Zacarías 8,1-8 – Yo libertaré a mi pueblo

Yo libertaré a mi pueblo

«Así dice el Señor de los ejércitos: Yo libertaré a mi pueblo del país de oriente y del país de occidente, y los traeré para que habiten en medio de Jerusalén. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios con verdad y con justicia.»

Lunes de la 26ta semana del T. Ordinario| 27 de Setiembre de 2021 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre la lectura

Yo libertaré a mi pueblo

Esta lectura del Profeta Zacarías llama especialmente nuestra atención el día de hoy. ¡Qué duda cabe que puede ser leída hoy como cuando fue escrita! La invitación a reflexionar en torno a los dos poderes que parecen dividir nuestro mundo es obvia.

El Señor, nuestro Dios, no habrá de dejarnos a merced de ninguna, porque tanto una como otra nos esclavizan y conducen a la perdición. Una u otra nos quieren dominar y sojuzgar. Para ninguna somos el propósito de sus esfuerzos.

Ambas tienen planes sobre nosotros que no tienen nada que ver con la razón de nuestra existencia. Para las dos visiones somos tan solo objetos útiles a sus propósitos. Ambas desconocen la razón de nuestra existencia, porque se niegan a reconocer a Dios Padre, Creador del mundo. Origen y fin de la humanidad.

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Lucas 9,46-50 – el más importante

el más importante

«El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»

Lunes de la 26ta semana del T. Ordinario| 27 de Setiembre de 2021 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

el más importante

El Señor nos exige que vivamos centrados en Él. Nada ni nadie puede ser el más importante en nuestra vida: solamente Él o aquél que acogemos en su nombre. Se dice muy fácilmente. ¿Pero cuántos de nosotros vivimos “por Él, con Él y en Él?”

El tiempo que estamos viviendo está marcado por el consumismo, el relativismo, el hedonismo y el egoísmo. Buscamos la vida muelle. No estamos dispuestos a incomodarnos por nada, ni por nadie. Hablamos mucho. Somos muy proclives a los discurso y declaraciones. Pero encontramos poca coherencia entre lo que decimos y hacemos.

Nuestro día está lleno de mil cosas. Hay tanto, que debemos escoger. Con solo la televisión, el cable y el internet tenemos para indigestarnos cada día. Es imposible consumirlo todo. Y si a ello sumamos, diarios, revistas y libros, no nos alcanzaría la vida para verlo todo.

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