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Mateo 5,17-19 – dar cumplimiento

Dar cumplimiento

No piensen que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.

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Mateo 5,17-19 – dar cumplimiento

Mateo – Capítulo 05

Reflexión: Mateo 5,17-19

Tal vez el peor enemigo de la fe en nuestro tiempo sea el relativismo. Esto, porque es un enemigo agazapado, cubierto de apariencia, de verdades a medias. Está convencido que no existe la verdad, que ésta no es única y que por el contrario existen tantas verdades como seres humanos en el mundo.

Así, el relativista no tiene ningún reparo en anunciar su verdad, su creencia y exige que se le respete, por el solo hecho de haberla enunciado. Tiene tanta aceptación este modo de razonar, que es posiblemente el más popular. Muchos están dispuestos a darle la razón sin más trámite, por su convincente disfraz.

El individualismo y el egocentrismo surgen inmediatamente como sus defensores más acérrimos y juntos elaboran una serie de sistemas ideológicos a cual más descabellados, sin más sustento que el haberlos formulado, en uso de su libertad. Uno de estos sistemas es el de la Ideología de Género, promovido por feministas y colectivos LGTBI.

Para estos relativistas, individualistas y egoístas, todo está permitido a condición de no transgredir la libertad ajena. Claro, si no existe la Verdad y si cada quien tiene su verdad, lo que toca es proveerle el derecho a ejercerla, siempre y cuando no afecte a los demás. ¿Cómo puede ser eso?

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Mateo 18,21-35 – Esto mismo hará con ustedes mi Padre celestial

Esto mismo hará con ustedes mi Padre celestial

Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con ustedes mi Padre celestial, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.

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Mateo 18,21-35 Esto mismo hará con ustedes mi Padre celestial

Mateo – Capítulo 18

 

Reflexión: Mateo 18,21-35

Tenemos un Dios ejemplar, sabio y justo. ¡Qué manera de exigirnos a reconsiderar nuestros criterios de justicia! Haz a tu hermano lo que quieres que te hagan. No le hagas lo que no estarías dispuesto a soportar. Se tolerante, comprensivo y compasivo, como te gustaría que fueran contigo y los tuyos.

¿Podía habérsele ocurrido a alguien una mejor medida para la convivencia? ¿De qué otra forma podíamos sentirnos obligados a mejorar nuestro comportamiento y nuestros criterios de justicia que aplicándolos a nosotros mismos? Así, lo que es justo para ti, también lo será para los demás.

No es fácil aplicar esta medida. Es más, diríamos con toda propiedad, que estamos acostumbrados a la medida opuesta, conocida como la “ley del embudo”: lo ancho para mí y lo angosto para ti. Toda la tolerancia para con mis gustos, deseos, preferencias y debilidades. En cambio la máxima exigencia con los demás, sin ceder un milímetro, para no perder autoridad.

Por eso, antes de hacer justicia, el demonio y sus aliados, han preferido regar por todo el mundo la idea de un Dios cruel y vengativo, cuando en realidad Su justicia, por propia y libérrima decisión, no es nada más que un calco de lo que nosotros estamos dispuestos a hacer con nuestros hermanos.

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Mateo 1 16.18-21.24 – era justo

era justo

Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

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Mateo 1 16.18-21.24 era justo

Mateo – Capítulo 01

Reflexión: Mateo 1 16.18-21.24

Muchos de los cristianos tenemos venida a menos, por decir algo, la imagen de José, el esposo de María. Nos parece que juega un papel secundario en la Historia de la Salvación y por eso ni reparamos en él. Lo pasamos por alto. Sin embargo, si nos detenemos a pensar un momento en las virtudes que se traslucen precisamente en las poquísimas referencias que se hacen de él -con palabras de tato valor-, tendremos que convenir en que es admirable.

Hoy, por ejemplo, tenemos que destacar que se le mencione como justo. Una palabra que cuantos quisiéramos que estuviera gravada en nuestro epitafio. José era un hombre justo. Una sola palabra basta para decirlo todo. ¿Qué cualidades podemos adivinar tras esta única y al mismo tiempo tan completa referencia?

José no la tuvo fácil. Podemos aventurarnos a adivinar que José era un hombre humilde, sencillo y sabio. No andaba presumiendo de nada y su relación con María la llevaba de modo muy discreto y natural. Sin aspavientos y con mucha prudencia. Era un hombre ético y moral. Conocía las Escrituras, por lo que aún dentro de su asombro, podía comprender lo que estaba sucediendo.

San José era sobre todo un hombre de fe. Un hombre que había aprendido desde muy niño a fiarse de Dios. Alguien que sabía lo que quería decir hacer la Voluntad de Dios. Que sabía que existen designios Divinos. José tenía presente a Dios en su vida cotidiana. Tenía presente las tradiciones de su pueblo, respetaba a sus padres, sus parientes, familiares y a Dios.

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Mateo 21,33-43.45-46 – La piedra que los constructores desecharon

La piedra que los constructores desecharon

¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?

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Mateo 21,33-43.45-46 La piedra que los constructores desecharon

Mateo – Capítulo 21

Reflexión: Mateo 21,33-43.45-46

Debemos ir con calma, porque los pensamientos de Dios no son los nuestros. Nuestro razonamiento no coincide con el de Jesucristo. Sin embargo, tal vez esta sea la mayor dificultad que tenemos para aceptar a Dios en nuestras vidas. Lo juzgamos, porque eso hacemos a cada paso, según nuestros criterios y lógica, erigiéndonos en jueces de Dios, lo que desde luego constituye un disparate.

No es cierto acaso que uno de los argumentos más “contundentes” que nos encaran sus detractores es: “¿cómo es posible que si hay Dios permita tanto hambre y miseria en el mundo?” ¿No hemos escuchado una y mil veces esta pregunta como prueba de la inexistencia de Dios o en todo caso, como el mejor argumento para no creer en Él?

¿No está implícita en esta observación que si hubiera Dios, o si fuera tan bueno como decimos, debía obrar como a nosotros nos parece que es correcto? Es decir, que nosotros o quien en ese momento lo juzga se reconoce a sí mismo como la medida de Dios. En realidad este es un argumento falaz, por donde se le mire, pero nos deja paralizados a más de uno, perdiendo credibilidad en el ocasional auditorio.

La pregunta y sus implicancias son falaces en primer lugar porque Dios no ha creado el hambre y la miseria. Dios ha creado un mundo hermoso, con exuberante belleza, agua y alimentos de toda clase en abundancia para cubrir en exceso las necesidades de toda la humanidad. Y ha puesto al hombre como el administrador de todas estas riquezas, de su producción y distribución.

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Mateo 20,17-28 – dar su vida como rescate

Dar su vida como rescate

…el que quiera ser el primero entre ustedes, será su esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.

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Mateo 20,17-28 dar su vida como rescate

Puedes leer el Evangelio aquí. 

Reflexión: Mateo 20,17-28

Este es un episodio que retrata nuestra humanidad. Siempre estamos como divididos; tan cerca y a la vez tan lejos. Nos cuesta desprendernos de nosotros mismos. Dejar de ser el propio centro de nuestras vidas y pasar a poner el centro en Dios, es algo que nos resistimos a asumir.

Es preciso ejercitarnos mucho en esta práctica y creemos entender que en esto precisamente consiste la CONVERSIÓN. Dejar de ver el mundo con nuestros ojos, dejar de percibirlo bajo nuestra limitada perspectiva, en la cual todo aparece en función de nuestra comodidad, de nuestro gusto, de nuestro razonamiento, de nuestro parecer…Incluso de nuestros deseos e instintos.

¿Es posible esta dislocación? Dejar de pensar en mi comida, en mi abrigo, en mi aseo, en mi orden, en mis tareas, en mis obligaciones, en mis privilegios, en mis ilusiones, en mis suposiciones, en mis esperanzas, en mis alegrías, en mis penas y dolores…Dejar de ser el centro de mi vida ¿es posible?

Bien reflexionado, parece imposible. Sin embargo, no bien vamos dando esta respuesta, nos asalta una idea que nos ha dado a conocer el Señor: ¡Nada es imposible para Dios! Esto es como un rompecabezas, en el que poco a poco, según vamos andado en nuestro proceso de conversión, cada pieza va cayendo y ocupando su lugar.

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Mateo 23,1-12 – la cátedra de Moisés

La cátedra de Moisés

En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Hagan, pues, y observen todo lo que les digan; pero no imiten su conducta, porque dicen y no hacen.

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Mateo 23,1-12 la cátedra de Moisés

Puedes leer el Evangelio aquí. 

Reflexión: Mateo 23,1-12

En la Cátedra de Moisés hay unos impostores. Esta es finalmente la dura acusación que el Señor lanza hoy. Y, claro, como es costumbre nuestra, inmediatamente volvemos los ojos hacia la Cátedra de Moisés para ver quien o quienes están sentados allí. Y muy rápidamente parecemos encontrar dos o tres nombres que efectivamente corresponde a las señas que nos da Jesús.

Qué fácil resulta, como siempre, encontrar la paja en el ojo ajeno y no reparar en la viga que tenemos en el nuestro. Es verdad que seguramente tenemos razón en la selección de nombres que hacemos de tantos y tantos escribas y fariseos que muy bien podrían aplicar a esta descripción. ¿Cuántos políticos, periodistas, jueces, maestros y autoridades, incluso religiosos, se auto proclaman cristianos y aun católicos, erigiéndose como moralistas y dueños de la verdad, a pesar que son públicas sus fechorías?

Este es un mal del que adolecen todas las sociedades, todos los países, de todos los tiempos y latitudes. La doble moral. El doble racero. O como diría mi madre, “la ley del embudo: lo ancho para mí y lo angosto para ti”. Qué rápido somos para juzgar y exigir a los demás, pero cuan lentos y contemplativos con nosotros mismos. Queremos que todo se nos pase y todo se nos comprenda y perdone.

Esta es la perspectiva dese la que hoy debíamos reflexionar estos versículos. Porque, es verdad, nos juzgamos muy humildes e insignificantes en realidad, pero para cuantos de nuestros hermanos nosotros estamos sentados en la Cátedra de Moisés y decimos una cosa, mientras hacemos otra, excusándonos, tal vez, en la insignificancia de nuestros actos, en la poca notoriedad que tenemos o nuestra modestia económica.

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Mateo 17,1-9 – brillante como el sol

Brillante como el sol

Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.

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Mateo 17,1-9 brillante como el sol

Puedes leer el Evangelio aquí. 

Reflexión: Mateo 17,1-9

Estaba tentado en empezar esta reflexión destacándola como algo excepcional. Pero lo cierto es que todo lo que rodea a Jesús es excepcional. Tenemos un episodio tras otro en el que Jesucristo se manifiesta en forma evidente y expresa como el Hijo de Dios que Él quiere que reconozcamos.

En esta oportunidad escogió solo a tres de sus discípulos, tal vez los más cercanos, aquellos que podían entender mejor, grabar en sus corazones lo que iban a presenciar y luego transmitirlo. Jesús tendría sus razones para no mostrar a todos lo que estos iban a ver. Pero lo que realmente importa es que este testimonio ha llegado hasta nosotros, tal como el mismo Señor pidió a estos discípulos.

Se trata de un Misterio que se nos va revelando poco a poco, tal vez porque no hubiéramos podido entenderlo todo de golpe. Es preciso ir avanzando paulatinamente. ¿Quién podría decir que gesto o qué manifestación fue la más importante?¿Quién podría prescindir de determinadas señales y agregar otras? Solo Dios.

No son pocas las manifestaciones extraordinarias de la Divinidad de Cristo. Se tomó todo el tiempo que juzgó necesario, en diversidad de circunstancias a lo largo de su vida entre nosotros. Sin embargo ya varios siglos antes se anunció su venida con signos y señales igualmente admirables. Y desde entonces no ha cesado de manifestarse de uno u otro modo entre nosotros.

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Mateo 5,43-48 sean perfectos

Sean perfectos

Ustedes, pues, sean perfectos como es perfecto su Padre celestial.

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Mateo 5,43-48 sean perfectos

Puedes leer el Evangelio aquí. 

Reflexión: Mateo 5,43-48

Qué lección tan grande nos da hoy el Señor. Se nos hace difícil entenderla, porque siempre preferimos quedarnos en la periferia de Su Palabra. ¡Es tanto lo que espera de nosotros, que nos da miedo y nos evadimos! Como frente a la inmensidad del océano, preferimos quedarnos en la orilla.

Cuántas veces reducimos todo a ser buenos. Cuántas veces hablamos de dar, e implicamos que hay que dar de aquello que nos sobra. Cuántas veces hablamos de ayudar y casi siempre implicamos un pequeño esfuerzo en algún sentido, pero sin llegar de verdad a comprometernos con nada, ni con nadie. El Señor espera más; mucho más.

No basta con hacer aquello que cualquier hombre “bueno” haría. El Señor no se contenta con los estereotipos de “bondad” que hemos establecido, en los que el “bueno” en realidad ni se compromete, ni se implica. El Señor quiere que vayamos más allá.

Hoy, mientras participaba en la Eucaristía recordé que en ese templo siempre antes de comenzar la Misa el Sacristán da el siguiente aviso: tengan cuidado con sus objetos personales; no se descuiden. Lo que hacía que todo el mundo ande pendiente de sus sacos, carteras y demás.

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