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Reflexiones de los Evangelios según San Lucas

Lucas 21,34-36 – que no se hagan pesados sus corazones

Texto del evangelio Lucas 21,34-36 – que no se hagan pesados sus corazones

34. «Guárdense de que no se hagan pesados sus corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre ustedes,
35. como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
36. Estén en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengan fuerza y escapen a todo lo que está para venir, y puedan estar en pie delante del Hijo del hombre.»

Reflexión: Lucas 21,34-36

El Señor nos advierte sobre tres aspectos claves que debemos cuidar en nuestro comportamiento y al mismo tiempo insiste sobre el único medio que nos pueden garantizar que esto sea posible: estar en vela orando todo el tiempo. Esto es en lo que debemos reflexionar el día de hoy, a fin de integrarlo a nuestra vida como algo fundamental. Lo que debemos cuidar nos será imposible si no estamos en vela orando todo el tiempo. Ahora tratemos de aclararnos lo que quiere decir. Hay dos aspectos a considerar, el primero es que sin Dios no podemos nada. Nos equivocamos totalmente si pretendemos hacerlo ignorando esta premisa fundamental. La Salvación no es obra nuestra, aunque es verdad que nos llegara a cada uno de modo personal. La Salvación es obra de Dios, porque esa es Su Voluntad, por lo tanto no la alcanzaremos sin Él, así que descartemos cualquier voluntarismo o activismo fundado tan solo en nuestras fuerzas. Así no la alcanzaremos jamás. ¡Jamás! Preocupémonos de haberlo entendido. La Salvación es obra de Dios, no nuestra. Pidamos incansablemente esta Gracia, que Él nos concederá. Tenemos que incorporar a Dios a nuestra vida cotidiana, a cada uno de nuestros pasos, latidos y respiraciones. Sin Él no podemos nada; con Él lo podemos todo. Guárdense de que no se hagan pesados sus corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso.

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Lucas 21,29-33 – sepan que el Reino de Dios está cerca

Texto del evangelio Lucas 21,29-33 – sepan que el Reino de Dios está cerca

29. Les añadió una parábola: «Miren la higuera y todos los árboles.
30. Cuando ya echan brotes, al verlos, saben que el verano está ya cerca.
31. Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que el Reino de Dios está cerca.
32. Yo les aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.
33. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Reflexión: Lucas 21,29-33

Malas noticias, son buenas noticias, como reza el dicho popular, ya vemos por qué… Porque si el fin de este mundo y la muerte física solo nos traerá el Reino de Dios, podemos alegrarnos cuando anden peor las cosas, porque se acerca nuestra liberación. Es verdad que nadie quiere el sufrimiento ni el dolor, que en algunos casos pareciera infinito. Hay mucha violencia en el mundo y ocurre cada crimen peor que el anterior, que uno se llega a preguntar que nos está sucediendo hasta qué extremo somos capaces de llegar. Dos cosas nos han espantado hoy. La primera que unos delincuentes en moto, unos sicarios, se aproximaron a una camioneta y con toda sangre fría asesinaron al chofer dándose a la fuga, mientras el hombre tenía como copiloto a su menor hijo de 2 años, quien fue testigo de todo. ¡Cómo es posible! ¿Qué clase de seres humanos son estos? No parece que tuvieran la misma composición genética nuestra. Y el otro es el asesinato a mansalva de un líder de la oposición en Venezuela cuando se encontraba la Sra. Tintori –esposa de Leopoldo López- en inmediaciones. Y que luego Maduro y Diosdado salgan como perros rabiosos a negar su participación, lo que es tan dudoso como que no haya habido participación del gobierno peruano en el asesinato de Fasabi, mandadero de la pareja presidencial muerto en extrañas circunstancias cuando se investigaba la sustracción de las Agendas de Nadine, o la muerte del Fiscal Nissman un día antes de su presentación en el Congreso Argentino, destapando los acuerdos oscuros del gobierno con Irán. ¿Qué está pasando? ¿Son estos actos demenciales que debemos interpretar como aviso de la cercanía del Reino de Dios? Así también ustedes, cuando vean que sucede esto, sepan que el Reino de Dios está cerca.

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Lucas 21,20-28 – las fuerzas de los cielos serán sacudidas

Texto del evangelio Lucas 21,20-28 – las fuerzas de los cielos serán sacudidas

20. «Cuando vean a Jerusalén cercada por ejércitos, sepan entonces que se acerca su desolación.
21. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella;
22. porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.
23. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! «Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y Cólera contra este pueblo;
24. y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.
25. «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
26. muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
27. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
28. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza porque se acerca su liberación.»

Reflexión: Lucas 21,20-28

Hay muchas formas de tomar este texto. Una de ellas es la interpretación literal, que sin duda es de pavor, sobre todo si nos quedamos con la narración llena de predicciones apocalípticas. Acentuando este aspecto es comprensible sentirse amenazado y persuadido a preguntar ¿Quién podrá salvarse? ¿Hay algo que podamos hacer para salvarnos? Estás son precisamente las preguntas que se quiere suscitar, para llamar a la reflexión. El que menos ha visto o presenciado calamidades atroces y es capaz de reconocer lo impotentes e indefensos que somos ante tales sucesos. No solo son devastadores, sino usualmente sorpresivos, por lo que podemos concluir que es prácticamente imposible huir de ellos. Siendo así, en realidad ¿no debíamos sentirnos siempre advertidos y estar en guardia? Hemos de coincidir en que lo más razonable sería vivir de tal modo que nuestros actos reflejen la conciencia de estar listos y preparados para cuando sucedan estos hechos. ¿No es lo más lógico? Al menos, así nos lo enseñaron nuestros abuelos y nuestros padres. Recuerdo a nuestra abuela y nuestra madre señalándonos la “M” que todos tenemos en la palma de nuestras manos, enseñándonos que esta quería decir “memento mori” o “recuerda que todos tenemos que morir”. ¿No es razonable y prudente tener siempre en cuenta que este momento habrá de llegar cuando menos lo esperamos? ¿No nos esforzaríamos por dar el sentido correcto a la vida si así fuera? Pues creemos que esto es, entre otras cosas, lo que pretende el Señor en estos versículos. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.

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Lucas 21, 12-19 – serán odiados de todos por causa de mi nombre

Texto del evangelio Lucas 21, 12-19 – serán odiados de todos por causa de mi nombre

12. «Pero, antes de todo esto, les echarán mano y los perseguirán, entregándolos a las sinagogas y cárceles y llevándolos ante reyes y gobernadores por mi nombre;
13. esto les sucederá para que den testimonio.
14. Propónganse, pues, en su corazón no preparar la defensa,
15. porque yo les daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos sus adversarios.
16. Serán entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de ustedes,
17. y serán odiados de todos por causa de mi nombre.
18. Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza.
19. Con su perseverancia salvarán sus almas.

Reflexión: Lucas 21, 12-19

El panorama que se le presenta a todo cristiano, no es precisamente un lecho de rosas, tal como aquí nos lo dice muy claramente el Señor. Así que si nuestra vida transcurre en una monotonía que linda con el tedio y el aburrimiento, debemos ponernos en guardia, porque seguramente no estamos viviendo cristianamente. No sería nada extraño, ya que en general podemos constatar en nuestras sociedades mayoritariamente católicas, que no somos el motor del cambio, no al menos en la proporción y con el compromiso que debíamos serlo. Solo así se explica que hace algunas semanas se presentara en televisión nacional peruana, en un programa de alcance nacional, la representante de un colectivo de mujeres que se denomina “Mujeres católicas en favor del aborto”, es decir, un disparate tan grande como decir “Movimiento africano en favor dela esclavitud de los negros” o “Movimiento indigenistas pro reinstauración del Virreinato” o “Movimiento homosexual pro celibato”. Más allá de la gracia que nos pueda causar, revela la ignorancia total del cristianismo en mujeres que, a lo mejor con la más buena intención, quieren decir que creen en Jesucristo y no ven por qué ello tiene que estar renegado con el aborto, sin darse cuenta que la sola incompatibilidad delata su ignorancia de la procedencia, la vida, la misión y mentalidad de Cristo. Ignorar no es pecado y como se suele decir, la ignorancia es atrevida. Todo lo cual no hace menos disparatada su declaración, aunque para algunos y para ellas mismas pueda parecer una “opción”, palabra tan de moda utilizada para relativizar y aceptar cualquier posición, como si fuera cuestión de gustos u opiniones. Es claro que estas “católicas” no han leído jamás estos versículos…serán odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de su cabeza. Con su perseverancia salvarán sus almas.

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Lucas 21,5-11 – no quedará piedra sobre piedra

Texto del evangelio Lucas 21,5-11 – no quedará piedra sobre piedra

5. Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo:
6. «Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»
7. Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?»
8. Él dijo: «Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy» y «el tiempo está cerca». No les sigan.
9. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se aterren; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.»
10. Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
11. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo.

Reflexión: Lucas 21,5-11

Lejos de aterrorizarnos y llenarnos de miedo, que es como generalmente somos persuadidos a tomar estos versículos, el Señor nos quiere advertir sobre lo efímero que es todo cuanto podemos ver o atesorar, incluso las obras más colosales y representativas del mundo, como era el Templo para aquellos interlocutores, tienen fecha de caducidad. ¿Cómo dejar de pensar ahora mismos en la famosas Torres Gemelas, destruidas por los atentados terroristas del 11 de setiembre? Ello nos debe conducir a reflexionar que no hay nada, absolutamente nada, en este mundo que valga la pea admirar o apreciar de tal modo que cifremos en ello nuestra existencia y que por lo tanto nos aterre su pérdida. Todo pasará un día, sin que ello tengamos que tomarlo como señales del fin del universo, que desde luego llegara algún día. Esto no nos debe preocupar, porque sabemos que pasará. ¿En qué debemos centrar nuestra atención entonces? En la vida, en aquello que efectivamente es irrecuperable, que hemos recibido en administración temporal y de la que debemos rendir cuentas a su fin, que llegará tan de pronto y veloz como un abrir y cerrar de ojos. «Esto que ven, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.»

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Lucas 21,1-4 – ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba

Texto del evangelio Lucas 21,1-4 – ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba

1. Alzando la mirada, vió a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro;
2. vio también a una viuda pobre que echaba allí dos moneditas,
3. y dijo: «De verdad les digo que esta viuda pobre ha echado más que todos.
4. Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.»

Reflexión: Lucas 21,1-4

El Señor escoge el ejemplo de esta mujer viuda para enseñarnos cuál debe ser nuestro compromiso con la obra de la Iglesia y hasta qué punto debemos estar dispuestos a dar. De lo que se trata es de poner en juego todo lo que tenemos por amor a Dios y al prójimo, sin reservarnos nada. El ejemplo no puede ser más elocuente, dado que un mujer viuda y pobre era lo más bajo del escalafón económico y social de aquellos días. Y si prestamos atención, esta mujer está dando todo lo que tenía para vivir: TODO. Claro, dirán algunos, siendo tan pobre, por mucho que significara para ella lo que estaba poniendo, serían unas cuantas monedas de escaso valor. Cierto, pero no se reservó nada, ni si quiera lo necesario para vivir. ¿Qué denota esto? Desprendimiento, generosidad y fe. Desprendimiento porque no se aferra a nada; todo lo que tienen lo da. ¿Alguna vez hemos sido capaces de tal audacia? ¿No? ¿Por qué? Porque tenemos tanto que avergonzaríamos a cualquiera. Además, nos ha costado toda la vida acumularlo, por lo que no estamos dispuestos a darlo así por así. Si llegara el caso, tendríamos que considerarlo, pero hasta ahora no ha habido necesidad. ¿Será cierto? ¿O será más bien que no vemos más allá de nuestras narices? ¿O será que estamos tan aferrados a lo que tenemos, que moriremos antes de ceder un gramo de lo que hemos atesorado?…todos éstos han echado como donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.

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Lucas 20,27-40 – son hijos de Dios

Texto del evangelio Lc 20,27-40 – son hijos de Dios

27. Acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron:
28. «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano.
29. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos;
30. y la tomó el segundo,
31. luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos.
32. Finalmente, también murió la mujer.
33. Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.»
34. Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido;
35. pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido,
36. ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
37. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
38. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.»
39. Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.»
40. Pues ya no se atrevían a preguntarle nada.

Reflexión: Lc 20,27-40

Aquí el Señor nos habla de una realidad sobrenatural, a propósito de las preguntas y pruebas a las que estaba siendo sometido por unos saduceos. Para nosotros es posiblemente una de las pistas más claras respecto a lo que será la vida futura. Son muchas las oportunidades en las que el Señor nos insinúa y hace ver que nuestra perspectiva y visión son completamente distintas a la perspectiva y visión de Dios, porque se trata de algo así como dos planos o dos dimensiones distintas. Este es un concepto que hemos entendido de modo intuitivo, que es reafirmado de algún modo en este pasaje, cuya trascendencia es incalculable a momento de definir a Jesucristo, puesto que algunos destacados intelectuales, entre ellos filósofos, científicos, historiadores y aun estudiosos de la religiones tropiezan con este aspecto y tratan de explicarlo de un modo intelectual, dentro de nuestras reglas y lógica mundana y obviamente fracasan. ¿Por qué? Porque estamos frente a Dios hecho hombre. No podemos omitir este dato fundamental. Si lo desconocemos, muchas preguntas quedan sin respuesta y no llegamos a entender a Jesucristo en Su verdadera dimensión. No basta reconocer que fue un hombre excepcional, incluso el más destacado entre los mortales, siempre habrán vacíos que no llegaremos a cubrir si no estamos dispuestos a reconocer que más allá de eso y por encima de todo, estamos hablando del Hijo de Dios, lo que lo hace abismalmente distinto a nosotros y poseedor de una visión más amplia y trascendente, lo que Él mismo nos invita a reconocer cuando nos dice que es: El Camino, La Verdad y La Vida. Solo a través Suyo llegamos al Padre y con Él a la Vida Eterna…los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.

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Lucas 19,45-48 – cueva de bandidos

Texto del evangelio Lc 19,45-48 – cueva de bandidos

45. Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
46. diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos!»
47. Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle,
48. pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.

Reflexión: Lc 19,45-48

Hay tres formas cada vez más amplias de reflexionar en este pasaje de los evangelios. Quien toma por primera vez la Palabra del Señor o no es muy asiduo a su lectura, rescatara aquello con lo que nos quedamos todos, por evidente. Al Señor le molesta ver que la gente ha hecho del templo un mercado, donde se compran y venden, como en una casa de remate o un mercadillo toda clase de especies para luego sacrificarlas a Dios. Es obvio que cada quien comprará lo que está a su alcance, muchos regatearán el precio y otros tantos serán engañados por los vendedores dándoles sus productos a mayor precio, aprovechando de su ignorancia o inocencia. No faltarán los que pudiendo comprar la pieza más cara, fingirán pobreza o por avaricia no comprarán sino lo más económico, para no mellar su fortuna en ningún modo y sin embargo no dejar de ofrecer un sacrificio a Dios. Es decir que en el atrio del templo, donde se producen todas estas transacciones, en buena cuenta se negocia y se juega con la fe: pagando para ostentar, dejando de pagar por avaricia, fingiendo pobreza para pagar menos, dando todo lo que se tiene para obtener una Gracia de Dios y desde luego no faltará quien ofrece sacrificios en agradecimiento por las Gracias recibidas. Todo aparentemente medido en dinero. Fe, devoción y salvación negociadas. ¿Cómo podía pasar indiferente ante esta afrenta quien nos exige escoger entre Dios y el Dinero? Es evidente que todo Su mensaje, el mensaje de Dios, en la práctica ha sido tergiversado. De allí Su ira. Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero ustedes la han hecho una cueva de bandidos ! »

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