivir eternamente en el Reino de los Cielos, como Él mismo lo hizo. Esta es una realidad en la que creemos, sin haberla visto, porque es lo que nos ha prometido Jesucristo.
Luego Jesucristo mismo lo confirma en este texto afirmando que el Señor de Moisés, de Abraham y de Jacob es el mismo, que es Dios de vivos. Pero parece obvio que ellos viven de manera distinta y es el modo que nos espera en la Vida Eterna.
Seremos como ángeles nos dice el Señor. Esta es una apariencia y una forma de ser distinta a la nuestra y reservada a seres espiritualmente superiores y cercanos a Dios. Si tenemos tanta curiosidad, podemos echarnos a investigar qué se dice de los ángeles en la Biblia.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
A nosotros nos basta con entender que es un modo de vida distinto y superior al que tenemos ahora, porque no moriremos, no nos casaremos y seremos como ángeles. Estos solos rasgos nos anuncian un modo de vida radicalmente distinto, sobre el cual también podemos hacer muchas especulaciones.
Al no morir, ni casarnos, podemos deducir varias características de esta vida futura. No habrá nacimientos, por lo tanto tampoco nos reproduciremos y en tal sentido tampoco será necesario el matrimonio, ni el amor conyugal. Está claro que viviremos de otro modo.
Nuestra ocupaciones y obligaciones –si las tenemos-, serán totalmente distintas, en una vida cuyas dimensiones espaciales y temporales no existirán o en cualquier caso serán completamente distintas.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Podemos dedicarnos a hacer una serie de especulaciones dando rienda suelta a nuestra imaginación, pero al final no serán nada más que eso: simples especulaciones. Se pueden tejer ideas con el afán de persuadirnos a aspirar a estas realidades futuras, pero no podemos depositar nuestra esperanza en ellas.
Hemos de ejercitarnos en la fe, que es creer en lo que Jesucristo nos promete, oírlo y hacer lo que nos manda. Recordemos siempre que Él nos ha dado ejemplo con Su propia vida. Que por lo tanto, solo alcanzaremos Sus promesas si pasamos amando por esta vida como Él nos ha amado.
¿Por qué creemos en Jesús? Porque Él nos ha dado pruebas suficientes de su amor y de ser Hijo de Dios Padre, quien solo quiere nuestro Bien y Felicidad. Todas ellas las encontramos al alcance de quien de verdad y honestamente las quiere encontrar en la Biblia y especialmente en los Evangelios.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Oremos:
Padre Santo, que no nos empeñemos tanto en buscar explicaciones intelectuales y teóricas cuanto en amar. Danos Tú Gracia para comprender que solo el amor conduce a la felicidad y con ella a la Vida Eterna…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Roguemos al Señor…
Te lo pedimos Señor.
(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)
1. Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos.
2. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo
3. que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas,
4. pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
5. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras.
6. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él
7. y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.»
8. Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
9. Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.»
10. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
11. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;
12. y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.»
13. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara – unos 2.000 se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar.
14. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.
15. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.
16. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos.
17. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
18. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él.
19. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.»
20. El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.
21. Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.
22. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies,
23. y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.»
24. Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
25. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,
26. y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,
27. habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto.
28. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.»
29. Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.
30. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»
31. Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”»
32. Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.
33. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.
34. El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.»
35. Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos dicendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?»
36. Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe.»
37. Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos.
39. Entra y les dice: «¿Por qué alborotan y llora? La niña no ha muerto; está dormida.»
40. Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña.
41. Y tomando la mano de la niña, le dice: « Talitá kum », que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.»
42. La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.
43. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No puede servir a Dios y al Dinero ».
Texto del evangelio Lc 16,9-15 – No puede servir a Dios y al Dinero
09. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. 10. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. 11. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? 12. Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? 13. Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No puede servir a Dios y al Dinero ». 14. Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. 15. Él les dijo: «Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.
Reflexión: Lc 16,9-15
Lucas 16,9-15 No puede servir a Dios y al Dinero
En estas pocas líneas el Señor expone el verdadero drama que agobia al hombre toda su existencia, desde que estamos en este mundo y hasta el fin de nuestros días. El asunto es mucho más simple y sencillo de lo que parece.
Somos nosotros los que, para tratar de justificarnos y seguir haciendo lo que nos gusta o interesa, lo rodeamos de una barrera inexpugnable. De este modo justificamos nuestros “errores”, dado que resulta tan difícil desentrañar la Verdad.
Podemos engañarnos a nosotros, pero no a Dios. Por eso Jesús revela ante nuestros ojos lo que pasa en realidad. Y sus palabras son inmediatamente entendidas por los simples y sencillos. Porque ellos no tienen nada que proteger, nada que ocultar, nada que perder.
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No puede servir a Dios y al Dinero ».
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz.
Texto del evangelio Lc 16,1-8 – hijos de la luz
01. Decía también a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. 02. Lo llamó y le dijo: «¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto». 03. El administrador pensó entonces: «¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. 04. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!». 05. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?». 06. «Veinte barriles de aceite», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez». 07. Después preguntó a otro: «Y tú, ¿cuánto debes?». «Cuatrocientos quintales de trigo», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo y anota trescientos». 08. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz.
Reflexión: Lc 16,1-8
Lucas 16,1-8 hijos de la luz
Se puede abordar desde diferentes puntos de vista esta reflexión. En la lectura el Señor se ocupa tanto de los hijos de este mundo como de los hijos de la luz. No puede dejar de inquietarnos que el Señor alabe el comportamiento del administrador deshonesto por haber obrado tan hábilmente.
¿Será que el Señor nos induce a obrar como una persona que el mismo reconoce como deshonesta? ¡Claro que no! Quiere que nos fijemos como emplea a fondo algunas cualidades para obtener el provecho deseado. De este modo nos interpela para que apliquemos estas mismas estrategias para obrar el bien.
Lo más importante es tal vez aquello que se sobre entiende, aquello que no se dice. El Señor nos invita a reflexionar en el modo en que podemos aplicar y sacar provecho de estas habilidades, sin dejar de actuar como hijos de la luz.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz.
1. Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar.
2. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción:
3. «Escuchen. Una vez salió un sembrador a sembrar.
4. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron.
5. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra;
6. pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó.
7. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto.
8. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.»
9. Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
10. Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas.
11. El les dijo: «A ustedes se les ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas,
12. para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.»
13. Y les dice: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderán todas las parábolas?
14. El sembrador siembra la Palabra.
15. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos.
16. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría,
17. pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben en seguida.
18. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra,
19. pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto.
20. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»
21. Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
22. Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
23. Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
24. Les decía también: «Atiendan a lo que escuchan. Con la medida con que midan, se les medirá y aun con creces.
25. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.»
26. También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra;
27. duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo.
28. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga.
29. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
30. Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?
31. Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;
32. pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»
33. Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle;
34. no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
35. Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.»
36. Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él.
37. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca.
38. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
39. El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
40. Y les dijo: «¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?»
41. Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»