Mateo 6,7-15 – hágase tu Voluntad

Texto del evangelio Mt 6,7-15 – hágase tu Voluntad

6. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
7. Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados.
8. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
9. «Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre;
10. venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.
11. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
12. y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
13. y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.
14. «Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
15. pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

Reflexión: Mt 6,7-15

El Señor, mejor que nadie, sabe muy bien lo que nos conviene. Por eso nos enseña en este pasaje: primero, a orar y segundo, cómo debemos orar. Dos asuntos de vital importancia para nuestras vidas. El primero, el solo hecho de orar es de una trascendencia vital. Significa reconocer que no podemos ni somos nada sin Él. Lo necesitamos para vivir cada día, como necesitamos del aire, de la luz, del sol, del alimento y del descanso. Eso quiere decir: vital. No es algo de lo que podamos prescindir. Si lo hacemos, como las plantas, sin agua, ni luz, ni tierra, empezamos a languidecer, a marchitarnos, hasta morir. Qué importante es que captemos esta idea a cabalidad, porque si algo está ocurriendo con la humanidad es precisamente que pretendemos que podemos vivir sin Dios, lo que viene acarreando las graves consecuencias que todos padecemos y conocemos. Una sociedad sin Dios, está destinada al sin sentido, al fracaso y a la muerte. Hemos dicho que Dios nos ha creado Libres y es Verdad. Podemos, entonces escoger entre Dios y todo el resto, que no es Dios y que el Señor llama el Dinero, porque bien examinado, como lo ha hecho Él, nos conduce a este y a lo que este representa, que no es otra cosa que la idolatría, es decir, poner nuestra confianza y fe en otra cosa que no sea Dios. Y es que, quien no cree en Dios es porque, en realidad, ha puesto su confianza en otra cosa, que para él es primero y usualmente es la acumulación de riqueza, es decir, la acumulación y acaparamiento de todo aquello necesario para vivir, pero en cantidades exageradas y sin importar que ello signifique, como en muchos casos sucede, restar a otros lo que ellos necesitan para vivir. Esto se traduce en apetitos desordenados, que finalmente conducen a la perdición y a la muerte. Que no alcancemos a entenderlo o no queramos entenderlo, no cambia el resultado del que el Señor nos advierte. Por eso, siendo Libres, nos conviene escoger lo que Jesús nos manda, es decir, amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos…venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.

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Mateo 25,31-46 – Vengan, benditos de mi Padre

Texto del evangelio Mt 25,31-46 – Vengan, benditos de mi Padre

31. «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria.
32. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
33. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.
34. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: » Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.
35. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron;
36. estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme.»
37. Entonces los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber?
38. ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
39. ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?»
40. Y el Rey les dirá: «En verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.»
41. Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles.
42. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;
43. era forastero, y no me acogieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron.»
44. Entonces dirán también éstos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?»
45. Y él entonces les responderá: «En verdad les digo que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacer.»
46. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.»

Reflexión: Mt 25,31-46

¿Cuál es el propósito de estas Palabras? ¿Qué busca el Señor? Que caigamos en la cuenta que es lo que hacemos por el prójimo lo que cuenta y nada más, fundamentalmente referido a estas obras de caridad desinteresadas y básicas, dirigidas a los que padecen, a los que están solos, a los que necesitan y no encuentran consuelo, sin importar que sean o no nuestros familiares o amigos. Esta es una disposición que debemos tener en general hacia nuestro prójimo, por el solo hecho de serlo, porque todo lo que hacemos por estos, los más pequeños, los menos afortunados, lo estamos haciendo con el mismo Jesús. No hay otra forma de manifestarle nuestro amor que a través de nuestros hermanos, empezando por los más necesitados, los más débiles y desvalidos. Esto es algo que debemos meternos en la cabeza. No se trata de ser bueno o malo, como hemos simplificado. No se trata de “ayudar a los pobres”, como con frecuencia repetimos de memoria en nuestra niñez y adolescencia, como un dogma aprendido en el hogar o en el colegio. La palabra ayudar no se emplea ni por asomo, ni nada que se le parezca. Se trata más bien de “entrar en sintonía”, de ser sensible con los que menos tienen y más sufren en nuestro entorno, ya sea porque les falta libertad, salud, algo con qué guarecerse del frío o de las inclemencias del clima, algo con qué saciar su hambre o su sed o u lugar para quedarse, estando lejos de su hogar. Libertad, salud, vestido, hambre, sed, acoger y enterrar. Estas son las siete obras de misericordia corporales que deben movernos a actuar cristianamente, tal como Jesucristo espera y nos da a conocer. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: » Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.

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Lucas 4,1-13 – No sólo de pan vive el hombre

Texto del evangelio Lc 4,1-13 – No sólo de pan vive el hombre

1. Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto,
2. durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre.
3. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»
4. Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»
5. Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra;
6. y le dijo el diablo: «Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero.
7. Si, pues, me adoras, toda será tuya.»
8. Jesús le respondió: «Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.»
9. Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo;
10. porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden.
11. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.»
12. Jesús le respondió: «Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»
13. Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

Reflexión: Lc 4,1-13

Jesús mismo necesita la penitencia o en todo caso pasa por ella para enseñarnos que debemos ser humildes y someternos a ella, si queremos afinar nuestro espíritu. No lo sabemos todo, ni lo tenemos todo. Hemos de tomar nuestros pensamientos, nuestra devoción y nuestro proceder con más humildad, reconociendo que no tenemos la última palabra, que no porque sentimos tan profundamente al Señor en nuestras vidas, ha de ser necesariamente que así lo tenemos. Sospechemos de este sentimiento. Pongámoslo a juicio. Veamos qué tan fuerte y puro es. Sometámoslo a la penitencia para acrisolarlo o en todo caso determinar si es correcto y qué tan limpio y sincero es. No demos por hecho que hemos alcanzado el temple y la altura necesarios. Recordemos que estamos en un camino que va en ascenso y siempre habrá algo más allá, más arriba. Si no tenemos la suficiente humildad, tal vez lo pasemos por alto y no lo veremos. Este es un tiempo ideal, para poner todo en tela de juicio y volverlo a repensar, con la ayuda de la Gracia de Dios, única inamovible. Tal vez estamos atrapados en una rutina que solo es conveniente para nosotros o que solo reditúa beneficios a nuestra vanidad, soberbia y orgullo disfrazadas de falsa humildad. Tal vez nos hemos hecho esclavos y debemos por el contrario desprendernos y dejar todo cuanto nos tiene dominados, sirviéndonos, antes que servir a Dios o al prójimo como se nos tiene mandado. Tal vez incluso estamos sirviendo al demonio, a la debilidad y la perdición, cuando nos creemos encaminados a Dios y sin embargo no somos capaces del menor sacrificio, ni nada que nos incomode y haga salir de nuestra rutina. Tal vez es tiempo de hacer unas renuncias y enfocarnos verdaderamente en lo que constituye nuestro deber, nuestra obligación, aquello que Dios y los nuestros esperan y merecen. ¡Cómo saberlo si no nos apartamos un momento, nos ponemos en penitencia y dejamos que el Espíritu de Dios que habita en nosotros nos ayude a responder! No tenemos todas las respuestas, y es preciso afinarnos para seguir avanzando. Jesús le respondió: «Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.»

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Lucas 5,27-32 – comen y beben con los publicanos y pecadores

Texto del evangelio Lc 5,27-32 – comen y beben con los publicanos y pecadores

27. Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
28. El, dejándolo todo, se levantó y le siguió.
29. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos.
30. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué comen y beben con los publicanos y pecadores ?»
31. Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal.
32. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.»

Reflexión: Lc 5,27-32

 

Nos cuesta poner en práctica el ejemplo de Jesús y salir a evangelizar a aquellos que aparentemente, a ojos de los demás, andan perdidos. En cambio el Señor tiene mucho éxito con ellos, lo vemos aquí, en el caso de Leví, que no es nada menos que Mateo, el evangelista. Otro caso notable es el de Pablo, una de las principales columnas de la Iglesia. Por lo tanto es este gesto de Jesús, uno de aquellos que debemos esforzarnos en imitar y puede parecer contradictorio que se nos recuerde esta obligación justo al inicio de la Cuaresma, pero es precisamente para poner el énfasis donde se debe. Ayer hablábamos de la alegría de la boda, hoy tenemos que recordar que todo esto no tiene sentido si no se contagia, empezando por los más necesitados, por los que aparentemente se encuentran más alejados de Dios, por el tipo de vida que llevan. Y es que muchas veces actuamos más bien, como si tuviéramos temor a ser contagiados y queremos llevar una vida de “santos” desde la comodidad de nuestros hogares, aislados, protegidos por una muy profiláctica urna, como las imágenes de los santos que vemos en los templos, olvidando que casi todos ellos, para llegar allí, tuvieron que poner sus pies en el lodo, pasando por el compromiso y trabajo cotidiano, especialmente con los menos favorecidos o los más alejados de Dios, porque, tal como lo dice el Señor, no necesitan médico los sanos, sino los enfermos. Este tiempo de Cuaresma debe servir para recordarnos de modo muy especial este compromiso y llevarlo a la práctica con redoblada vocación y amor. Es allí, entre los que más sufren, entre los que no creen ni tienen esperanza que se tiempla el acero, poniendo a prueba y fortaleciendo nuestra fe, que la tenemos precisamente para difundirla con el ejemplo. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué comen y beben con los publicanos y pecadores ?»

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Mateo 9,14-15 – invitados a la boda

Texto del evangelio Mt 9,14-15 – invitados a la boda

14. Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?»
15. Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.

Reflexión: Mt 9,14-15

 

Nos conmueve la figura que el Señor escoge para dar a conocer lo que estamos viviendo desde que Él está presente entre nosotros. Claro es obvio que se refiere a sus discípulos, pero por extensión también se refiere a nosotros, a todos sus seguidores. ¡Somos los invitados! Muchas veces percibo que no llegamos a entender la magnitud de este acontecimiento. Y es que hay que detenerse a reflexionarlo, y a veces no tenemos el tiempo suficiente. Nos han invitado mucho a lo largo de nuestras vidas, seguramente, sin embargo estamos seguros que podríamos contar con los dedos de una mano aquellas invitaciones en la que los pergaminos de nuestro anfitrión –por lo que fuere-, nos dejaron embobados. ¿Cuántos de nosotros hemos tenido la oportunidad de recibir una invitación de un altísimo representante de la política o la cultura o economía de nuestra sociedad? ¿Cuántos hemos sido invitados por un Congresista, o por el Presidente o por un artista famoso o un literato? Ese día seguramente está marcado y lo contamos entre nuestros mejores recuerdos. Que nos invitara, fue una distinción y luego que se tomara unos segundos para dirigirse a nosotros, hablarnos y hacernos una confidencia, fue un detalle que jamás olvidaremos. Recuerdo que entre toda la gente que conozco, solo mi suegra –que en paz descanse- tuvo la oportunidad de recibir el Cuerpo de Cristo de manos del ahora santo, Juan Pablo II. Lo esperó con mucha ilusión y nunca pudo dejar de recordarlo como posiblemente lo más extraordinario que sucedió en su vida. Ahora que ya estamos más o menos sintonizados con la grandeza del acontecimiento, ¿podemos pensar un momento en lo que significa ser los INVITADOS DE JESÚS? ¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán.

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Lucas 9,22-25 – quien pierda su vida por mí, ése la salvará

Texto del evangelio Lc 9,22-25 – quien pierda su vida por mí, ése la salvará

22. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.»
23. Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
24. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.
25. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?

Reflexión: Lc 9,22-25

Seguir al Señor desde lo que somos. Ese es el gran reto, que nos cuesta comprender. No se trata de renunciar a nuestras circunstancias y huir de ellas para encontrar otras que hagan posible el seguimiento de Cristo, justificando entre tanto el no poder seguirlo, en tanto no se dan las condiciones adecuadas. No. Tenemos que seguirlo aun y especialmente en medio de la dificultad diaria. Esto quiere decir cristianizar cada segundo de nuestras vidas o para decirlo de otro modo, santificar nuestras vidas, que es otra forma de verlo y es en ese sentido que se ha de entender que todos estamos llamados a la santidad. Es en el cómo afrontas tu día a día que has de dar testimonio del amor de Dios. Así, podrías estar preso en una cárcel o en una enfermedad incurable, ciego, sordo, paralítico o con tantas enfermedades de nuestro tiempo y aun allí, en esa circunstancia constituir un modelo de amor a Dios y al prójimo. Ese es el reto. Y desde el otro extremo, ser rico, tenerlo todo, incluso salud, inteligencia y reconocimiento político y social, y sin embargo dar testimonio del amor a Dios y al prójimo. ¿Será más fácil? ¿Será más difícil? Según nos revela el Señor, para estos será mucho más difícil entrar en el Reino de los Cielos, ¿por qué? Porque les será más difícil renunciar a lo que tienen, a sus comodidades, por Dios y por el prójimo. Alguien se preguntará, pero ¿por qué tiene que renunciar? Pues es lógico, para ser cristiano hay que amar: ese es el distintivo. Y, quien ama, no puede ser indiferente a lo que viven sus hermanos y en tal sentido, ha de estar dispuesto a solidarizarse con los que sufren, con los más pobres y desprotegidos, y una forma realista de hacerlo es ayudando a atender sus necesidades básicas. A este fin han de estar al servicio todas nuestras capacidades y recursos, lo que incluye nuestros bienes materiales. Claro, nadie puede estar de acuerdo en que se malgasten inútilmente; ha de aplicarse la astucia y la inteligencia, pero queda claro que ha de primar esta voluntad de amar y servir, independientemente de cuanto tengamos, en cualquier sentido. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.

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Mateo 6,1-6.16-18 – tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará

Texto del evangelio Mt 6,1-6.16-18 – tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará

1. «Cuiden de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendrán recompensa de su Padre celestial.
2. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad les digo que ya reciben su paga.
3. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;
4. así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
5. «Y cuando oren, no sean como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad les digo que ya reciben su paga.
6. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
16. «Cuando ayunes, no pongas cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo que ya reciben su paga.
17. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro,
18. para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Reflexión: Mt 6,1-6.16-18

Todo lo que hagamos, hemos de hacerlo por Dios. No se trata de hacer creer a nadie, porque a Dios no lo podemos engañar, ni si quiera con el pensamiento. Él sabe lo que estamos pensando aun antes que estos pensamientos hayan anidado en nuestras cabezas. Él lo sabe todo. Él es Dios, no lo olvidemos. Y, Dios no es nada de lo que imaginamos, sino mucho más. No está a nuestro alcance definirlo, ni describirlo, pero tal como nos lo revela Jesús, Él tiene contados cada uno de los cabellos de nuestra cabeza y ni uno solo se cae sin que Él lo sepa, así que, con estas pistas podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación, teniendo especial cuidado en no “fabricar” un Dios a nuestra medida y conveniencia. Nosotros tenemos capacidad de distinguir el Bien del Mal, la Virtud del Vicio, por lo tanto, si precisamos imaginarlo, asignemos a esta imagen todo Bien y toda Virtud, cuidando de no ensombrecerla ni con un gramo de mal, ni el menor defecto o vicio. Él es el Bien, la Verdad, la Vida y solo quiere eso para nosotros, porque nos ama más de lo que podemos imaginar y de lo que seríamos capaces de amar nosotros, aun desde antes que existiéramos. Por lo tanto, no hay nada que podamos ocultarle; nada que no sepa; nada que ocurra sin su consentimiento. Así, no tratemos de engañarlo, de hacerle creer cosas. No podremos. Esforcémonos por corresponder a Su amor y no desnaturalicemos nada de lo que hacemos, haciéndolo para aparentar o conseguir aprecio de los demás, porque ello constituye un contaminante de nuestras acciones. Todo lo que hagamos, hagámoslo única y exclusivamente por Dios, SIN CONDICIONES, tal como el mismo nos lo enseña, al amarnos aun antes de nacer, es decir sin merecimiento alguno. Ese ha de ser nuestro modelo…que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

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Marcos 7,1-13 – su corazón está lejos de mí

Texto del evangelio Mc 7,1-13 – su corazón está lejos de mí

1. Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén.
2. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas,
3. – es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos,
4. y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -.
5. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?»
6. El les dijo: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
7. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.
8. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres.»
9. Les decía también: «¡Qué bien violan el mandamiento de Dios, para conservar su tradición!
10. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero ustedes dicen:
11. Si uno dice a su padre o a su madre: «Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán – es decir: ofrenda -«,
12. ya no le dejan hacer nada por su padre y por su madre,
13. anulando así la Palabra de Dios por su tradición que se han transmitido; y hacen muchas cosas semejantes a éstas.»

Reflexión: Mc 7,1-13

Pocas cosas le molestan más a Jesús que la hipocresía. Y es que en verdad pocas cosas hay perores que la mentira y el engaño, y la hipocresía es una forma elaborada de engaño y mentira. El hipócrita finge desconocer algo o finge ser inocente, valiéndose de resquicios legales con la intención de justificarse. Así, si no hay nada legislado al respecto o si hay vacíos en la ley, los usa para justificar lo que hace porque le conviene o le gusta, aun sabiendo que está mal y lo peor es que no tiene ningún reparo en dar mal ejemplo y llevarse de encuentro a quién sea, incluso al mismo Dios, con tal de salir con su capricho. Esto es una blasfemia, porque a Dios no se le puede engañar y él lo sabe muy bien, pero finge desconocerlo o simplemente le importa un comino. En buena cuenta es un desafío a Dios, lo que constituye una torpeza y una afrenta que tarde o temprano se paga. Sin embargo, mientras dura y es posible sostener la mentira, lo hará con cinismo, a cualquier precio, a cualquier costo. Hipocresía y mentira son dos caras de la misma moneda fraguada, falsa. Son tan detestables que el mismo Jesucristo advierte que los vomitará. Veamos a qué extremo llega el repudio de Jesús por estos personajes, de los que está llena la política universal y la peruana, desde donde escribimos estas reflexiones: Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

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