Brillante como el sol
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

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Reflexión: Mateo 17,1-9
Estaba tentado en empezar esta reflexión destacándola como algo excepcional. Pero lo cierto es que todo lo que rodea a Jesús es excepcional. Tenemos un episodio tras otro en el que Jesucristo se manifiesta en forma evidente y expresa como el Hijo de Dios que Él quiere que reconozcamos.
En esta oportunidad escogió solo a tres de sus discípulos, tal vez los más cercanos, aquellos que podían entender mejor, grabar en sus corazones lo que iban a presenciar y luego transmitirlo. Jesús tendría sus razones para no mostrar a todos lo que estos iban a ver. Pero lo que realmente importa es que este testimonio ha llegado hasta nosotros, tal como el mismo Señor pidió a estos discípulos.
Se trata de un Misterio que se nos va revelando poco a poco, tal vez porque no hubiéramos podido entenderlo todo de golpe. Es preciso ir avanzando paulatinamente. ¿Quién podría decir que gesto o qué manifestación fue la más importante?¿Quién podría prescindir de determinadas señales y agregar otras? Solo Dios.
No son pocas las manifestaciones extraordinarias de la Divinidad de Cristo. Se tomó todo el tiempo que juzgó necesario, en diversidad de circunstancias a lo largo de su vida entre nosotros. Sin embargo ya varios siglos antes se anunció su venida con signos y señales igualmente admirables. Y desde entonces no ha cesado de manifestarse de uno u otro modo entre nosotros.
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