el reino de Dios
No anden cambiando de casa. Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les pongan, curen a los enfermos que haya, y digan: «Está cerca de ustedes el reino de Dios.»
Jueves de la 26ta Semana de T. Ordinario | 30 de setiembre del 2021 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
Reflexión sobre las lecturas
el reino de Dios
Para el Señor no hay nada más importante que el anuncio de el Reino de Dios. Esta es la misión a la que estamos llamados todos. Y de nosotros no requiere nada más que nuestra disposición para hacerlo tal como Él mismo nos indica.
No es un paseo. Encontraremos oposición rabiosa, perversa y abusiva. ¿Qué otra cosa puede esperar un cordero que se atreve a desafiar a una manada de lobos? Nos estarán buscando, poniendo trampas y esperando que tropecemos.
No será fácil. Sin embargo, el Señor espera que vayamos sin más que lo que llevamos puesto. No necesitamos nada más que conocer el anuncio. Tenemos que confiar, porque Él hará el resto. Ni si quiera nos asegura éxito.

Prediquemos el reino de Dios
Basta con que vayamos y hagamos lo que nos manda. Quedarnos en casa de quien nos reciba. Es decir, saber discernir la situación y el comportamiento de quienes nos reciban. Quedarnos donde nos quieren bien. Con quienes nos ofrecen hospitalidad.
Si encontramos oposición, no perder el tiempo dando explicaciones, ni buscando convencer, porque aquello será una pérdida de tiempo. Perdemos el tiempo esforzándonos por quien no nos quiere, por quien nos rechaza.
Sacudámonos el polvo de sus casas, hacerles saber que de todos modos el reino de Dios está cerca y sigamos adelante con quien nos quiera oír. La estrategia es muy simple. Trabaremos amistad con aquel que nos recibe y atiende con docilidad o incluso con asombro. Allí nos quedaremos y comeremos lo que nos ofrezca.
Anunciar el Evangelio del Reino
Estos últimos son los que nos interesa. Es a ellos que anunciaremos con mayor dedicación que el reino de Dios está cerca. Que deben disponerse a recibirlo y darlo a conocer a los demás. Estos son corderos como nosotros. Conocen la voz del pastor y están dispuestos a seguirlo.
Nuestra Misión es marchar y anunciar. Es echarnos a caminar sin mirar atrás. Sin otro plan ni precaución alguna que no sea ponernos en manos del Señor. Sí, hay una estrategia a la que tal vez no le hemos dado demasiada importancia: la de marchar de dos en dos.
Parece una trivialidad, pero quien ha hecho solo el esfuerzo de llevar a el anuncio del Evangelio, a menudo corre el peligro de sentirse intimidado, solo o defraudado, lo que puede conducirlo a depresión y a no ser muy objetivo al momento de evaluar los resultados.
La actitud correcta
Por algo reza el dicho: una pena entre dos es menos atroz. La experiencia indica que es una buena estrategia. Finalmente, y no por eso menos importante, tengamos siempre presente la oración para que el Señor envíe más obrero a la mies.
Tengamos presente que somos obreros; personas modestas, humildes y sencillas. No funcionarios y mucho menos catedráticos o doctores. No buscamos privilegios, ni que nos sirvan o agradezcan. Es al Señor a quien tenemos el privilegio de servir y a quien ha de serle dada toda la Gloria.
Esa ha de ser la actitud de quien reconoce esta vida como un peregrinar, como un tránsito temporal al reino de Dios, al cielo, a la Vida Eterna. No hay nada aquí a qué aferrarse. Nada que atesorar, que no sea el amor de Dios, llevando una y mil almas al cielo.
El Señor está a la puerta y llama
No haberlo creído o no vivirlo de este modo tal vez sea lo que viene retardando Su llegada, porque no hay coherencia entre el imperativo que el Señor propone y la forma tan “personalizada” en cada quien lo toma.
Para decirlo de otro modo, tomamos tantos rodeos o lo adaptamos a de tal manera a nuestro gusto y ritmo que lo que bien podría haberse realizado en un tiempo perentorio ha resultado demorando dos, tres o quien sabe cuántas veces más.
Oración:
Padre Santo, ayúdanos a comprender que, estando cerca el reino de Dios, lo que sin duda es una Buena Noticia para la humanidad entera, exige de nosotros cierta celeridad en el anuncio para llegar a toda la humanidad, para acelerar la segunda y definitiva venida del Señor. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
(504) vistas
Imágenes Relacionadas: