Texto del evangelio Lc 9,22-25 – quien pierda su vida por mí, ése la salvará
22. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»
23. Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
25. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?
Reflexión: Lc 9,22-25
Seguir al Señor desde lo que somos. Ese es el gran reto, que nos cuesta comprender. No se trata de renunciar a nuestras circunstancias y huir de ellas para encontrar otras que hagan posible el seguimiento de Cristo, justificando entre tanto el no poder seguirlo, en tanto no se dan las condiciones adecuadas. No. Tenemos que seguirlo aun y especialmente en medio de la dificultad diaria. Esto quiere decir cristianizar cada segundo de nuestras vidas o para decirlo de otro modo, santificar nuestras vidas, que es otra forma de verlo y es en ese sentido que se ha de entender que todos estamos llamados a la santidad. Es en el cómo afrontas tu día a día que has de dar testimonio del amor de Dios. Así, podrías estar preso en una cárcel o en una enfermedad incurable, ciego, sordo, paralítico o con tantas enfermedades de nuestro tiempo y aun allí, en esa circunstancia constituir un modelo de amor a Dios y al prójimo. Ese es el reto. Y desde el otro extremo, ser rico, tenerlo todo, incluso salud, inteligencia y reconocimiento político y social, y sin embargo dar testimonio del amor a Dios y al prójimo. ¿Será más fácil? ¿Será más difícil? Según nos revela el Señor, para estos será mucho más difícil entrar en el Reino de los Cielos, ¿por qué? Porque les será más difícil renunciar a lo que tienen, a sus comodidades, por Dios y por el prójimo. Alguien se preguntará, pero ¿por qué tiene que renunciar? Pues es lógico, para ser cristiano hay que amar: ese es el distintivo. Y, quien ama, no puede ser indiferente a lo que viven sus hermanos y en tal sentido, ha de estar dispuesto a solidarizarse con los que sufren, con los más pobres y desprotegidos, y una forma realista de hacerlo es ayudando a atender sus necesidades básicas. A este fin han de estar al servicio todas nuestras capacidades y recursos, lo que incluye nuestros bienes materiales. Claro, nadie puede estar de acuerdo en que se malgasten inútilmente; ha de aplicarse la astucia y la inteligencia, pero queda claro que ha de primar esta voluntad de amar y servir, independientemente de cuanto tengamos, en cualquier sentido. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
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