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Marcos 2,13-17 – no he venido a llamar a justos

Texto del evangelio Mc 2,13-17 – no he venido a llamar a justos

13. Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba.
14. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió.
15. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían.
16. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?»
17. Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

Reflexión: Mc 2,13-17

Jesús es desconcertante. Rompe esquemas. Es que no sigue el patrón de comportamiento del común de la gente. ¿Por qué será? ¿Por llamar la atención? ¿Por hacerse notar? Eso también es muy típico entre nosotros. Muchos colectivos juveniles han tenido su momento en el que tuvieron que protagonizar actos que atrajeran la atención de la sociedad. El movimiento Hippie de fines de los 60 y comienzo de los 70 fue emblemático en este sentido. Ropa de colores, desgarbados, pantalones anchos, grandes pelucas en los hombres, mujeres con el cabello suelto, margaritas por doquier y el clásico signo de paz y amor, además de Woodstock. Estamos simplificando, ciertamente, pero en aquel entonces, como pocas veces después, surgió un movimiento juvenil tan fuerte que era muy difícil que no llamaran la atención precisamente por toda esta simbología, entre las que la música desde luego jugó un papel importantísimo. Todos los especialistas, los educadores, los sicólogos y los políticos se ocupaban de ellos. Había mucha expectación, pero desde luego se desarrolló una revolución en la que primaron muchos de estos signos. Todos los jóvenes teníamos que tomar partido y casi podemos decir que había un patrón de comportamiento al cual nos teníamos que ajustar. Era lo que se esperaba. Cada época tiene sus patrones y sus expectativas. Jesús rompió todas. Su comportamiento no guardaba correspondencia con el líder, con el Mesías que todos esperaban. Hacía cosas increíbles, que a todo el mundo llamaban la atención, sin embargo sus móviles e implicancias no quedaban tan claras, fundamentalmente porque aun sorprendiendo, se esperaba otra cosa de Él. Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

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Marcos 2,1-12 – A ti te digo, levántate

Texto del evangelio Mc 2,1-12 – A ti te digo, levántate

1. Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa.
2. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra.
3. Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro.
4. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.
5. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»
6. Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones:
7. «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»
8. Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué piensan así en sus corazones?
9. ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate, toma tu camilla y anda?»
10. Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice al paralítico -:
11. » A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»»
12. Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

Reflexión: Mc 2,1-12

Esta escena es muy interesante, porque nos permite apreciar nuevamente la insistencia de Jesús en mostrar la verdadera perspectiva desde la que debemos entender Su Misión. Todos, tanto los que se agolpaban allí, como nosotros, tendemos a encasillarlo en el papel de médico y curador milagroso de males del cuerpo y del alma, y muy pocos llegamos a entender lo que Él nos quiere comunicar, que sin negar la capacidad de realizar estos milagros, está por encima de ellos. Pero ni entonces la gente que lo rodeaba llegaba a comprender lo que estaba esforzándose en comunicarles, como aún ahora escasamente logramos entenderlo. ¿A caso no es cierto que la mayor parte del tiempo estamos pidiéndole milagros relacionados con nuestro bienestar físico o económico? Seamos francos, ¿cuántas veces le hemos pedido hoy que nos de trabajo o a nuestros hijos, sobrinos o nietos? ¿Cuántas veces le hemos pedido que proteja de todo mal a nuestras esposas, padres o hijos? ¿Cuántas veces le hemos pedido que nos de fortuna, que nos permita un golpe de suerte o ganar la lotería? Que cure del cáncer a tal o cual pariente o amigo, que le devuelva la lucidez, que le devuelva la visión o que permita que se recupere del coma…Son pedidos legítimos, seguramente, y más de uno debe haber sido atendido por el Señor. No somos nosotros nadie para decir qué debemos pedir y qué no. Sin embargo creemos que hay algo más en las palabras de Jesús que debemos esforzarnos en entender. Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice al paralítico -: » A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»»

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Marcos 1,40-45 – no podía Jesús presentarse en público

Texto del evangelio Mc 1,40-45 – no podía Jesús presentarse en público

40. Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41. Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»
42. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43. Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44. «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.

Reflexión: Mc 1,40-45

La situación que le toca vivir a Jesús en estos versículos es en realidad una paradoja, pero que nos permite ver diáfanamente la diferencia entre Su concepción, Su modo de ver el mundo y el nuestro. Jesús tiene en su mente y en su corazón la Verdad; el mismo nos lo dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, que quiere decir que no hay forma de llegar a la Verdad y a la Vida sino a través del Él, que es el Camino. Tenemos que hacernos uno con Él; es decir, pensar y sentir como Él. ¿Pero cómo alcanzar este prodigio? Es obvio que no nos brota por naturaleza, de otro modo lo comprenderíamos inmediatamente y eso en realidad no es posible. Es necesario vivir un proceso de Conversión, que es paulatino y que empieza a darse desde el mismísimo momento que decidimos seguirlo; desde que nos proponemos hacer lo que nos manda. De allí que sea tan importante tomar esta decisión y dar el primer paso. Lo que se dice en todos los libros motivacionales, está tomado de allí. Es la asimilación del mensaje del Señor tratando de ponerlo en práctica, solo que a veces descontextualizado. Pero de eso se trata; de tomar la decisión y dar el primer paso, porque lo que sigue es un ciclo que se va retroalimentando a partir de este primer paso, en el que además de todas nuestras capacidades puestas en juego, están las de el Señor, que son las realmente determinantes. Una vez que Él interviene, no habrá nada ni nadie que pueda detenerlo. Será tan solo cuestión de tiempo. Por eso es tan importante la fe…para dejarnos llevar, confiando plenamente en Su Providencia. Él es el artífice de nuestra transformación, de esta conversión paulatina que nos llevará a ser santos, a ser perfectos como es nuestro Padre y por lo tanto a ver el mundo con Sus ojos, tal como Él lo ve, que es a la reflexión a que nos enfrentamos en estos versículos, la que trataremos de entender. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios.

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Marcos 1,29-39 – Todos te buscan

Texto del evangelio Mc 1,29-39 – Todos te buscan

29. Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
30. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.
31. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles.
32. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados;
33. la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.
34. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
35. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.
36. Simón y sus compañeros fueron en su busca;
37. al encontrarle, le dicen: « Todos te buscan.»
38. Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.»
39. Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Reflexión: Mc 1,29-39

¡Qué revuelo tan grande causó Jesús! Tenía a todo el mundo alborotado. ¿Y cómo no? Si algo salta a la vista es Su infinita Misericordia. Todo el mundo lo andaba buscando y es que no encontramos ni una sola negativa, ni la más mínima condición para atender las súplicas de la gente que venía a buscarlo por las más diversas razones. Tal vez sea esta absoluta disponibilidad a servir a los demás lo primero que debamos observar para tenerlo como ejemplo. Nos preguntamos ¿qué haríamos con semejante capacidad? ¿No es algo que de uno u otro modo andamos pidiendo? ¿Qué hacen las personas que conocemos que tienen consultorios donde constantemente llegan los pacientes? En nuestro país esto es muy frecuente en las consultas médicas. ¿Qué hace la mayoría de ellos? Se llenan de dinero, porque son muy pocos los que deciden tener una tarifa diferenciada favoreciendo a los más pobres…En general cobran igual y ni dan factura, para no pagar impuestos. Conocemos varios que se embolsillan 400 a 500 dólares diarios, lo que hace unos 10 mil mensuales, que es una verdadera fortuna en nuestro país. ¿Y Jesús? Él no cobra nada. Pero hay algo más que lo distingue de nuestros profesionales: expulsa demonios, por lo que diríamos que es médico de cuerpos y almas. Cuando expulsa un demonio no lo deja hablar, porque lo reconocen. ¿Qué quiere decir esto? ¿Qué tiene que lo reconozcan? ¿A quién le importa? A Jesús. ¿Por qué? Podemos especular que el Señor no se puede negar a curar por misericordia; porque nos ama tanto. No puede negarse, pero lo haría de buena gana, si con ello pudiera evitar que los demonios lo reconozcan y lo pongan al descubierto. ¿Por qué no quiere que hablen de Él los demonios? Esta es una constante en todos los Evangelios. Jesús cura, sana, sin importar la dolencia, desafiando toda ley física, médica o espiritual. Es obvio que para Él no hay límites, sin embargo quién es Él es algo que debemos descubrir por nosotros mismos o como resultado de sus enseñanzas, no por testimonio de los demonios. « Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.»

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Marcos 1,21-28 – Manda hasta a los espíritus inmundos

Texto del evangelio Mc 1,21-28 – Manda hasta a los espíritus inmundos

21. Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar.
22. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
23. Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar:
24. «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
25. Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.»
26. Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
27. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.»
28. Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.

Reflexión: Mc 1,21-28

Todos los que siguen al Señor y lo escuchan, notan la gran diferencia con todo otro predicador que hubieran podido escuchar antes, incluso con los escribas. ¿Por qué? Porque enseña con autoridad y pueden ver que hasta los malos espíritus le obedecen. No es natural ni usual que ello ocurra. Por eso es que inmediatamente se disponen a escucharlo. ¿Cuántas veces nos pasa igual? Y es que puede ser que estemos equivocados, pero no son muchos los religiosos -por ejemplo-, que parecieran conocer al Señor y se les nota cuando hablan. Tienen un lenguaje impostado, artificial, en el que parecieran estar recitando un discurso de memoria, con una serie de dogmas que se sienten obligados a creer y repetir, pero que a la legua se ve que no sienten, ni viven, porque no brotan del interior; no están convencidos, sino que se trata de un barniz. Para decirlo con justicia, ello no solo se observa en los religiosos, sino en muchos laicos también, pero en tal caso no es tan preocupante, porque son muy pocos los laicos que pronuncian discursos religiosos o en los que sale a relucir su fe. En cambio los religiosos lo hacen constantemente y en ellos si se nota con frecuencia que son dogmáticos, más que vivenciales. Es decir que en realidad no han tenido una experiencia de Dios y si lo han hecho, prefieren sacar a relucir lo que han aprendido en sus clases y libros de teología, antes de hablar de lo que sienten y viven. Tal vez sea tan solo nuestra idea y tal vez sea totalmente equivocada, pero como quiera que voy todos los días a Misa y en casi todas ellas los sacerdotes lanzan sus homilías por lo general cortas, cuando no es domingo, he podido apreciar poco entusiasmo en ellas. Tanto es así que he llegado a preguntarme si tal vez este lenguaje monótono sea algo que les enseñan en el seminario, cuidándose de no poner énfasis en nada, como si todo diera igual, para que los fieles libremente escojan lo que quieran o les interese más. Tal vez incluso no interesa ni lo que digan, ni como lo digan, pues de cualquier modo el Espíritu Santo hará su parte y si Dios ha de llegar, lo hará al margen del esfuerzo que puedan realizar o dejar de hacer. Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.»

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Marcos 1,14-20 – el Reino de Dios está cerca

Texto del evangelio Mc 1,14-20 – el Reino de Dios está cerca

14. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios:
15. «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva.»
16. Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores.
17. Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y los haré llegar a ser pescadores de hombres.»
18. Al instante, dejando las redes, le siguieron.
19. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes;
20. y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Reflexión: Mc 1,14-20

Tal vez lo primero en lo que debemos reparar sea en que el Señor no va a buscar a los ociosos, a los vagos que no tienen en qué emplear su tiempo, sino que busca a gente trabajadora y ocupada. Lo decimos porque muchos nos excusamos con la falta de tiempo, lo que no siempre es cierto; es simplemente cuestión de prioridades. Si todos los días tienes que ver por lo menos 5 horas de televisión, será muy difícil que encuentres tiempo para otra cosa. Lo más probable es que hayas caído atrapado en una obsesión de la que –contrariamente a lo que tendemos a creer- es muy fácil librarse. Solo hay que tomar una decisión –hoy, ahora, en el acto- y observarla inflexiblemente los primeros días, luego veras como poco a poco todo se va tornando más fácil. No le des tregua; no lo dejes para mañana. ¡Hazlo ya! Los primeros días son los más difíciles, en todo. Pero como muy bien se dice y es cierto, todo está en empezar y luego, sostener. Un secreto es orar mucho, sobre todo a la Virgen María. Ella intercederá ante el Señor y te concederá esta Gracia. Si puedes rezar el Rosario, cuanto mejor. Verás cómo en poco tiempo –menos de lo que esperabas-, puedes dejar cualquier mal hábito y cualquier vicio. ¡Hazme caso! ¡Créeme, por favor! Perdóname, pero para eso la Virgen María es campeona. Encontrarás sin número de testimonios en Internet, con personas de carne y hueso que lo podemos atestiguar. Así que lo primero es estar dispuesto a seguir al Señor y atender Su llamado. Él tiene formas de convocarte. No esperes tanta explicación. Cuando se trata del Señor, sobran las palabras. ¡Seamos desprendidos! ¡Hagámonos disponibles! Si dejas de ver este capítulo de tu novela favorita o si dejas de verla toda, verás como no pasa nada. Lo mismo ocurrirá si dejas de ver las noticias o los informes deportivos. Llena tu mente, tu corazón y tu espíritu de Dios y verás qué distintos serán tus días. «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva.»

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Marcos 6,45-52 – …completamente estupefactos

Texto del evangelio Mc 6,45-52 – …completamente estupefactos

45. Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
46. Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
47. Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
48. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo.
49. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar,
50. pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no teman.»
51. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos,
52. pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

Reflexión: Mc 6,45-52

¿Quién puede culpar a los discípulos por tener la mente embotada? ¿Cómo habríamos de sentirnos después de presenciar el semejante milagro de la multiplicación de los panes y los peces? ¿Quién podía aceptar inmutable que Jesucristo se acercara caminando sobre el agua en plena noche? Claro que podría ser de esperar semejante prodigio y muchos más luego de haber dado de comer a cinco mil familias, con tan solo cinco panes y dos peces. Pero era necesario un tiempo para despertar del asombro y asimilar lo que estaba sucediendo. Eso mismo necesitamos nosotros, más aun estando a dos mil años de distancia de aquellos sucesos. Es preciso meditar en lo ocurrido, luego interiorizarlo y asimilarlo. ¿Qué fue lo que pasó? Definitivamente no es algo que pase todos los días. Es más, no ha pasado nunca antes, ni después. ¡Es un suceso extraordinario! Pero si somos consecuentes y revisamos todo lo que hemos venido reflexionando y meditando desde Adviento, todo lo que gira en torno al nacimiento del Señor ha sido igualmente extraordinario, único. Y es que estamos frente a una intervención de Dios en nuestra historia, que se produce una sola vez y para siempre. Es preciso que tomemos conciencia de ella, porque ha de ser determinante para nuestra propia historia, es decir la de cada comunidad humana. Debe quedar claro que estamos frente a Dios; que Él ha querido intervenir porque tiene algo que decirnos, algo que debemos escuchar, entender y luego obrar en consecuencia, porque de ello depende que encontremos el sentido de la vida y llevemos por tanto una vida con sentido. Jesucristo no solamente es Hijo de Dios, es decir manifestación del Todopoderoso, sino que todo este poder de Dios alcanza su manifestación más sublime en la Misericordia y el Amor. Dios nos ama y por lo tanto quiere lo mejor para nosotros. Quiere que seamos felices y vivamos eternamente. Si esta es Su Voluntad, ¿no sería lo más lógico oírle y hacer lo que nos manda? Eso es lo que corresponde, sin embargo no somos tan fáciles de convencer. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

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Marcos 6,34-44 – Comieron todos y se saciaron

Texto del evangelio Mc 6,34-44 – Comieron todos y se saciaron

34. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
35. Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
36. Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a comprarse de comer.»
37. Él les contestó: «Denles ustedes de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
38. Él les dice: «¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver.» Después de haberse cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»
39. Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.
40. Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
41. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.
42. Comieron todos y se saciaron.
43. Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los peces.
44. Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.

Reflexión: Mc 6,34-44

La misericordia de Dios no tiene límites. No es fácil apropiarse de tal afirmación si no es con ejemplos palpables. Jesucristo lo sabe, por eso nos ofrece varios testimonios de Su Divinidad, sin los cuales no tendríamos por qué creer en Su Palabra. Jesucristo es el Hijo de Dios y como tal es Dios. Esta es una realidad de la que no podemos prescindir. No podemos ignorar este aspecto determinante en Jesús. No podemos quedarnos tan solo con admirarlo por Su filosofía, Su ideología, Sus enseñanzas y las bases o principios para una vida distinta. Estas solas no son suficientes para optar por Él, aunque seguramente si hacemos un adecuado ejercicio de razonamiento y somos completamente honestos tendríamos que concluir que nada puede superar lo que nos propone y que no existe contradicción en ello. Por encima de eso está el hecho que es Dios, es decir que es omnipotente y omnipresente, sin olvidar Su propia definición: el Camino, la Verdad y la Vida, que es otra forma de decir la respuesta a toda interrogante posible, la llave de toda chapa, la clave de la sinfonía cósmica, la piedra angular del universo. Nada ha sido hecho sin su consentimiento, ni nada ocurre sin que Él lo permita. Él está más allá de cuanto podemos definir, pero al mismo tiempo ha querido ponerse a nuestro alcance haciéndose uno más como nosotros. Aceptar tal propuesta no ha significado sin embargo renunciar a ser Dios o dejar de ser Dios, por lo que en realidad su presencia entre nosotros es un misterio admirable, cuanto más cuanto en tal condición se ha sometido a los mayores vejámenes reservados como el peor castigo para uno de nuestros semejantes. Jesús se ha sometido libremente a tales castigos, con el único propósito de redimirnos y enseñarnos el Camino a la Vida Eterna. Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces. Comieron todos y se saciaron.

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