«Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.”
Lunes de la 21ra Semana del T. Ordinario | 27 de Agosto del 2018 | Por Miguel Damiani
Pocas cosas son más graves que el cinismo y la hipocresía. Lamentablemente la práctica de mentir se ha hecho tan común, que ya ni nos damos cuenta cuando estamos mintiendo. Lo hacemos con mucha frecuencia y por cualquier nimiedad.
El Señor detesta la mentira y el engaño. No puede ser de otro modo, puesto que Él mismo es la Verdad. En los tiempos de relativismo que estamos viviendo a muchos cuesta aceptar esta cualidad única y exclusiva de Cristo, como es la de ser la Verdad.
«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que les he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre ustedes algunos que no creen.»
Domingo 21ro del T. Ordinario | 26 de Agosto del 2018 | Por Miguel Damiani
El Evangelio de hoy nos propone conceptos fundamentales sobre los cuales meditar. Son algunas palabras del Señor sobre las cuales debemos reflexionar profundamente, porque como todo lo que el Señor nos enseña, son Verdad y Vida.
Lo primero, el Espíritu es el que da la vida y, por lo tanto, sin Espíritu no hay vida. Pero ¿quién es el Espíritu entonces? Es aquel por quién todas las cosas fueron hechas, al mismo tiempo que el soporte y la amalgama de todo. Más o menos como el esqueleto es al cuerpo.
La lección que el Señor nos da en esta lectura la podemos aplicar a nuestro comportamiento personal, tanto como al de nuestros políticos y gobernantes. De modo personal nos insta a ser coherentes, humildes y serviciales.
Esto está más al alcance de personas sencillas y modestas, que no ejercen cargos públicos y que, por lo tanto, su integridad ética y moral no han sido carcomidas por la avaricia y las ansias de poder político, social y económico.
A través de este pasaje del evangelio somos testigos del impacto que el encuentro con Jesucristo tuvo en Sus discípulos. Y es que difícilmente alguien se puede abstraer a la atracción del Hijo de Dios. Bastan unas cuantas palabras unos cuantos gestos para caer rendidos.
Quien todavía no lo conoce puede caer en la tentación de creer que se trata de una historia simpática y hasta de un estilo literario o tal vez, de un detalle sin importancia. Y sin embargo no es nada de eso. Jesucristo impactó a los discípulos, como sigue haciendo a quienes tenemos la bendición de tener un encuentro con Él.
“Entonces dice a sus siervos: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Vayan, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encuentren, invítenlos a la boda.”
Jueves de la 20ma Semana del T. Ordinario | 23 de Agosto del 2018 | Por Miguel Damiani
Posiblemente aquí podemos encontrar una de las llamadas más directas a la forma en que debemos responder al llamado del Señor. Primero, no podemos dejarlo esperando. Segundo, no podemos postergarlo y tercero, tenemos que acudir debidamente preparados.
El Señor nos hace ver cuál debe ser Su lugar en nuestras vidas. No es que a Él le gusten las pompas y las distinciones en el sentido que nos gustan a nosotros, más aún si ocupamos un cargo político de importancia.
Todos estamos llamados a participar en el Reino de los Cielos. El Señor ha venido a convocarnos e invitarnos a todos. Lo más importante, lo central es que a todos se nos presente esta oportunidad. De allí Su mandato de ir por el mundo.
La humanidad entera debe tener la oportunidad de oír esta convocatoria. Nadie debe quedarse sin haber recibido esta invitación. El Señor cuenta con el apoyo de todos los bautizados para cumplir esta misión. A eso estamos llamados. En eso consiste la evangelización.
De cuanto nos enseña hoy el Señor, ojalá pudiéramos labrarnos en la mente y el corazón que para Dios todo es posible, que por lo tanto esta es la garantía de nuestra victoria final. No lograremos la salvación por mérito alguno nuestro. No es en ello que debeos depositar nuestra confianza.
Esta sola idea debe llevarnos a ver la vida de otro modo, con más optimismo, a pesar de la zozobra y desesperación que pudiéramos vivir en nuestro día a día. Nada de lo que aquí ocurra podrá cambiar Su Voluntad y esta es la Buena Noticia que nos ha sido revelada por Jesucristo.
¿Cuál es la condición para alcanzar la perfección que Jesucristo demanda al joven en este pasaje evangélico? Venderlo todo y dárselo a los pobres. La perfección está en el desprendimiento total. No se trata de acumular tesoros en la tierra, sino en el cielo.
No podemos olvidar que el Señor nos llama a la perfección. Lo dice varias veces. Esa es la expectativa que tiene puesta en nosotros: que seamos perfectos como nuestro Padre que está el Cielo es perfecto. No se trata de un juego de palabras, sino de una exigencia concreta.