Texto del evangelio Mc 2,13-17 – no he venido a llamar a justos
13. Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba.
14. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió.
15. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían.
16. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?»
17. Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»
Reflexión: Mc 2,13-17
Jesús es desconcertante. Rompe esquemas. Es que no sigue el patrón de comportamiento del común de la gente. ¿Por qué será? ¿Por llamar la atención? ¿Por hacerse notar? Eso también es muy típico entre nosotros. Muchos colectivos juveniles han tenido su momento en el que tuvieron que protagonizar actos que atrajeran la atención de la sociedad. El movimiento Hippie de fines de los 60 y comienzo de los 70 fue emblemático en este sentido. Ropa de colores, desgarbados, pantalones anchos, grandes pelucas en los hombres, mujeres con el cabello suelto, margaritas por doquier y el clásico signo de paz y amor, además de Woodstock. Estamos simplificando, ciertamente, pero en aquel entonces, como pocas veces después, surgió un movimiento juvenil tan fuerte que era muy difícil que no llamaran la atención precisamente por toda esta simbología, entre las que la música desde luego jugó un papel importantísimo. Todos los especialistas, los educadores, los sicólogos y los políticos se ocupaban de ellos. Había mucha expectación, pero desde luego se desarrolló una revolución en la que primaron muchos de estos signos. Todos los jóvenes teníamos que tomar partido y casi podemos decir que había un patrón de comportamiento al cual nos teníamos que ajustar. Era lo que se esperaba. Cada época tiene sus patrones y sus expectativas. Jesús rompió todas. Su comportamiento no guardaba correspondencia con el líder, con el Mesías que todos esperaban. Hacía cosas increíbles, que a todo el mundo llamaban la atención, sin embargo sus móviles e implicancias no quedaban tan claras, fundamentalmente porque aun sorprendiendo, se esperaba otra cosa de Él. Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»
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