Lucas 10,38-42 – sentada a los pies del Señor

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

Texto del evangelio Lc 10,38-42 – sentada a los pies del Señor

38. Mientras iban caminando, Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa.
39. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.
40. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude».
41. Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas,
42. y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria, María eligió la mejor parte, que no le será quitada».

Reflexión: Lc 10,38-42

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Lucas 10,38-42 sentada a los pies del Señor

¿Cuánto bien nos haría de vez en cuando –mejor si es frecuentemente-, detenernos y sentarnos un momento a los pies del Señor. Dejar de lado tanta preocupación, tanta agitación por las cosas cotidianas y pararnos a contemplar al Señor.

Detenernos a Sus pies, sin decir nada, sin pedir nada, sin reprochar nada. Simplemente, en silencio, a escucharle. Cuando uno ama, lo que necesita muchas veces es tan solo saber que el otro está ahí. Saber que está muy cerca. Oír su respiración.

Gozar de su sola presencia. Saber que así como nosotros le estamos viendo, Él también nos ve. Sin decir palabra, escuchar su aliento, tratando de adivinar sus pensamientos. Amándolo y sabiéndonos amados.

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

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Lucas 10,25-37 – para heredar la Vida eterna

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».

Texto del evangelio Lc 10,25-37 – para heredar la Vida eterna

25. Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».
26. Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?».
27. El le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
28. «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida».
29. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?».
30. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
31. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
32. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
33. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
34. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
35. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver»
36. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».
37. «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».

Reflexión: Lc 10,25-37

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Lucas 10,25-37 – para heredar la Vida eterna

Hoy vamos a detenernos a reflexionar en esta pregunta del Maestro de la Ley. Una pregunta que tendría que ser vital para nosotros. Porque, ¿qué puede haber más importante que heredar la vida eterna? ¿No es este el Bien mayor? ¿El más apetecible? ¿No es a él al que debíamos tender?

¿De qué sirve la vida, si al final pierdes aquello que debió ser tu recompensa postrera? ¿Tenemos o no tenemos la posibilidad de heredar la vida eterna? Si hemos de creerle a Jesucristo, sí. Esa es la promesa de Jesucristo para quien le oye y hace lo que manda.

¿Creemos en lo que nos promete Jesucristo? Esta es quizás la pregunta más importante. Solo si creemos en Él y en sus promesas, nos esforzaremos por oírle y hacer lo que nos manda. ¿Por qué tendríamos que creerle?

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».

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Lucas 17,5-10 – no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber»».

Texto del evangelio Lc 17,5-10 – no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber

05. Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe».
06. El respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», ella les obedecería.
07. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: «Ven pronto y siéntate a la mesa»?
08. ¿No le dirá más bien: «Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después»?
09. ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó?
10. Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber»».

Reflexión: Lc 17,5-10

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Lucas 17,5-10 no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber

Lo que el Señor nos manda es lo que nos conviene. Eso es lo que debemos hacer. Sin embargo muchos entre nosotros buscamos alguna recompensa por ello. Parece difícil de comprender, porque estamos acostumbrados al “toma y daca”. No damos puntada sin nudo.

Esto quiere decir, que en nuestras relaciones personales, con amigos y familiares e incluso con desconocidos, siempre estamos dispuestos a dar o recibir una compensación por nuestros servicios. Esto nos parece perfectamente natural e inclusive justo.

Sin embargo, fijémonos que esto no es así para el Señor. Para Él, cuando le obedecemos no estamos haciendo sino lo que debemos. Por lo tanto, quien hace lo que debe, lo que corresponde, no tiene por qué esperar compensación.

Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber»».

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Lucas 10,17-24 – Jesús se estremeció de gozo

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.»

Texto del evangelio Lc 10,17-24 – Jesús se estremeció de gozo

17. Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre».
18. El les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
19. Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
20. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».
21. En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
22. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
23. Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven!
24. ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».

Reflexión: Lc 10,17-24

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Lucas 10,17-24 Jesús se estremeció de gozo

Pocas veces, si alguna más, encontraremos en los Evangelios la evidencia de tal estremecimiento en Jesús. No podemos dejar pasar una vez más esta manifestación. ¿Qué simboliza? ¿Qué nos transmite el Señor con esta actitud, con esta emoción tan elocuente, a la vez humana y divina?

El Señor participa de la alegría de Dios al constatar –no sabemos si una vez más o por primera vez-, que Dios Padre lo ha hecho todo Bien. Es una manifestación externa de alegría y al mismo tiempo de aprobación. Alegría por la perfección de la obra de Dios y por el amor que en esta manifiesta a nosotros.

Por eso nos atrevemos a reflexionar en que se trata de una alegría infinita respecto a una situación que tiene dos vertientes, como solo Jesucristo podía haberlas percibido: la humana y la divina. Alegrarse con Dios por lo que ha hecho por nosotros, y con nosotros por lo que Dios ha querido darnos.

En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.»

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Lucas 10,13-16 – el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí

El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió».

Texto del evangelio Lc 10,13-16 – el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí

13. ¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza.
14. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
15. Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno.
16. El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió».

Reflexión: Lc 10,13-16

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Lucas 10,13-16 el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí

El Señor nos habla de una relación muy especial. Una relación muy sólida nacida de la reciprocidad. Pero se trata de una reciprocidad en la que Él y Dios Padre intervienen, por lo tanto, dos terceras partes de esta relación están absolutamente garantizadas, porque son de una sólida e irreprochable fiabilidad.

Es la participación divina la que eleva este pacto a un sitial extraordinario. Son Dios Padre y Su Hijo Jesucristo los que dan la confiabilidad necesaria a esta relación. Son ellos los que harán que todo lo que digamos o hagamos en Su Nombre, tenga el mismo valor que si ellos lo hubieran dicho o hecho.

Es esta relación la que nos eleva. La extensión y alcance de esta afirmación que el Señor mismo nos da a conocer, es extraordinaria. Nada la puede igualar, porque así lo ha querido Dios. Es Su obra. No hay en ello mérito nuestro alguno. Es Dios que así lo hace por amor. Porque así a Él le ha parecido Bien.

El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió».

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Juan 1,47-51 – los ángeles de Dios

Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Texto del evangelio Jn 1,47-51 – los ángeles de Dios

47. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
48. «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
49. Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
50. Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».
51. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión: Jn 1,47-51

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Juan 1,47-51 los ángeles de Dios

¿Por qué creemos? Reflexionando en esta lectura nos atrevemos a especular que nuestras razones son un verdadero misterio. Dios lo sabe. Pero es seguro que para nosotros será siempre un misterio cargado de subjetivismo indescifrable.

Así, la respuesta de Natanael no es del todo convincente. Incluso Jesucristo la cuestiona. Es como si dijera: “si por eso crees, espérate a ver de lo que serás testigo. Quedarás totalmente sorprendido». De este modo, creer parece tener que ver más con una decisión personal que con algo externo.

No hay una relación necesariamente lógica y razonable, según nuestros criterios humanos, para creer. Por algún motivo, para Natanael, que el Señor mencione tan solo el haberlo visto antes bajo la higuera, es suficiente.

Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

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Lucas 9,57-62 – no sirve para el Reino de Dios

«Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

Texto del evangelio Lc 9,57-62 – no sirve para el Reino de Dios

57. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!».
58. Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
59. Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre».
60. Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
61. Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos».
62. Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

Reflexión: Lc 9,57-62

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Lucas 9,57-62 no sirve para el Reino de Dios

El llamado del Señor es exigente. No podemos ir a Él con paños tibios. O estamos o no estamos con Él. Así de sencillo y claro. Hemos de analizar cada uno de nuestros actos, porque lo que no nos acerca, nos aleja. Y de nada nos sirve venir al Señor con pretextos. Él los conoce todos. No intentemos engañarlo.

Es cierto, es verdad, no hay muchos que estemos realmente dispuestos a seguirlo. No en esas condiciones. Nosotros queremos ser “buenos”, pero no estamos dispuestos al sacrificio extremo que el Señor nos presenta en estos versículos. ¿Es que no tendré ni el derecho a enterrar a mis padres?

¿Cómo puede ser que un Dios que se dice que es amor, pretenda tan descabellada exigencia? Es un asunto de fe. Alguien podrá decir: pero ¿qué le hace que me tome algunas horas para cumplir con esta responsabilidad? Después lo voy a seguir. Un poco de paciencia ¿no?

«Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

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Lucas 9,51-56 – él se dio vuelta y los reprendió

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

Texto del evangelio Lc 9,51-56 – él se dio vuelta y los reprendió

51. Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén
52. y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento.
53. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
54. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?».
55. Pero él se dio vuelta y los reprendió.
56. Y se fueron a otro pueblo.

Reflexión: Lc 9,51-56

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Lucas 9,51-56 él se dio vuelta y los reprendió

El Señor en general es muy tolerante y comprensivo. Pocas veces, como ahora, lo vemos reprender a sus discípulos. Y es que también a cualquiera se le agota la paciencia. A veces actuamos como niños, irresponsables. Como si no hubiéramos entendido nada de los que nos viene diciendo.

El Señor habría de pensar: “en manos de qué irresponsables he puesto mi confianza”. Era preciso llamarles la atención para que volvieran a la cordura y se controlaran. Pensemos cuantas veces nos comportamos así. A veces somos más papistas que el Papa y queremos hacer justicia por nuestras propias manos.

¡Alto ahí! Que no somos nadie para juzgar y mucho menos para castigar. No podemos hacerlo y mucho menos a nombre del Señor. Esta es una gran lección que ojala nuestra Iglesia hubiera comprendido siempre.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?». Pero él se dio vuelta y los reprendió.

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