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Marcos 6,30-34 – sintió compasión de ellos

Texto del evangelio Mc 6,30-34 – sintió compasión de ellos

30. Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31. El, entonces, les dice: «Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
32. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
33. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
34. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Reflexión: Mc 6,30-34

Cómo no sentirse seguro ante la delicadeza, la sensibilidad que muestra el Señor. No es solo con el pueblo, con los pobres, con la muchedumbre que lo sigue, sino con sus mismos discípulos. Qué diferencia podemos percibir en su trato empático, cortés, comprensivo, que no vemos frecuentemente en quienes tienen la misión de gobernar y dirigir empresas, equipos y naciones. Por lo general todos andamos tan preocupados y comprometidos con alcanzar nuestras metas, que no tenemos tiempo para simpatizar con quienes con nosotros trabajan para lograr el mismo objetivo. El detalle nos parece enternecedor y revela el gran corazón de Jesús. Los hombres aquellos vuelven de la misión a la que habían sido enviados y empiezan a rendir sus informes. Podemos imaginar el entusiasmo con el que cada quien contaba lo que habían vivido, pero también el cansancio que reflejaban en sus caras. El Señor sabe lo urgente que es la tarea, pero al mismo tiempo conoce que los tiempos de Dios no son los mismos que los nuestros. Las prioridades son distintas y si bien hay que trabajar, no hay que estresarse, como conviene al sistema en el que vivimos, en el que con tal de acumular, dejamos hasta de comer. El Señor y sus discípulos tenían dificultades para controlar al gentío, pero no porque alguno de uno u otro lado buscaran sacar provecho y enriquecerse, sino porque todos buscaban esperanzas y consuelo. Tal es la avidez que despiertan las Palabras de Jesús. Sí, es verdad, no podía comer a causa de la gente y sus súplicas, pero esto es muy distinto a dejarlo todo por no perder la oportunidad de incrementar nuestras riquezas. No se trata de aprovechar la ocasión, sino de atender a las necesidades de los desvalidos, de los menos favorecidos. Jesús comprende el agotamiento de sus discípulos y les propone merecidamente salir de allí, porque es necesario apartarse, reflexionar, orar y oxigenarse. Esto nos debe poner en alerta respecto a aquella premura que a veces solemos sentir, que pretende impulsarnos más allá de nuestras posibilidades; debemos tomarlas con precaución, porque lo propio del Señor es más bien la paz. La salvación no está librada a nuestras propias fuerzas, sino a Su Voluntad. Pongámonos en Sus manos y no dejemos de trabajar por el Reino, en tanto nuestras fuerzas nos lo permitan. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

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Marcos 6,14-29 – El rey se llenó de tristeza

Texto del evangelio Mc 6,14-29 – El rey se llenó de tristeza

14. Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
15. Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»
16. Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»
17. Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
18. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»
19. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
20. pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
21. Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
22. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»
23. Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»
24. Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
25. Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
26. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
27. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
28. y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre.
29. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Reflexión: Mc 6,14-29

La frase y la sentencia que hemos escogido para reflexionar no corresponden a Jesús, sino a Herodes. Creemos que debemos ponernos a pensar cómo es posible que puedan usarse algunas expresiones e incluso exteriorizar tan buenos sentimientos y ser un canalla. Y es que todos los hombres y mujeres estamos hechos del mismo “material”, sin embargo diferimos en nuestra percepción del mundo, tanto por el ambiente en el que hemos crecido, como por la forma en que hemos sido educados. Cuesta mucho desarraigar ciertos conceptos, que luego se traducen en sentimientos. Veía hoy en un noticiero en Televisión Española un informe en el que se hacía un llamado a diferentes colectividades de derechos humanos y a la ONU para que intervenga en algo que de solo oírlo me causo mucha indignación y rechazo. No sé por qué motivo, porque llegué tarde, pero se referían a la ablación, también conocida como la circuncisión femenina o mutilación genital femenina (MGF) y mostraban imágenes de mujeres mayores realizando esta operación en niñas usando las puntas de un espino o cuchillas para afeitar, en condiciones totalmente deplorables y antihigiénicas, dejando infecciones, enfermedades y traumas en las pobres niñas sometidas a tan bárbara costumbre. Sin embargo para muchos pueblos de África meridional esta es una costumbre “sana y natural”. Es muy probable que lleven a cabo este acto de buena fe, con la mejor de las intenciones. Y a pocos de ellos se les ocurre que están cometiendo una salvajada imperdonable. No tenemos que remontarnos más de 500 años para encontrar algunos pueblos que todavía realizaban sacrificios humanos para aplacar o agradar a sus dioses, con diferentes propósitos. Pues se nos ocurre que en este mismo desorden mental vivía Herodes, quien siendo capaz de sentimientos tan nobles como el aprecio y la tristeza que sintió por Juan, no tuvo sin embargo suficientes reparos para sacrificarlo con tal de satisfacer el capricho de aquella damita que lo había deslumbrado. El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.

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Marcos 6,7-13 – Les ordenó que nada tomasen para el camino

Texto del evangelio Mc 6,7-13 – Les ordenó que nada tomasen para el camino

7. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja;
9. sino: «Cálcense con sandalias y no vistan dos túnicas.»
10. Y les dijo: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta marchar de allí.
11. Si algún lugar no los recibe y no los escuchan, márchense de allí sacudiendo el polvo de la planta de sus pies, en testimonio contra ellos.»
12. Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
13. expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Reflexión: Mc 6,7-13

Sentimos que debemos reflexionar hoy en torno a lo que manda el Señor a sus discípulos a quienes envía de dos en dos. El Señor manda, ordena, exige, a quienes han decidido seguirle. Hay, entonces, dos requisitos que van de la mano: el primero, tomar la decisión de estar con Él, de ir con Él, de seguirle, lo que ya implica un primer acto de fe, pues hemos de seguirlo donde vaya, confiando plena y ciegamente en Él. El segundo, inseparable del primero, es obedecer lo que nos mande. La misma fe que nos lleva a seguirlo ha de llevarnos a obedecerle ciegamente en aquello que disponga. En resumen: fe, seguimiento y obediencia, son los rasgos propios e indispensables del cristiano. Obviamente, cristiano es quien sigue a Cristo, y la forma de seguimiento es la obediencia ciega. Es que si no es de este modo, lo que evidenciamos es falta de fe y el requisito sine qua non, es decir la condición indispensable es la fe y la fe verdadera solo se evidencia en la obediencia absoluta, ciega, confiada. Esto es lo que el Señor espera de nosotros. Entonces, pensemos bien antes si estamos dispuestos y una vez decididos, no volvamos atrás, sino, sigamos ciegamente Sus mandatos. ¡Él manda! ¡Nosotros obedecemos! Por eso nuestra oración ha de ser constantemente: Habla, Señor, que Tu siervo escucha (1 Samuel 3,8-9). Estemos atentos para hacer lo que nos manda. Somos Sus siervos, Sus esclavos, Sus operarios, puestos total y completamente a Su servicio. Esto no es badana. Se trata de una decisión muy seria, que involucra toda nuestra vida. No se trata de un juego de palabras, ni de una expresión figurada, sino de un hecho real, que ha de ser determinante en nuestras vidas. ¿No vemos o no nos parece que haya muchos cristianos que toman de este modo al Señor? Tal vez sea cierto, tal vez tengamos razón en nuestra apreciación, tal vez por eso sea que el Reino de Dios está cerca, pero no llega, sin embargo a nosotros no nos toca juzgar, sino proceder conforme a nuestra recta conciencia. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja…

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Marcos 6,1-6 – La multitud, al oírle, quedaba maravillada

Texto del evangelio Mc 6,1-6 – La multitud, al oírle, quedaba maravillada

1. Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen.
2. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?
3. ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él.
4. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.»
5. Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos.
6. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

Reflexión: Mc 6,1-6

Es realmente lamentable que ocurra esta paradoja entre nosotros. No estamos dispuestos a darles crédito a nuestros amigos y parientes. Basta que les conozcamos un poco, para tenerlos, como se dice, tarifados. Son las famosas etiquetas que tanto daño nos hacen. Una vez que asumimos que fulano es un vividor, que mengano es un irresponsable y que perencejo es un cucufato, pueden hacer lo que quieran que siempre los estaremos observando con los mismos lentes. A pesar de la admiración que pueden despertar, tal como ocurre aquí con Jesús, vendrán a nuestra mente los parámetros bajo los cuales los hemos encasillado y trataremos de ver todo bajo esa perspectiva, lo que nos obliga a tener que abandonar nuestro hogar y nuestra tierra si queremos tener la oportunidad de despegar. Es realmente injusto, pero es así, por lo que mal hacemos en tener esperanzas de lograr el estímulo y apoyo necesario de los nuestros; difícilmente lo lograremos; es una experiencia que se repite una y otra vez. ¿Qué quiere decir esto? Tomémonos unos minutos para reflexionarlo, así estaremos preparados la próxima vez que se nos presente una situación similar. Entre los vendedores, es un lugar común encontrar resistencia a nuestros proyectos entre nuestros familiares. Cualquier “idea brillante” será automáticamente extinguida por nuestros familiares más cercanos, precisamente aquellos de quienes esperaríamos comprensión y apoyo. Con inusitada rapidez encontrarán los mil defectos que pasaste por alto y todas las debilidades por las que eso que te propones no es para ti. Del mismo modo les sonará hueco y falsa cualquiera de tus propuestas, más, cuanto más alejada se encuentre del perfil con el que ya te tienen catalogado. ¿Qué hacer? Salir; ampliar nuestros horizontes. Si buscamos aprobación entre los nuestros, corremos el gran riesgo de terminar frustrados y desanimados. Veamos que el mismo Jesús quedó maravillado por su falta de fe. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?

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Marcos 5, 1-20 – cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo

Texto del evangelio Mc 5, 1-20 – cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo

1. Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos.
2. Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo
3. que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas,
4. pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
5. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras.
6. Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él
7. y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.»
8. Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
9. Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.»
10. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
11. Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;
12. y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.»
13. Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara – unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar.
14. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.
15. Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.
16. Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos.
17. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
18. Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar con él.
19. Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.»
20. Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados.

Reflexión: Mc 5, 1-20

Nos inclinamos en pensar que el hombre es esencialmente bueno, y ha de ser así, puesto que hemos sido creados por Dios y Dios no hace adefesios, ni basura, ni cosas malas. Él nos ha hecho Bien. Podemos repetir esto como “dogma”, sin temor a equivocarnos. Sin embargo, lamentablemente de allí no se puede concluir que el hombre siempre elija lo bueno, lo mejor, el Bien. Precisamente aquí radica la gran dificultad existencial por la cual se hace necesario que Dios nos envíe a Su Hijo Jesucristo como nuestro Salvador. Es que Dios nos ha creado LIBRES y como tales, podemos escoger entre el Bien o el Mal, el que prefiramos. Obviamente lo que nos conviene, lo sensato, lo que tendríamos que escoger es el Bien, pero por muchos motivos, algunos de los cuales esperamos develar aquí –con la ayuda de esta historia-, no siempre lo hacemos así. Esto es precisamente lo que muchos definen como libertinaje, es decir, hacer mal uso de la libertad para escoger lo que nos daña o daña a los demás. Es un absurdo en el que lamentablemente caemos, a pesar de las advertencias. Resulta prudente recordar aquí la historia del Paraíso en el Libro de Génesis, en que se nos narra precisamente que Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso por comer del árbol prohibido. Si eres de los “cristianos modernos” que se pasan el Génesis por considerarlo un libro mítico, tal vez convendría proponernos la revisión de nuestros conceptos y una nueva lectura bajo esta óptica. Dios nos ha creado para ser felices y tiene un Plan para que alcancemos esta felicidad; solo hay que seguirlo. Sin embargo, no faltan entre nosotros los testarudos, que se obstinan en llevarle la contra, en hacer el mal, es decir aquello que nos daña o perjudica, que es contrario a lo que Dios nos manda. Por eso, repetimos, necesitamos de una Salvador, que nos señale con autoridad el Camino. Eso es lo que hace Jesús. Él nos revela la Voluntad del Padre y hace todo lo necesario para persuadirnos, a fin que le creamos, porque sabe que solo entonces haremos lo que Dios nos manda, que siendo lo mejor y por lo tanto, lo que nos conviene, no todos estamos dispuestos a hacer, porque mantenemos intereses personales y egoístas que aparentemente se oponen a los Planes de Dios. Es decir que tácitamente –aunque no lo digamos con estas palabras-, consideramos que Dios está equivocado y que nosotros tenemos mejores planes que Él. Aunque no lo verbalicemos, eso es lo que expresan nuestros actos: nuestros planes son mejores que los de Dios. «Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de ti.»

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Marcos 4,35-41 – se llenaron de gran temor

Texto del evangelio Mc 4,35-41 – se llenaron de gran temor

35. Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.»
36. Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras barcas con él.
37. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca.
38. El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
39. El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
40. Y les dijo: «¿Por qué están con tanto miedo? ¿Cómo no tienen fe?»
41. Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»

Reflexión: Mc 4,35-41

Es natural que tengamos temor a todo aquello que sucede en forma extraordinaria y aparentemente –a nuestro entender-, no tiene explicación razonable. Esto es lo que ocurre entre los discípulos de Jesús y la gente que lo acompañaba en aquella barca, cuando Jesús, ante el temor de sus acompañantes, mandó callar y enmudecer al viento y al mar.

Ya estaban asustados con la fuerza de la naturaleza, que por momentos parecía que provocaría el hundimiento de la nave, para encima tener que procesar con naturalidad que el Señor, si así lo desea, tiene poder sobre todo elemento natural si tan solo así lo quiere y ordena.

Esto es algo sin duda extraordinario e inexplicable para quien no tiene fe. Ello quiere decir que sin este argumento, sin esta pieza fundamental, no tiene explicación. Así, la fe es un ingrediente imprescindible para explicar y entender lo que está sucediendo.

Lo extraordinario da temor

Si proseguimos en este razonamiento tendremos que convenir en que Jesucristo –siendo el Hijo de Dios, como Él mismo se da a conocer-, es Dios. Y, para Dios, no hay nada imposible. Cuando decimos nada, estamos queriendo significar eso: NADA. Pero, ¿logramos realmente asimilarlo y entenderlo?

Hemos de creer que Él está por encima y más allá de todo cuanto podemos pensar e imaginar. Por lo tanto Su sola presencia puede cambiarlo todo, explicarlo todo, determinarlo todo. Esto es lo que debemos creer, pero solo es posible si tenemos fe.

Por lo tanto, la pregunta es ¿tenemos fe? ¿No la tenemos? ¿Qué necesitamos para tenerla? ¿No hemos recibido suficientes evidencias en nuestras vidas para creer que Dios existe? ¿Por qué nos llenamos de temor si sabemos que nos acompaña permanentemente, aun cuando a veces parezca dormido?

¿Los discípulos y la gente que lo acompañaba no había recibido ya estas evidencias en varias ocasiones? Los evangelios constituyen, entre otras cosas, la narración de una serie de sucesos extraordinarios que no tienen explicación razonable alguna –según nuestro criterio-, sino aceptamos que se trata de manifestaciones de Dios, para quien no hay nada imposible.

La pregunta entonces es: ¿creemos o no? Eso es en lo que tenemos que reflexionar y dar respuesta hoy. Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»

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Marcos 4,26-34 – el grano brota y crece

Texto del evangelio Mc 4,26-34 – el grano brota y crece

26. También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra;
27. duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo.
28. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga.
29. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.»
30. Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?
31. Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;
32. pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»
33. Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle;
34. no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

Reflexión: Mc 4,25-34

¡Qué hermosas figuras literarias plantea el Señor para explicarnos a qué se parece el Reino de Dios! A primera vista, llegamos a creer o percibir que hubiera algo de “magia” o de misterio en la forma en que crece el Reino de Dios. Una semilla que tan solo debemos preocuparnos por sembrar, porque una vez cumplida con esta labor, que es en realidad poco exigente, el resto del proceso, que incluye varios pasos e incluso la participación de otros protagonistas, como el cegador, se producirán de todas maneras, sea que el sembrador duerma, vigile, se distraiga, converse, cruce ríos o escale montañas. No importa si es negro, blanco chino, hombre o mujer y ni si quiera importa su filiación política o religiosa. Una vez que la semilla ha sido depositada apropiadamente en la tierra adecuada, será cuestión de tiempo para que brote la plata, luegno la espiga, que finalmente será cegada y habrá de terminar transformada en alimento para el sembrador u otras personas. El “Misterio” de la transformación de la semilla, sin que ello sea afectado por los pensamientos, recuerdos, reflexiones o propósitos del sembrador es obra de la naturaleza. Hay una serie de potencialidades que se activan en la semilla, una vez que se parece que intervienen oportunamente y en la justa medida una serie de factores, evidenciando el cumplimiento armónico de un Plan. ¿Dónde está escrito? ¿Quién lo lee? ¿Cómo se coordina? Es algo que desde siempre ha llamado la atención a los hombres, pero que por ahora nos basta constatar que existe. El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo.

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Marcos 4,21-25 – nada ha sucedido en secreto

Texto del evangelio Mc 4,21-25 – nada ha sucedido en secreto

21. Les decía también: « ¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
22. Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
23. Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
24. Les decía también: «Atiendan a lo que escuchan. Con la medida con que midan, se los medirá y aun con creces.
25. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.»

Reflexión: Mc 4,21-25

Nos jactamos muchas veces de nuestros descubrimientos, de los adelantos de la ciencia y cegados por la soberbia somos tentados a creer que no hay límites, con la pretensión de desconocer al Creador. ¡Qué necios! Olvidamos lo que aquí nos recuerda el Señor, que basados en nuestra “prodigiosa” inteligencia tendríamos que haber entendido, que cada cosa que descubrimos fue creada transparentemente y abiertamente por Dios precisamente con el propósito que llegáramos a conocerla. Nada se hizo en la oscuridad y la penumbra. Nada hizo Dios en secreto, sino que estuvo allí, velado por nuestra capacidad de entendimiento y comprensión. No estamos descubriendo los “secretos” del universo, de la ciencia o de la física, porque estos en realidad no constituyen ningún secreto, salvo que por nuestra ignorancia estuvieron velados a nuestra inteligencia. Es tan simple como que fueron necesarios miles de años para comprender que la Tierra giraba en torno al Sol, lo que nunca fue un secreto oculto, sino que siempre estuvo allí, expuesto a nuestra comprensión, hasta que llegamos a entenderlo. Esta lógica nos debe llevar a comprender que «El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir» (Albert Einstein) porque Él es el Creador del Universo, la Luz y la Sabiduría Infinitas. Lo que, si tuviéramos oídos, tendríamos que reconocer con humildad. Dios es la Luz y lo ha hecho todo a plena luz. Nosotros, atraídos por nuestra naturaleza a la luz, tendríamos que comprender que ella siempre ha existido y que estamos invitados por Dios a transitar hacia ella, a fundirnos con ella para siempre. Aunque esto es un Misterio, resulta fácil aproximarnos a su entendimiento por pura lógica racional, la que siempre ha estado a nuestro alcance para reconocer lo suficiente para orientarnos hacia ella, como el objetivo más loable para nuestras vidas. Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.

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