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Reflexiones de los Evangelios según San Lucas

Lucas 9,22-25 – quien pierda su vida por mí, ése la salvará

Texto del evangelio Lc 9,22-25 – quien pierda su vida por mí, ése la salvará

22. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»
23. Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
25. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?

Reflexión: Lc 9,22-25

Seguir al Señor desde lo que somos. Ese es el gran reto, que nos cuesta comprender. No se trata de renunciar a nuestras circunstancias y huir de ellas para encontrar otras que hagan posible el seguimiento de Cristo, justificando entre tanto el no poder seguirlo, en tanto no se dan las condiciones adecuadas. No. Tenemos que seguirlo aun y especialmente en medio de la dificultad diaria. Esto quiere decir cristianizar cada segundo de nuestras vidas o para decirlo de otro modo, santificar nuestras vidas, que es otra forma de verlo y es en ese sentido que se ha de entender que todos estamos llamados a la santidad. Es en el cómo afrontas tu día a día que has de dar testimonio del amor de Dios. Así, podrías estar preso en una cárcel o en una enfermedad incurable, ciego, sordo, paralítico o con tantas enfermedades de nuestro tiempo y aun allí, en esa circunstancia constituir un modelo de amor a Dios y al prójimo. Ese es el reto. Y desde el otro extremo, ser rico, tenerlo todo, incluso salud, inteligencia y reconocimiento político y social, y sin embargo dar testimonio del amor a Dios y al prójimo. ¿Será más fácil? ¿Será más difícil? Según nos revela el Señor, para estos será mucho más difícil entrar en el Reino de los Cielos, ¿por qué? Porque les será más difícil renunciar a lo que tienen, a sus comodidades, por Dios y por el prójimo. Alguien se preguntará, pero ¿por qué tiene que renunciar? Pues es lógico, para ser cristiano hay que amar: ese es el distintivo. Y, quien ama, no puede ser indiferente a lo que viven sus hermanos y en tal sentido, ha de estar dispuesto a solidarizarse con los que sufren, con los más pobres y desprotegidos, y una forma realista de hacerlo es ayudando a atender sus necesidades básicas. A este fin han de estar al servicio todas nuestras capacidades y recursos, lo que incluye nuestros bienes materiales. Claro, nadie puede estar de acuerdo en que se malgasten inútilmente; ha de aplicarse la astucia y la inteligencia, pero queda claro que ha de primar esta voluntad de amar y servir, independientemente de cuanto tengamos, en cualquier sentido. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.

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Lucas 2,22-40 – cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor

Texto del evangelio Lc 2,22-40 – cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor

22. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor,
23. como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor
24. y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones , conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
25. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo.
26. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor.
27. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él,
28. le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29. «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz;
30. porque han visto mis ojos tu salvación,
31. la que has preparado a la vista de todos los pueblos,
32. luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»
33. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él.
34. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción –
35. ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»
36. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido,
37. y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones.
38. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
39. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Reflexión: Lc 2,22-40

Celebramos la presentación de Jesús en el templo, importante ritual, según la tradición judía. ¿Qué podemos sacar en claro de la reflexión de este pasaje? Varias cosas que debemos tener en cuenta para la consolidación de nuestra fe. Primero está el hecho que Jesús cumplirá con todas las leyes establecidas desde antiguo, porque no hay nada en el que vaya a llevarlo a faltar el respeto y despreciar lo que constituye la tradición judía, es decir que con hechos ratifica que Él no ha venido a abolir la ley, sino a darle cumplimiento. Y cuando Él se refiere a la ley, se refiere a aquella comunicación constante establecida por el pueblo escogido de Israel con Dios, nuestro Padre, que dio lugar -entre otras cosas y tal vez una de las más importantes-, a los Diez Mandamientos, que no vienen a ser sino la evidencia tangible de esta unión. Hay muchos episodios en el Antiguo Testamento que nos permiten apreciar la constante comunicación de Dios con Su Pueblo escogido. Están allí todos los libros en los que han quedado registrados a través de los siglos. Estos constituyen el sustento de rituales y costumbres como la “presentación en el templo” de la que no abdicará Jesús, sino que por el contrario dará cumplimiento en compañía de sus padres, tal como estaba establecido. De manera que esta es una primera constatación que debemos hacer en nuestra reflexión. No se trata de un borrón y cuenta nueva, sino de una confirmación, lo que nos debe llevar a interesarnos en el Antiguo Testamento, como el origen, lo que da lugar a los hechos que estamos por presenciar en el Nuevo Testamento. Para decirlo en sentido práctico: es posible que no encontremos mejor forma de aproximarnos a Dios y Su Voluntad que a través del conocimiento, reflexión y meditación de los Evangelios, que claramente pertenecen al Nuevo Testamento, lo cual es muy bueno. Sin embargo, la natural evolución en este conocimiento, su profundización, inevitablemente nos llevarán a familiarizarnos paulatinamente con el Antiguo Testamento, porque de algún modo, todo lo que está allí escrito no hace nada más que presentarnos a Jesús o como diría San Juan Bautista, prepararnos el camino, enderezarlo, allanarlo. Por lo tanto podríamos decir que si bien es cierto que no podríamos conocer a Jesús sin la lectura y meditación de los Evangelios, las raíces de estos que penetran en la historia de la humanidad, especialmente de este pueblo escogido, surgen en el período histórico que queda plasmado en los hechos y la vida narrados en estos libros. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.

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Lucas 4, 21-30 – todos daban testimonio de él y estaban admirados

Texto del evangelio (Lc 4, 21-30) – todos daban testimonio de él y estaban admirados

21. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy.»
22. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
23. El les dijo: «Seguramente me van a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.»
24. Y añadió: «En verdad les digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.»
25. «Les digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país;
26. y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.
27. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.»
28.Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira;
29. y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle.
30. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Reflexión: Lc 4, 21-30

Si algo realmente nos llama la atención en este pasaje es la fuerza de los prejuicios. Cuanto pueden estos sobre la razón. Es que muchas veces estamos más dispuestos a hacer caso a nuestras emociones, a nuestras percepciones, por encima de la razón. No se nos ocurre otra cosa para poder explicar la escena que podemos apreciar aquí, en la que el pueblo pasa de la admiración a la ira en unos breves segundos y de no ser porque se trataba de Jesús, el Hijo de Dios, allí mismo hubiera dado con sus huesos, pues trataron de matarlo. Así de grave, espontánea y multitudinaria fue la reacción. Cuantos casos similares, en los que el pueblo hace justicia por sus propias manos nos narra la historia. Ahora puedo recordar el caso de una alcalde de Ilave, en el departamento peruano de Puno, que fue asesinado por la turba enardecida de su pueblo, por presuntos delitos de corrupción. ¿Cómo fue que llegaron a este extremo? Esto es algo que sociólogos y antropólogos han tratado de responder después, sin encontrar justificación razonable alguna. Al parecer fueron unos cuantos los que azuzaron y condujeron a la población a este extremo cruel y salvaje, porque incluso las posteriores investigaciones exculparon a esta autoridad de los delitos que le acusaban. ¿Qué ocurrió entonces? Que por alguna razón primaron y se impusieron los prejuicios que unos cuantos se encargaron de agitar hasta enceguecer a tal extremo a la turba que quienes no participaron en la masacre, observaron temerosos o huyeron a sus casas para desentenderse del crimen. Estamos pues frente a una ciega y enardecida reacción colectiva similar a la que sufre Jesús, de la cual no se hubiera librado como lo hizo, por ser Hijo de Dios. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»

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Lucas 10,1-9 – El Reino de Dios está cerca

Texto del evangelio Lc 10,1-9 – El Reino de Dios está cerca

1. Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
2. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
3. Vayan; miren que los envío como corderos en medio de lobos.
4. No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saluden a nadie en el camino.
5. En la casa en que entren, digan primero: «Paz a esta casa.»
6. Y si hubiere allí un hijo de paz, su paz reposará sobre él; si no, se volverá a ustedes.
7. Permanezcan en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayan de casa en casa.
8. En la ciudad en que entren y los reciban, coman lo que les pongan;
9. curen los enfermos que haya en ella, y díganles: » El Reino de Dios está cerca de ustedes.»

Reflexión: Lc 10,1-9

Frente al Señor, es preciso tomar partido. Siempre habrán niveles y matices de compromiso, a pesar que todos estamos llamados a la perfección, que no es otra cosa que dar el 100% de los que somos capaces. Él nos convoca, Él nos llama y lo hace para enviarnos. Es muy claro: se es cristiano para cristianizar. Ser cristiano demanda esta disposición y compromiso. No somos cristianos para preservarnos a nosotros mismos. Dicho de otro modo, no existe cristianismo sin compromiso con la comunidad, sin profesión de fe en la vida misma, con el propósito de manifestar la presencia de Dios en nosotros, para atraer a los demás a este mismos Camino. Pero esto no ha de hacerse de cualquier modo, sino conforme a un Plan, implementando una estrategia. Esta es de la que Jesús se ocupa en este fragmento del Evangelio. Sí, hay que ir, pero no de cualquier modo, sino de dos en dos y por delante. Parecen minucias, detalles accesorios y sin importancia, pero no lo son, puesto que provienen de Jesús, la Sabiduría Plena, en quién ninguna palabra es ociosa, ni está demás. ¿Por qué de dos en dos? Porque necesitamos de un testigo y al mismo tiempo de un confidente. Porque entre dos, siempre habrá diferencia de criterios, de compromiso, de comprensión y será necesario el diálogo, el acuerdo y la caridad. Es tan acabado, preciso y productivo este método, que actualmente las Redes de mercadeo lo promueven y recomiendan como uno de los mejores métodos para captar clientes, denominándolo como el método ABC, siendo A y B los vendedores, A será el experimentado, el que tome la iniciativa de proclamar las bondades, en tanto B será el testigo que de algún modo se habrá ganado la simpatía del C, a quien se enseña y quiere ganar. Vemos, pues, que aun siendo dos, la tarea se está asumiendo en forma comunitaria, no individual y ese ha de ser nuestro estilo de trabajo. Por algo el Señor nos lo recomienda, pues es la mejor forma de evitar las tentaciones del ego, que siempre están presentes y dispuestas a desviarnos y llevarnos por caminos de autocomplacencia, adulación, mentira, engaño y satisfacción personal. Siempre será posible la complicidad, sin embargo será más difícil entre pares que van por delante, guiados por el Espíritu Santo, con una Misión: proclamar el Reino de Dios. En la ciudad en que entren y los reciban, coman lo que les pongan; curen los enfermos que haya en ella, y díganles: » El Reino de Dios está cerca de ustedes.»

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Lucas 1, 1-4. 4,14-21 – un año de gracia del Señor

Texto del evangelio (Lc 1, 1-4. 4, 14-21) un año de gracia del Señor

1. Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros,
2. tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
3. he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo,
4. para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
14. Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
15. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.
16. Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.
17. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
18. El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
19. y proclamar un año de gracia del Señor.
20. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.
21. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy.»

Reflexión: Lc 1, 1-4. 4, 14-21

Para quien no está muy familiarizado con las Escrituras, esto del “año de Gracia del Señor” resulta un enigma cuya trascendencia escapa en el buen entendimiento del Plan de Salvación que Jesús viene a revelarnos. Podríamos expresarlo diciendo que no entendemos que papel juega, tomándolo como una figura meramente decorativa e intrascendente, al extremo que podríamos omitirla sin variar por eso sustancialmente el mensaje, pero esto sería un error. La cita es del profeta Isaías y el Señor está sosteniendo que todo a lo que este se refería con casi 700 años de anticipación con Él se está cumpliendo. Semejante afirmación constituiría una blasfemia si no viniera de Jesús. Pero en este aspecto ya hemos reflexionado en varias ocasiones anteriores, por lo que ahora bástenos recordar que la aparente coincidencia no es sino la evidencia que Dios tiene un Plan minuciosamente preparado, el cual se irá cumpliendo paso a paso hasta lograr la redención de la humanidad entera. Para eso antes tendrá que pasar por el Sacrificio de la Cruz y será con su preciosísima sangre que borrará nuestros pecados, restaurando la alianza y haciendo posible que alcancemos la Vida Eterna, al vencer la muerte con su Resurrección. Este Plan se cumplirá, tal como Jesús quiere que constatemos que se están cumpliendo las profecías de Elías…me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

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Lucas 3, 15-16.21-22 – Tú eres mi hijo

Texto del evangelio (Lc 3, 15-16.21-22) – Tú eres mi hijo

15. Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16. respondió Juan a todos, diciendo: «Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego.
21. Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo,
22. y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.»

Reflexión: Lc 3, 15-16.21-22

Entre tantos sucesos extraordinarios, que de uno u otro modo corresponden a manifestaciones Divinas, la de hoy tiene un significado medular, porque se trata de una manifestación explícita de Dios, en la que Él mismo reconoce abierta y públicamente a Jesucristo como Su Hijo. Hasta aquí se trató de sucesos cuya interpretación nos llevaban indiscutiblemente a concluir que lo que estaba pasando no podía provenir sino de Dios, porque era imposible atribuirle otra explicación. Así, frente a manifestaciones indudablemente Divinas, solo nos quedaba bajar la cabeza, quedar admirados y alabar a Dios. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Si somos humildes y sinceros, ante la presencia incuestionable de Dios, solo cabe el reconocimiento, la admiración, la alabanza y la gratitud. Más aun cuando todas estas manifestaciones nos descubren un Dios Misericordioso, que se apiada y compadece de nosotros, y solo quiere nuestro bien. Hasta ahora, desde el Adviento solo hemos podido ver a un Dios prodigioso, que irrumpe en nuestra historia con una serie de manifestaciones distribuidas en el tiempo, pero con el único propósito de anunciarnos que tiene un Plan de Salvación, que Su Hijo Jesucristo será el encargado de ejecutar, para lo cual se hará hombre, como nosotros para mostrarnos el Camino. Su anuncio y llegada han venido precedidos de grandes señales, como corresponde a su Divinidad, con el único propósito de suscitar en nosotros la fe, para creer en Él y Su Plan de Salvación, que no consiste en otra cosa que: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Todo ha sido preparado para la “presentación formal y oficial” que hoy hace nuestro mismo Padre, Dios…se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: « Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.»

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Lucas 5,12-16 – si quieres, puedes

Texto del evangelio Lc 5,12-16 – si quieres, puedes

12. Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
13. El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra.
14. Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
15. Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades.
16. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba.

Reflexión: Lc 5,12-16

Su fama se extendía por doquier. Todo el mundo oía de sus prodigios y como es natural los más afligidos por dolencias o males crónicos, los que habían perdido toda esperanza iban a buscarlo para que los cure. Esta era la gente que buscaba a Jesús. Lo que se había oído de este hombre desafiaba todas las convenciones, lógica y leyes de probabilidades. Era realmente prodigioso. Sabemos por propia experiencia que cuando uno ha perdido toda esperanza se encuentra más dispuesto a acudir a quien sea que le dé una posibilidad. Y se contaban tantas historias a propósito de Jesús, que el que menos seguro se preguntaba y por qué no a mí, y se lanzaba a buscarlo. Es lo que haría cualquiera, ¿no es cierto? Los que no tenemos problemas tendemos a ser más racionales; claro, nada nos aflige, nada nos duele, así que no encontramos motivos para recurrir a nadie ni nada en busca de una solución desesperada. Pero hay muchos casos aun hoy, que creemos cada vez menos, en los que la gente busca desesperada soluciones milagrosas y muchos las consiguen, por lo que no hay dudas que la Gracia de Dios sigue actuando y atendiendo a quienes se lo piden con Fe, porque el Señor es Infinitamente misericordioso. Este es el motivo por el cual curaba entonces y por el cual sigue curando hoy, a todo aquel que se lo pide con la fe de este leproso. «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio.» Y al instante le desapareció la lepra.

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Lucas 4,14-22 – …estaban admirados

Texto del evangelio Lc 4,14-22 – …estaban admirados

14. Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región.
15. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos.
16. Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura.
17. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
18. El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
19. y proclamar un año de gracia del Señor.
20. Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él.
21. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy.»
22. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.

Reflexión: Lc 4,14-22

Todos estos días hemos venido acompañando al Señor a través de episodios asombrosos, por lo tanto es natural que todos estuvieran asombrados. La presencia del Señor constituye un suceso excepcional para la población de todas estas comarcas y su fama se iba extendiendo cada vez más. Pero no nos engañemos, no es eso lo que buscaba el Señor, ni por tanto algo de lo que se jactara. Todo este protagonismo tiene un solo objetivo: que todos los hombres y mujeres de entonces y de hoy, a través de los testimonios que nos han llegado, nos fijemos en Él y le creamos, sino por lo que dice, al menos por lo que hace. Y ya ha hecho suficiente estos días como para que consideremos seriamente que merece nuestra atención y nuestro crédito. ¿O es que dar de comer a 5 mil familias con solo cinco panes y dos peces es algo que vemos todos los días? ¿Y cuándo hemos visto antes o después que alguien camine sobre las aguas del mar y que las fuerzas de la naturaleza le obedezcan? Luego están sus palabras y sus enseñanzas las cuales no conocemos de modo específico estos días, pero sí sabemos que la gente lo oía con tal atención y admiración, que se olvidaban de sí mismos y de sus necesidades. ¡Era tal la atención que captaba, el consuelo, la esperanza y la sabiduría que revelaba que lo seguían multitudes, pendientes de cada palabra que salía de sus labios! Si nos causan admiración los prodigios que realizaba, otorguémosle el mismo crédito a sus palabras e imaginemos tan solo lo que estarían sintiendo aquellas personas. Eran tocados en lo más profundo de sus conciencias, sus mentes y sus corazones. ¿Por qué tanta Luz? Porque era preciso alumbrar la Verdad, para que viéndola, todos creamos en ella. Eso es todo. No hay ni el menor atisbo de soberbia, orgullo o vanidad. Jesús quiere que le veamos, le conozcamos y le creamos, porque de ello depende nuestra salvación, que es Voluntad del Padre. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.

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