Lucas 9,46-50 – El que recibe a este niño en mi Nombre

El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande.

Texto del evangelio Lc 9,46-50 – El que recibe a este niño en mi Nombre

46. Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande.
47. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo,
48. les dijo: El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande.
49. Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros».
50. Pero Jesús le dijo: «No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes».

Reflexión: Lc 9,46-50

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Lucas 9,46-50 El que recibe a este niño en mi Nombre

Toda controversia con respecto al aborto debía terminarse aquí. El mismo Señor señala la obligación de recibir a todo niño en su Nombre y por lo tanto, la gravedad de su rechazo, cualquiera sea el motivo y la forma.

No hay términos medios, ni condiciones. Hemos de considerar al más pequeño como el más grande. Esta es la exigencia, sin ambigüedades. Creemos que es muy claro el mensaje que el Señor nos está transmitiendo. Mientras más pequeño, más grande.

¿Qué tiene un pequeño que no tenga un grande? O tal vez debíamos preguntarnos ¿qué puede tener un pequeño que va perdiendo mientras más grande? Pureza, inocencia, limpieza, transparencia, sinceridad, verdad.

El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande.

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Lucas 16,19-31 – aunque resucite alguno de entre los muertos

Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán»».

Texto del evangelio Lc 16,19-31 – aunque resucite alguno de entre los muertos

19. Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.
20. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro,
21. que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas.
22. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
23. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él.
24. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan».
25. «Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
26. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí».
27. El rico contestó: «Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre,
28. porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento».
29. Abraham respondió: «Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen».
30. «No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán».
31. Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán»».

Reflexión: Lc 16,19-31

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Lucas 16,19-31 aunque resucite alguno de entre los muertos

La situación que nos presenta hoy el Evangelio, es lamentable. Es una situación ya consumada, en la que no queda ya nada más por hacer. No hay forma de revertirla, porque el tiempo ya pasó. La vida es una oportunidad que podemos tomarla o dejarla.

El caso en el que hoy reflexionamos, es de un hombre rico que, cegado por la abundancia y los placeres que pudo alcanzar en vida, no vio más allá de sus narices. Así, aunque conocía a Lázaro, el pobre que mendigaba a su puerta, jamás fue capaz de echarle una mano.

Es la actitud de indiferencia que mantuvo toda su vida frente al dolor y sufrimiento ajenos, la que al final de su vida sale a relucir, como una deuda impaga, que lo habrá de condenar por siempre. Todo tiene su tiempo y su momento. El rico tuvo su oportunidad y contó con los recursos necesarios para obrar de otro modo, pero se dejó cegar.

Pero Abraham respondió: «Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán»».

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Lucas 9,43-45 – entregado en manos de los hombres

Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

Texto del evangelio Lc 9,43-45 – entregado en manos de los hombres

43. Todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Mientras todos se admiraban por las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
44. Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
45. Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.

Reflexión: Lc 9,43-45

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Lucas 9,43-45 entregado en manos de los hombres

A nadie le interesan las malas noticias. Nadie quiere saber lo que vendrá, si esto va a ser doloroso. Nadie está dispuesto a hablar del sacrificio y de la muerte. Eso es así. Por eso se entiende la resistencia que los discípulos tenían a escuchar y entender a Jesús.

Más difícil aún había de resultarles a ellos entender que a Jesús, a quien habían visto y gozado en diferentes circunstancias, obrando de forma extraordinaria, le pudiera amenazar algo. Es que no es fácil entender al Señor si pretendemos encajarlo en nuestra lógica.

Precisamente, si todos están maravillados de la grandeza de Dios revelada en cada una de las obras de Jesús, ¿cómo entender el peligro que se cierne sobre Él? ¿De qué estaba hablando? Resulta difícil de imaginar. Él es Dios. De ello parecen no quedarles dudas. ¿Cómo entender lo que dice? ¿O, cómo no esperar que habrá de tener un as bajo la manga que sacará oportunamente?

Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

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Lucas 9,18-22 – les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie

«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.

Texto del evangelio Lc 9,18-22 – les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie

18. Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?».
19. Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado».
20. «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».
21. Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
22. «El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».

Reflexión: Lc 9,18-22

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Lucas 9,18-22 les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie

En la boca del Señor, no hay ninguna palabra ociosa. Nada se dice por decir. Todo tiene un significado y una importancia que va más allá de cuanto somos capaces de entender. Queremos detenernos ahora en por qué la enérgica determinación en que no se lo digan a nadie.

Ensayaremos algunas aproximaciones, puesto que es algo que no deja de inquietarnos desde la primera vez que nos topamos con esta lectura. Además, es algo que el Señor repite en varias oportunidades. ¿Por qué el afán en que no se lo digan a nadie?

Una primera razón que marca la distancia entre nuestro proceder natural y el de Jesús, es que Él no busca ni privilegios ni notoriedad. Lo normal entre nosotros sería exhibir nuestras credenciales, aquello que nos distingue y por lo que mereceríamos cierto respeto y privilegios. Jesús es distinto.

«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.

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Lucas 9,7-9 – quién es este

«A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿ quién es este del que oigo decir semejantes cosas?». Y trataba de verlo.

Texto del evangelio Lc 9,7-9– quién es este

07. El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado».
08. Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado».
09. Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿ quién es este del que oigo decir semejantes cosas?». Y trataba de verlo.

Reflexión: Lc 9,7-9

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Lucas 9,7-9 quién es este

Tratamos por unos momentos de ponernos en los zapatos de Herodes. Hay algo que no cuadra. Algo que le llama la atención, que no tiene lógica o que por lo menos le intriga, porque no corresponde a su lógica. Algunos le dicen que es Juan, pero él sabe muy bien que lo mandó decapitar. Ha de ser otro.

¿Cuántas veces andamos confundidos con lo que vemos y oímos? Y es que todo queremos explicarlo con nuestra propia lógica. ¿No hay allí una actitud soberbia, de quien se cree dueño de la verdad? ¿Es que todo debe corresponder a nuestra lógica?

Pues, no. No todo podemos comprenderlo, ni todo es como nosotros nos figuramos. El Señor es capaz de sorprendernos, de un modo que nadie más puede hacerlo. Esto es lo que ocurre con Herodes, aunque él no sea capaz de reconocerlo y ocurre a cada nada en nuestras vidas, pero no siempre lo aceptamos y menos aún, lo recordamos.

«A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿ quién es este del que oigo decir semejantes cosas?». Y trataba de verlo.

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Mateo 9,9-13 – no he venido a llamar a los justos

Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Texto del evangelio Mt 9,9-13 – no he venido a llamar a los justos

09. Jesús, al irse de allí, vio a un hombre llamado Mateo en su puesto de cobrador de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Mateo se levantó y lo siguió.
10. Como Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, un buen número de cobradores de impuestos y otra gente pecadora vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos.
11. Los fariseos, al ver esto, decían a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con cobradores de impuestos y pecadores?»
12. Jesús los oyó y dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos.
13. Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Reflexión: Mt 9,9-13

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Mateo 9,9-13 no he venido a llamar a los justos

Diríamos que este evangelio está dirigido a todos los políticamente correctos, que somos muchos. Los que creemos que basta con ser “buenitos” para ser contados en el Reino de los Cielos. Con no robar ni matar, ya estamos al otro lado. Así lo creemos y decimos.

Es increíble que a pesar de haber participado en retiros y jornadas espirituales, después de muchos años, sigamos pensando así. Sin embargo debemos reconocer que esto es muy frecuente. Cuantos de nosotros nos sentimos cristianos porque dedicamos una hora o tal vez dos a la semana a alguna obra de la Iglesia.

No, no es que esté mal; peor es nada, desde luego. Pero ¿es eso lo que nos pide el Señor? ¿Es eso ser cristianos? Aunque digamos que no, muchos de nosotros, en la práctica así procedemos. No estamos dispuestos a asumir ni un compromiso más y nos parece que con lo que hacemos ya estamos cumpliendo con nuestra cuota.

Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

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Lucas 8,19-21 – Mi madre y mis hermanos

Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.

Texto del evangelio Lc 8,19-21 – Mi madre y mis hermanos

19. Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud.
20. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte».
21. Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.

Reflexión: Lc 8,19-21

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Lucas 8,19-21 Mi madre y mis hermanos

¡Bien claro! Para quien pretenda fundar en ambigüedades su cristianismo. El Señor no se anda con rodeos. Su familia es la que oye a Dios y hace lo que le manda. No hay más. No busquemos, por lo tanto, otras vías, que salvo esta, están todas descartadas.

Si ni le escuchamos y mucho menos nos esforzamos entonces en hacer lo que nos manda, no digamos que somos cristianos, pues estaremos mintiendo a los demás, engañándolos y engañándonos, porque a Dios no le podemos embabucar con nuestras historias y excusas.

El cristianismo se reduce al seguimiento de Jesús. Si no le seguimos, si no hacemos lo que nos dice, estamos en otra cosa. Es momento de reflexionar qué clase de cristianos somos. ¿Qué lugar ocupa Cristo en nuestras vidas? ¿Es Él determinante en algún modo? Más que nuestros pensamientos e ideas, revisemos los hechos reales y contundentes.

Pero él les respondió: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.

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Lucas 8,16-18 – al que tiene, se le dará

Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener».

Texto del evangelio Lc 8,16-18 – al que tiene, se le dará

16. No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
17. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
18. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener».

Reflexión: Lc 8,16-18

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Lucas 8,16-18 al que tiene, se le dará

Otra vez escogemos un texto difícil, porque nos parece extraño lo que dice y no lo podemos entender o no lo queremos aceptar. Reflexionemos. A simple vista nos parece incoherente o poco apropiada la amenaza que parece salir de la boca del Señor. Nos resistimos a creerla, porque nos parece hasta cierto punto injusta.

¿Por qué quitarle al que no tiene? ¿No es bastante ya que no tenga? ¿Qué debíamos tener que encima, si no tenemos se nos castiga quitándonos lo poco que tenemos? ¿Amor, fe, luz? Ha de ser luz, sabiduría, verdad. Porque de esta dice que no se enciende para ocultarla.

Por lo tanto, si tenemos luz es para alumbrar, no para guardarla. Ahora sí. Porque si la escondemos, aun lo poco que tenemos se nos quitará. Por lo tanto, la luz solo sirve para alumbrar. Solo tiene sentido si se utiliza para alumbrar. No sirve de nada guardada. ¡Tenemos que alumbrar con lo que tenemos!

Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener».

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Reflexiones cristianas de los Evangelios