El Señor nos pone frente a la disyuntiva de elegir entre Dios o el dinero, lo que nos negamos a reconocer, esforzándonos por demostrar, que no existe tal decisión, que puede ser matizada, siempre, por supuesto, de acuerdo a nuestra conveniencia. O tal vez debiéramos decir según el volumen de nuestra billetera. Revisemos el Evangelio de Lucas 16,9-15 y dejemos de engañarnos y engañar a los demás con falacias. Hay que elegir: Dios o el dinero.
Son muchos los aspectos en los que el Evangelio de Lucas 16,1-8 nos invita a reflexionar. Destacamos el compartir generosamente todo aquello que hemos recibido, que es todo lo que tenemos, somos y poseemos, porque ciertamente no tendríamos nada si no fuera por Voluntad de Dios. Por lo tanto debemos actuar como administradores generosos y astutos con todo aquello que tenemos, procurando su mejor uso, para mayor Gloria de Dios.
En el Evangelio de Juan 2,13-22 el Señor nos invita a darlo todo por la salvación de nuestras almas, a darlo todo por el Reino, sin reservarnos nada. No se trata de negociar o tranzar con lo que hemos recibido, sino de entregarlo sin condiciones, exactamente como lo recibimos. Dar gratis lo que hemos recibido gratis. Ahora es el momento.
A quien realmente quiere seguir al Señor, le pone como condición renuncia a todo lo que posee, a todo lo que nos ata, lo que nos esclaviza y nos tiene presos, incluyendo nuestra familia, nuestros padres, hermanos hijos. El Señor no se anda con rodeos. Seguirlo demanda ponerlo efectivamente en el Centro de nuestra vidas. Si no estamos dispuestos a hacerlo, fracasaremos.
En el evangelio de hoy de Lucas 14,15-24 Jesús compara el Reino con la invitación a una Boda, diríamos la Boda, en la que Dios Padre es el que nos invita, porque quiere que todos nos salvemos y sin embargo, aun sabiendo que no habrá nada mejor que acceder al Reino de Dios, uno a uno los invitados se disculpan, porque todos tienen cosas «más importantes» que hacer. Esta es la actitud con la que lamentablemente tomamos el llamado de Jesús.
En el Evangelio de Lucas 13,18-21 el Señor nos dice que el Reino de Dios se parece a un grano de mostaza que siendo el más pequeño llega a crecer de tal modo que se convierte en el árbol más grade, que incluso las aves vienen a anidar en él. Es así como debe crecer nuestra fe en Dios dentro de nosotros, configurándonos con Cristo, haciéndonos semejantes a Él, por la oración.
En el Evangelio de Mateo 22,34-40 el Señor nos da a conocer aquel Mandamiento central del cristianismo en el que, tal como Él mismo nos dice, podemos resumir la ley y los profetas: amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Esto es todo lo que debemos aprender, memorizar, interiorizar y hacer para alcanzar la Vida Eterna.
En el Evangelio de hoy, Juan 3,11-16 el Señor afirma: así tiene que ser elevado el Hijo de Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Y creer en el no es otra cosa que vivir según sus mandatos. El que cree en Él, lo evidencia con su propia vida; con sus actos. El que cree, da testimonio con su propia vida.