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Reflexiones de los Evangelios según San Lucas

Lucas 4,24-30 – le arrojaron fuera de la ciudad

Texto del evangelio Lc 4,24-30 – le arrojaron fuera de la ciudad

24. Y añadió: «En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.»
25. «Les digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país;
26. y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.
27. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»
28. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;
29. y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
30. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Reflexión: Lc 4,24-30

No nos gusta que venga alguien con pretensiones de decirnos lo que debemos hacer y mucho menos si lo conocemos, porque, llegado un momento, aunque pudiera tener la razón, nuestro orgullo y soberbia pueden más y entonces empezamos a preguntarnos: ¿con qué autoridad nos habla de esta manera? ¿quién es este para que venga a decirnos lo que debemos hacer o dejar de hacer? ¿después de todo, no es un hombre como nosotros, con limitaciones y defectos como cualquiera de nosotros? ¿no es fulanito, al que conocemos desde niño, con el que hemos corrido, jugado y a cuyos papas y hermanos conocemos bastante bien? ¿de dónde viene a decirnos lo que debemos hacer? ¿con qué autoridad? Muchas veces ni si quiera nos detenemos a considerar sus argumentos, pues nos basta con la idea, los prejuicios que tenemos sobre esta persona o sobre lo que nos intenta decir. En el fondo, es pura soberbia, que no estamos ni si quiera dispuestos a escuchar. Esta es una pésima actitud que lamentablemente es más frecuente de lo que pensamos. Nos cuesta cambiar y no lo haremos por alguien cuya credibilidad –debido a nuestros prejuicios-, es reducida. Tal y como lo plantea el Señor, en tal caso, mejor aplicar la astucia y salir por la tangente, antes que chocar, porque las consecuencias pueden ser desastrosas…levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

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Lucas 13,1-9 – déjala por este año todavía

Texto del evangelio Lc 13,1-9 – déjala por este año todavía

1. En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.
2. Les respondió Jesús: «¿Piensan que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas?
3. No, se los aseguro; y si no se convierten, todos perecerán del mismo modo.
4. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿piensan que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén?
5. No, se los aseguro; y si no se convierten, todos perecerán del mismo modo.»
6. Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró.
7. Dijo entonces al viñador: «Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?»
8. Pero él le respondió: «Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono,
9. por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.»»

Reflexión: Lc 13,1-9

Algunos de nosotros todavía mantenemos la costumbre de culpar a las personas por su “suerte”, las desgracias que les suceden e incluso la forma en que mueren, dejando entrever que posiblemente, dado su comportamiento o su trayectoria, lo merecían. Esto es lamentablemente tan usual como equivocado. En realidad constituye la evidencia de un total desconocimiento de Dios, del Padre Celestial que nos da a conocer Jesucristo. En primer lugar, todo buen cristiano debe desechar la costumbre de referirse a la suerte cuando habla de lo que le sucede. ¡La suerte no existe! Las cosas no ocurren o dejan de ocurrir por buena o mala suerte. Nuestras vidas no están regidas por el azar. No guardan correspondencia con una ruleta o un juego de naipes protagonizado por una “deidad” que se divierte o se distrae a nuestras expensas. No somos el pasatiempos de Dios. Él no juega con nosotros. Nos ama demasiado y es demasiado bondadoso, misericordioso e inteligente para tenernos como sus marionetas. Dios es la Sabiduría, la Verdad, la Vida y nos ha creado para que vivamos eternamente. ¡Él tiene una Plan! ¡Por lo tanto no hay nada parecido al azar en toda Su Creación y mucho menos en las vidas de cada uno de nosotros, de los que tiene contados cada uno de nuestros cabellos! ¡Ni uno solo se nos cae sin su consentimiento! ¡Él es Dios, la Perfección! ¡Nada ni nadie lo supera en el Universo! ¡Todo lo tiene calculado y todo lo ha hecho con un propósito! ¡Todo encaja y corresponde a un Plan, en el que NADA ha sido dejado al azar! Así que empecemos por desechar de nuestro vocabulario nada parecido a la suerte, menos aun cuando hablamos de nosotros. ¡No hablemos de suerte, sino de Gracia! ¡Todo es GRACIA! «Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.»»

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Lucas 15,1-3.11-32 – celebremos una fiesta

Texto del evangelio Lc 15,1-3.11-32 – celebremos una fiesta

1. Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle,
2. y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.»
3. Entonces les dijo esta parábola.
11. Dijo: «Un hombre tenía dos hijos;
12. y el menor de ellos dijo al padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.» Y él les repartió la hacienda.
13. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.
14. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
15. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.
16. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.
17. Y entrando en sí mismo, dijo: «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre!
18. Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.
19. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.»
20. Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.
21. El hijo le dijo: «Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.»
22. Pero el padre dijo a sus siervos: «Traigan aprisa el mejor vestido y vístanle, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
23. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta,
24. porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.» Y comenzaron la fiesta.
25. «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas;
26. y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27. Él le dijo: «Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.»
28. Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
29. Pero él replicó a su padre: «Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
30. y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!»
31. «Pero él le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo;
32. pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.»»

Reflexión: Lc 15,1-3.11-32

Difícilmente encontraremos historia más tierna y humana que la que se narra en este episodio. ¿Cuántas veces, cuántos de nosotros nos alejamos de nuestros padres llenos de autosuficiencia, soberbia y desprecio, desconociendo o subestimando todo lo que habían hecho por nosotros, como si todo nos lo mereciéramos, y como si nada fuera suficiente? La humanidad está plagada de estos desencuentros y distanciamientos, que se van acentuando con la edad, hasta simplemente ignorar a los padres. Como se dice por aquí: fueron. Y, claro, una vez que se extrajo todo el jugo de la naranja o del limón, para qué sirve, sino para echarlo a la basura. Eso mismo reclama el hijo de esta historia, con la edad suficiente para enfrentar el mundo solo y exigiendo como un derecho que su padre le anticipe su herencia, una vez recibida, se manda cambiar con ella, con la idea, seguramente, de no volver a poner pie en la casa de su padre a quien antes debe haber tildado de anticuado, viejo, salvaje, troglodita, fósil y cuanto adjetivo puede imaginarse para algo pasado de moda e inútil. “Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra” fue una frase célebre acuñada por Manuel Gonzales Prada, ensayista y pensador peruano, en el siglo XIX, pronunciada en un célebre discurso destinado a motivar la recuperación de Tacna y Arica, parte del vasto territorio del que se apoderó Chile, tras la “Guerra del Pacífico” auspiciada por Inglaterra en el último cuarto del siglo XIX. Más allá de los detalles de este conflicto, el espíritu de esta frase es revivido una y otra vez en palabras o hechos para hacer de lado a los mayores, culpándolos de todas las desgracias y de este modo justificando su descarte, cuando no su desprecio. Es así como hace algunas semanas un candidato a la presidencia peruana se refería peyorativamente a los políticos tradicionales como “Dinosaurios”, movilizando arteramente este sentimiento en sus electores, pretendiendo por oposición que lo prefieran por su juventud y carencia de antecedentes, lo que en realidad es un lugar común en cada elección, dando lugar a varios de los malos gobiernos que hemos tenido en las últimas décadas. Más allá de los entretelones políticos, la historia de la humanidad está marcada permanentemente por esta rebelión, no siempre positiva, ni siempre constructiva. Los jóvenes demandan gobernarse por sí mismos, sin la injerencia de sus padres, pero erguidos firmemente sobre la herencia de sus padres. Es decir que por un lado pretende silenciarlos, acallarlos e ignorarlos, desconociendo que no podrían emprender nada de lo que hacen, si no fuera por ellos. Estamos frete a este drama, pero además, ensombrecido por el fracaso. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.

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Lucas 16,19-31 – tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite

Texto del evangelio Lc 16,19-31 – tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite

19. «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas.
20. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas,
21. deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
22. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.
23. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24. Y, gritando, dijo: «Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.»
25. Pero Abraham le dijo: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado.
26. Y además, entre nosotros y ustedes se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a ustedes, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.»
27. «Replicó: «Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28. porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.»
29. Díjole Abraham: «Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.»
30. El dijo: «No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.»
31. Le contestó: «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.»»

Reflexión: Lc 16,19-31

Estamos muy tristes y apenados. Tenemos un gran amigo, como no tendremos otro igual. Siempre acudió en nuestro auxilio y estuvo en primera fila cuando hubo que sacar el pecho por nosotros. No tuvo el menor reparo en sufrir ataques e insultos que iban dirigidos a nosotros. Podemos recordar que incluso una vez tuvo el coraje de auto inculparse cuando venía por nosotros, por una serie de motivos no muy claros, pero que determinarían la expulsión de nuestra comunidad, con la amenaza incluso de una pena más drástica. Cómo olvidar que a pesar de eso jamás salió una palabra de reproche de sus labios y por el contrario, siempre tuvo palabras de aliento para nosotros, llevándonos a tener en cuenta que finalmente todo esto pasaría y que en un futuro no muy lejano reiríamos juntos recordando lo ocurrido como una anécdota. Siempre nos animaba a resistir, confiando en que el temporal finalmente pasaría y nosotros teníamos que ir más allá, todo cuanto nos dieran nuestras fuerzas y nuestra capacidad. ¿Cuántas veces no sabemos ni de dónde, compartió con nosotros una sabrosa cena y alguna que otra vez el chocolate caliente que tanto nos gustaba en las tardes de invierno? Nos acompañó a lugares que nadie hubiera tenido el coraje para hacerlo y solidario como él solo, nos esperó pacientemente hasta que hubiéramos vuelto, sin preguntarnos ni reprocharnos nada. Nos entendía tan bien. Una sola mirada bastaba para que supiera que éramos felices o que estábamos tristes; entonces, hacía cualquier cosa por consolarnos, incluso dejarnos dormir entre sus brazos, sin reclamar nunca por alguna pose incómoda o por falta de abrigo y mucho menos por algún plan que tenía y que hubiéramos estropeado. Él siempre estuvo allí para nosotros, cuando más lo necesitábamos. Por eso hoy, que fuimos a visitarlo, nos dolió tanto encontrarlo solitario, olvidado, sin nadie con quien conversar y sin nadie que lo recuerde. ¿Qué pasó con todos sus amigos? Porque nosotros no éramos los únicos. ¿Cuántas veces nos pusimos celosos por la forma en que trataba a otros, como si ellos sí fueran sus verdaderos amigos? Sin embargo, no pasaba un segundo sin volver a mirarnos y abrazarnos, como si fuéramos únicos e insustituibles. ¡Qué complicidad, qué ternura! …si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán. Le contestó: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.

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Lucas 9,28b-36 – Este es mi Hijo

Texto del evangelio Lc 9,28b-36 – Este es mi Hijo

28. Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.
29. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante,
30. y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías;
31. los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.
32. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
33. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía.
34. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor.
35. Y vino una voz desde la nube, que decía: « Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenle.»
36. Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

Reflexión: Lc 9,28b-36

Estamos frente a un episodio único en el Nuevo Testamento. Que recordemos solo hay otro en el que se oye la voz del Padre y es en el Jordán, cuando Jesús es bautizado. Aquí, a ojos de tres discípulos elegidos, que tiene el privilegio de asistir a este encuentro, por unos momentos Cielo y Tierra se unen, en una convergencia nunca antes vista, dejando deslumbrados a los discípulos invitados a atestiguar semejante encuentro. No hay palabras para describirlo. Tan es así que los testigos no dijeron nada a nadie de lo que habían visto. Pongámonos en sus zapatos. ¿Qué diríamos? No hay forma de describirlo. Las palabras se quedan cortas; no alcanzan. Pecando de audaces nos atrevemos a aventurar, sin ánimo de explicarlo, ni abarcar este evento, que asistimos a una apertura en el tiempo y el espacio, en el que Jesús se encuentra con dos personajes distantes varios siglos entre sí y con Él, que desafían toda lógica y realidad conocida. Es algo indescriptible y si el encuentro tiene estos ribetes, imaginemos las vestimentas y todo a su alrededor. Los discípulos no podían dormir, a pesar del sueño que los invadía y es que estaban viendo a Jesús en Su Gloria. Al menos es lo que ellos alcanzaron a comunicar, pero es tal el asombro y el ambiente que los envuelve, tal la sensación de bienestar, que quieren armar unas carpas para quedarse allí. Era un lugar que invitaba a la contemplación: sin tiempo, sin espacio, sin apuro, sin preocupación ni ansiedad alguna. Pocas veces habremos sentido algo semejante, sin embargo hemos tenido encuentros con Dios en nuestras vidas que permiten aproximarnos a aquella sensación, por eso podemos atrevernos a imaginar. Pero nunca hemos escuchado el estruendo de esa voz de Dios, que habla con cariño y al mismo tiempo con autoridad y un inconfundible acento en la Verdad, como solamente Él puede hacerlo, brotando de todo lado, incluso de nuestro interior. La voz de Dios lo penetra todo y hace prácticamente imposible desprendernos de Su vibración que pone en actividad cada una de nuestras células, ordenándolas y poniéndolas en acción al unísono en una misma dirección y con el mismo propósito. Es el mismo Dios que nos habla y nos dice lo que debemos hacer. Y vino una voz desde la nube, que decía: « Este es mi Hijo, mi Elegido; escúchenle.»

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Lucas 11,29-32 – generación malvada

Texto del evangelio Lc 11,29-32 – generación malvada

29. Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás.
30. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación.
31. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.
32. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.

Reflexión: Lc 11,29-32

Algunos de nosotros no estamos conformes con lo que nos ha dicho Jesucristo, la forma en que se ha presentado y lo que ha hecho. Hay a algunos que incluso les parece anacrónico su mensaje, lleno de figuras arcaicas, correspondientes a otro tiempo y otro modo de ver el mundo. Diríamos que prácticamente el mensaje ha quedado obsoleto. Son muchos lamentablemente los que en la práctica piensan así. Decimos “en la práctica”, porque algunos todavía tienen escrúpulos en confesarlo, pero la verdad es que de uno u otro modo Jesucristo significa muy poco para ellos, lo que es realmente preocupante. Este es un fenómeno muy común en Europa, que paulatinamente se va expandiendo por el mundo entero, teniendo cantidad de representantes en los países de América Latina, tradicionalmente católicos. Y es que el fenómeno nos parece que empezó en los años sesenta de la década pasada, cuando llegó el rock, el movimiento hippie, el “amor libre”, los cabellos largos, la marihuana, el LSD y la revolución sexual, entre otras cosas. Creo que es básicamente la generación que ejercía en aquel entonces la paternidad la que quedó pasmada, obnubilada o paralizada. Como resultado de ello, sus hijos crecieron sin renegar, pero tampoco mostrar demasiada simpatía por la religión y el Señor. La tercera generación escasamente acudió al templo en unas cuantas y contadas veces a lo largo de su vida y aunque recibió educación religiosa en el colegio, esta fue impartida por una generación de profesores carentes de fe; profesionales que –no siendo religiosos-, lidiaban con este curso como uno más del currículo. Finalmente, la cuarta generación en ciernes, la generación digital, nacida en este nuevo siglo, desconoce la fe y la religión se presenta como un tema tabú dentro de sus hogares, del que solo llegan a atisbar algo cuando algunos de sus abuelos, promueven la poca fe que recibieron a través de la participación en algunos actos piadosos. La fe va desapareciendo. Los templos van quedando vacíos, en muchas localidades, aun los domingos. Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás.

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Lucas 4,1-13 – No sólo de pan vive el hombre

Texto del evangelio Lc 4,1-13 – No sólo de pan vive el hombre

1. Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto,
2. durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre.
3. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»
4. Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
5. Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra;
6. y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.
7. Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
8. Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»
9. Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
10. porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden.
11. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
12. Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»
13. Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

Reflexión: Lc 4,1-13

Jesús mismo necesita la penitencia o en todo caso pasa por ella para enseñarnos que debemos ser humildes y someternos a ella, si queremos afinar nuestro espíritu. No lo sabemos todo, ni lo tenemos todo. Hemos de tomar nuestros pensamientos, nuestra devoción y nuestro proceder con más humildad, reconociendo que no tenemos la última palabra, que no porque sentimos tan profundamente al Señor en nuestras vidas, ha de ser necesariamente que así lo tenemos. Sospechemos de este sentimiento. Pongámoslo a juicio. Veamos qué tan fuerte y puro es. Sometámoslo a la penitencia para acrisolarlo o en todo caso determinar si es correcto y qué tan limpio y sincero es. No demos por hecho que hemos alcanzado el temple y la altura necesarios. Recordemos que estamos en un camino que va en ascenso y siempre habrá algo más allá, más arriba. Si no tenemos la suficiente humildad, tal vez lo pasemos por alto y no lo veremos. Este es un tiempo ideal, para poner todo en tela de juicio y volverlo a repensar, con la ayuda de la Gracia de Dios, única inamovible. Tal vez estamos atrapados en una rutina que solo es conveniente para nosotros o que solo reditúa beneficios a nuestra vanidad, soberbia y orgullo disfrazadas de falsa humildad. Tal vez nos hemos hecho esclavos y debemos por el contrario desprendernos y dejar todo cuanto nos tiene dominados, sirviéndonos, antes que servir a Dios o al prójimo como se nos tiene mandado. Tal vez incluso estamos sirviendo al demonio, a la debilidad y la perdición, cuando nos creemos encaminados a Dios y sin embargo no somos capaces del menor sacrificio, ni nada que nos incomode y haga salir de nuestra rutina. Tal vez es tiempo de hacer unas renuncias y enfocarnos verdaderamente en lo que constituye nuestro deber, nuestra obligación, aquello que Dios y los nuestros esperan y merecen. ¡Cómo saberlo si no nos apartamos un momento, nos ponemos en penitencia y dejamos que el Espíritu de Dios que habita en nosotros nos ayude a responder! No tenemos todas las respuestas, y es preciso afinarnos para seguir avanzando. Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»

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Lucas 5,27-32 – comen y beben con los publicanos y pecadores

Texto del evangelio Lc 5,27-32 – comen y beben con los publicanos y pecadores

27. Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
28. El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos.
30. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué comen y beben con los publicanos y pecadores ?»
31. Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal.
32. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»

Reflexión: Lc 5,27-32

 

Nos cuesta poner en práctica el ejemplo de Jesús y salir a evangelizar a aquellos que aparentemente, a ojos de los demás, andan perdidos. En cambio el Señor tiene mucho éxito con ellos, lo vemos aquí, en el caso de Leví, que no es nada menos que Mateo, el evangelista. Otro caso notable es el de Pablo, una de las principales columnas de la Iglesia. Por lo tanto es este gesto de Jesús, uno de aquellos que debemos esforzarnos en imitar y puede parecer contradictorio que se nos recuerde esta obligación justo al inicio de la Cuaresma, pero es precisamente para poner el énfasis donde se debe. Ayer hablábamos de la alegría de la boda, hoy tenemos que recordar que todo esto no tiene sentido si no se contagia, empezando por los más necesitados, por los que aparentemente se encuentran más alejados de Dios, por el tipo de vida que llevan. Y es que muchas veces actuamos más bien, como si tuviéramos temor a ser contagiados y queremos llevar una vida de “santos” desde la comodidad de nuestros hogares, aislados, protegidos por una muy profiláctica urna, como las imágenes de los santos que vemos en los templos, olvidando que casi todos ellos, para llegar allí, tuvieron que poner sus pies en el lodo, pasando por el compromiso y trabajo cotidiano, especialmente con los menos favorecidos o los más alejados de Dios, porque, tal como lo dice el Señor, no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Este tiempo de Cuaresma debe servir para recordarnos de modo muy especial este compromiso y llevarlo a la práctica con redoblada vocación y amor. Es allí, entre los que más sufren, entre los que no creen ni tienen esperanza que se tiempla el acero, poniendo a prueba y fortaleciendo nuestra fe, que la tenemos precisamente para difundirla con el ejemplo. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué comen y beben con los publicanos y pecadores ?»

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