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Reflexiones del Evangelio de San Juan

Juan 2,13-22 – echó a todos del Templo

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».

Texto del evangelio Jn 2,13-22 – echó a todos del Templo

13. Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén
14. y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
15. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas
16. y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».
17. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
18. Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?».
19. Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar».
20. Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
21. Pero él se refería al templo de su cuerpo.
22. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

Reflexión: Jn 2,13-22

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Juan 2,13-22 echó a todos del Templo

Ciertamente siempre habrá formas distintas de interpretar lo que nos dice el Señor en los Evangelios. Su Palabra es Palabra de Dios. Así, se dirige a todos, siempre nuevo, siempre renovado, siempre ajustado a la vida de quien lo busca con fe y deseo sincero de su Luz.

Dicho esto, compartimos el consuelo que nos trae el texto elegido por la Iglesia para el día de hoy, tomado del Evangelio de San Juan. No deja de admirarnos cómo el Señor se expresa adecuada y oportunamente, iluminando el Camino.

El resultado de las elecciones en USA, que es el tema de conversación universal hoy, es un asunto emblemático sobre el que Jesús nos da una clara respuesta hoy. En lo personal y atendiendo la información que hemos recibido, tan malo era uno como otro candidato. Y esto es precisamente en lo que debemos reflexionar.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».

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Juan 3,11-16 – Dios amó tanto al mundo

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Texto del evangelio Jn 3,11-16 – Dios amó tanto al mundo

11. Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
12. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?
13. Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
14. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
15. para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
16. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Reflexión: Jn 3,11-16

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Juan 3,11-16 Dios amó tanto al mundo

Nuestro gran problema es la fe. Es por falta de ella que aun seguimos deambulando en este “valle de lágrimas”. Inicialmente no comprendemos lo que pretendemos cuando decimos fe. Imaginamos que se trata de una confesión de labios para fuera.

Luego pensamos en ella como algo mágico. Un poder especial que tienen solo algunos escogidos. Algo que puede permitirnos hacer cosas extraordinarias. Curar, sanar, adivinar, aparecer, desaparecer, atravesar paredes, trasladarse a la velocidad del pensamiento, etc.

Pensamos que el que tiene fe, tiene todo el poder para hacer lo que quiera. ¿Qué hay que hacer para tener tremenda fe? Parece algo misterioso que tiene que ver con el dominio y control de ciertas fuerzas ocultas. Una suerte de disciplina oriental o mágica.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

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Juan 1,47-51 – los ángeles de Dios

Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Texto del evangelio Jn 1,47-51 – los ángeles de Dios

47. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
48. «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
49. Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
50. Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».
51. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión: Jn 1,47-51

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Juan 1,47-51 los ángeles de Dios

¿Por qué creemos? Reflexionando en esta lectura nos atrevemos a especular que nuestras razones son un verdadero misterio. Dios lo sabe. Pero es seguro que para nosotros será siempre un misterio cargado de subjetivismo indescifrable.

Así, la respuesta de Natanael no es del todo convincente. Incluso Jesucristo la cuestiona. Es como si dijera: “si por eso crees, espérate a ver de lo que serás testigo. Quedarás totalmente sorprendido». De este modo, creer parece tener que ver más con una decisión personal que con algo externo.

No hay una relación necesariamente lógica y razonable, según nuestros criterios humanos, para creer. Por algún motivo, para Natanael, que el Señor mencione tan solo el haberlo visto antes bajo la higuera, es suficiente.

Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

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Juan 19,25-27 – Aquí tienes a tu madre

«Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Texto del evangelio Jn 19,25-27 – Aquí tienes a tu madre

25. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
26. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
27. Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Reflexión: Jn 19,25-27

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Juan 19,25-27 Aquí tienes a tu madre

Para nosotros, los seguidores de Cristo, estas palabras tienen un especial significado, porque habiendo reconocido que Jesucristo es Hijo de Dios, por lo tanto Dios mismo, en uno de los momentos culminantes de Su Misión Salvadora, a través de Su discípulo más querido nos hace entrega nada menos que a Su Madre.

Para quien alguna vez ha amado en su vida, más aun, para quien ha tenido la Bendición de tener madre y un buen amigo, considerado como hermano, que en el momento de su muerte este decida encomendarte a su madre y viceversa, tiene que constituir un acto cuya trascendencia marcará significativamente nuestras vidas.

La madre, que nos dio a luz, que por lo tanto nos trajo al mundo es, ha sido y será por siempre digna de un amor especial, ocupando un lugar preferencial en nuestros corazones. Para quien, como Jesús, toma muy en serio estas relaciones, destacando su aspecto trascendente, estas palabras cobran un sentido que va más allá de cuanto podemos imaginar y racionalizar.

«Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

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Juan 3,13-17 – Vida eterna

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

Texto del evangelio Jn 3,13-17 – Vida eterna

13. Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
14. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto,
15. para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
16. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
17. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Reflexión: Jn 3,13-17

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Juan 3,13-17 Vida eterna

Es preciso creer en Él. Solo el que cree en Él tendrá Vida Eterna. Mucho hablamos de la vida y hacemos bien. Es el primer derecho consagrado en la constitución, aunque luego muchos pretendan evadir el respeto a la misma con argucias y engaños.

El hecho es que todos tenemos Derecho a la Vida y este constituye el primer y fundamental derecho, sin el cual ninguno de los demás tiene sentido. Hay que tener vida primero para luego ejercer los demás derechos. Pero aquí el Señor nos señala una meta superior.

No se trata solo de tener vida –que ya es bastante-, sino de darle un sentido. Esta vida tiene que estar encaminada a algo. Ese algo, superior, es Dios; es el Amor. La vida adquiere sentido cuando está orientada al amor. Esta es la Novedad a la que nos invita Jesús.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.

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Juan 1,45-51 – Verás cosas más grandes todavía

Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».

Texto del evangelio Jn 1,45-51 – Verás cosas más grandes todavía

45. Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret».
46. Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe.
47. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
48. «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
49. Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
50. Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».
51. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión: Jn 1,45-51

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Juan 1,45-51 Verás cosas más grandes todavía

Se trata sin duda de un relato que debe entusiasmarnos, pues encierra unas promesas de Jesús que de solo tratar de imaginar nos intrigan. ¿A qué se refiere el Señor? ¿Cómo será aquello que veremos? ¿Cuándo será? ¿Lo veremos todos o solamente algunos? ¿Qué hemos de hacer para verlo?

Por otro lado, el Señor nos hace reflexionar en lo inconsecuentes que somos. Tendríamos que agregar tal vez, noveleros y superfluos. Porque rápidamente nos dejamos impresionar, sobre todo si oímos halagos y hacemos declaraciones radicales que luego rápidamente olvidamos.

Así es como Jesús coge por el punto débil de la vanidad a Natanael. Que supiera tanto sobre él nada más verlo y que se prodigara en elogios a su persona, despertó en él no solamente curiosidad, sino una natural disposición a la condescendencia y a devolver halagos.

Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».

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Juan 12,24-26 – El que tiene apego a su vida la perderá

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.

Texto del evangelio Jn 12,24-26 – El que tiene apego a su vida la perderá

24. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
25. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
26. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

Reflexión: Jn 12,24-26

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El que tiene apego a su vida la perderá

El Señor comparte con nosotros aquí el secreto de la vida, que no es poca cosa. Si estamos atentos a lo que nos dice y no lo interpretamos, tergiversándolo, como solemos hacer, aquí tenemos la respuesta a nuestras inquietudes más profundas.

Porque, preguntémonos ¿qué puede haber más importante que la vida misma? ¿Qué es lo que ocupa nuestro tiempo e inquietudes a lo largo de nuestra existencia, sino la vida? ¡Queremos vivir, tanto como cualquier otro ser vivo!

Llevamos impresa en nosotros una fuerza y una voluntad que nos hará buscar la vida a cualquier precio. Esto diríamos que ocurre con cualquier ser vivo que conocemos. Hay una fuerza que nos lleva a vivir y perpetuarnos. Esta es una ley de la vida.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.

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Juan 20,1.11-18 – el Padre de ustedes

«No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»

Texto del evangelio Jn 20,1.11-18 – el Padre de ustedes

01. El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
11. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
12. y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
13. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
14. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
15. Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».
16. Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!».
17. Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes».
18. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Reflexión: Jn 20,1.11-18

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Juan 20,1.11-18 el Padre de ustedes

En la tristeza, qué difícil se nos hace ver, incluso lo evidente. Qué poco dispuestos estamos para ver lo que ocurre a nuestro alrededor, cuando nos sentimos aplastados, cegados por la melancolía.

A María Magdalena le resulta natural ver a los ángeles de Dios, custodios del Sepulcro. Es tal su aflicción, que no repara en su presencia extraordinaria. Tampoco logra ver a Jesús hasta que Él mismo se hace notar.

Que el Señor ha resucitado, tal como nos lo prometió, es algo que debemos tener presente siempre, toda nuestra vida. En aquellos momentos de oscuridad, de desesperanza, de dolor y melancolía es precisamente cuando más presente debemos tenerlo. No permitamos que nos ciegue la desesperanza.

«No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes»

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