Juan 6,52-59 – yo le resucitaré el último día

Yo le resucitaré el último día

si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.

Juan 6,52-59 – yo le resucitaré el último día
Juan 6,52-59 – yo le resucitaré el último día

Juan – Capítulo 06 – Yo soy el pan de la vida

Reflexión: Juan 6,52-59

Esta es una lectura muy bella y encierra la mejor promesa de amor que Jesucristo, Hijo de Dios, podía habernos hecho. Su vida entera, todo cuanto hizo finalmente estuvo dirigido a que creamos en estas palabras. Tendremos vida eterna. Seremos resucitados por Jesucristo el último día. ¡Qué puede haber más importante, llamativo, consolador, esperanzador, motivador, reconfortante y dulce que saber que todo cuanto pudiéramos haber hecho, cualquier sacrificio, padecimiento o dolor finalmente será recompensado con creces cuando seamos resucitados por Jesucristo el último día!

Claro, es preciso creer para ver con los ojos del corazón y del espíritu aquel esplendoroso día, en que la alegría no tendrá fin. Finalmente veremos todo en su debida dimensión, en sus colores intensos y vivos, con total trasparencia y belleza. Los aromas serán excelsos. Todos nuestros sentidos, desde el oído, pasando por la vista, el tacto, el gusto y el olfato serán exaltados. Nuestra mente, nuestra alma, todo nuestro ser rebozará de una alegría sin fin, más alta, más profunda, más ancha, más colorida, más emotiva, que el mayor éxtasis que pudiéramos haber alcanzado en esta vida. Lo que el Señor nos promete no es poca cosa. No podríamos alcanzarlo ni con todo el oro, ni con toda la ciencia del mundo. Es algo que está más allá. Es aquello que termina por dar sentido a nuestras vidas.

Sin Cristo, sin la realización de sus promesas, por más éxitos que pudiéramos alcanzar en esta vida, ella carecerá de sentido. Y es que nada en este mundo se compara al cielo que nos tiene prometido. ¿Y, quien es Jesucristo para ofrecernos tal fin, tal propósito, tal razón de la existencia? Jesucristo es el Hijo de Dios vivo, enviado por nuestro Padre Dios y creador del Universo precisamente para recordarnos que este es el propósito de nuestras vidas, que para eso hemos sido creados por Dios, que así lo hizo por AMOR. Por AMOR nos creó y nos destinó a vivir eternamente, en plenitud y felicidad.

¿Qué quiere decir que nos creó por amor? Quiere decir que nos creó incondicionalmente, que no hubo mérito alguno en nosotros para que nos diera el inapreciable Don de la Vida. Que nos lo dio por Gracia Divina, es decir Gratuitamente, sin esperar nada a cambio, porque además, nos sería imposible dar a cambio nada que alcance si quiera la enésima parte de su valor. Nos la dio porque su Misericordia es Infinita, porque Su amor no tiene parangón, sin esperar nada, sin condiciones. Este es el mayor ejemplo de amor que hemos recibido. Dios nos creó para que fuéramos felices y vivamos eternamente. Nos dio todo lo necesario para alcanzarlo.

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Juan 14,6-14 – Nadie va al Padre sino por mí

Nadie va al Padre sino por mí

Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocen a mí, conocerán también a mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto.»

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Nadie va al Padre sino por mí

Juan – Capítulo 14

Reflexión: Juan 14,6-14

Somos peregrinos. Estamos en este mundo en una peregrinación que terminará en los brazos de nuestro Padre Creador. ¿Por qué? Pues porque Dios, en su infinita misericordia así lo ha dispuesto. Empecemos por el comienzo. Dios nos ha creado por amor. ¿Qué quiere decir esto? Que no tenía por qué ni para qué crearnos. Dicho de otro modo, podríamos no haber sido jamás. Si tenemos vida es porque Él lo ha querido. ¿No es la vida un Don maravilloso? Es seguro que la mayoría estaremos de acuerdo en ello. Nadie en sus cabales renunciaría a su vida, así porque sí.

Estaremos de acuerdo en que la vida es un Don o si se prefiere un obsequio precioso, porque, además de ser bella, ni la pedimos, ni la merecíamos. Se nos dio como ejercicio de la libérima Voluntad de Dios. Él así lo quiso. Nadie lo forzó, ni obligo. Tampoco hay ningún merecimiento de por medio. Él nos la ha querido dar GRATUITAMENTE. A un gesto de tal magnitud, desinterés y magnanimidad, no podemos reconocerlo de otro modo que como AMOR. Es este, pues, el mayor y mejor ejemplo de amor.

Siendo un Don incondicional, Dios ha querido que hagamos uso del mismo con absoluta libertad. Así, poder disponer de él libremente lo hace más valioso aún. Por lo tanto, ni hicimos nada para merecerlo, ni estamos obligados de ninguna manera con Dios por habérnoslo otorgado. La Vida, un Don incuantificable, que no podría ser adquirida por la mayor riqueza del mundo, la tenemos por Gracia Divina. Esta vida única e irrepetible nos hace infinitamente ricos, puesto que no hay nada que podríamos dar a cambio y sin embargo tenemos absoluta libertad para disponer de ella como queramos.

Pero, no estamos solos en el universo. Dios ha creado todos los demás seres animados e inanimados y los ha puesto a nuestra disposición y servicio, para que usándolos conforme al propósito para el que fueron creados, haciendo uso de nuestra libertad, voluntad e inteligencia, nos valgamos de todo ello como corresponde. No depredándolos para que se reproduzcan y asegurar su subsistencia, por ejemplo. No abusando, ni cambiando el propósito para el cual fueron creados, el que fácilmente podemos determinar gracias a nuestra inteligencia.

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Viaje Apostólico a Egipto

El Santo Padre explica que su viaje a Egipto fue una señal de paz a una región afligida por conflictos y terrorismo

El papa Francisco realizó este miércoles la audiencia general en la Plaza de San Pedro, ante miles de fieles y peregrinos. A continuación el texto de la catequesis.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy deseo hablarles del Viaje Apostólico que, con la ayuda de Dios, he realizado en los días pasados en Egipto. He ido a este país después de una cuádruple invitación: del presidente de la República, de su santidad el patriarca Copto ortodoxo, del gran imán de Al-Azhar y el patriarca copto católico. Agradezco a cada uno de ellos por la acogida que me han reservado, verdaderamente calurosa. Y agradezco al entero pueblo egipcio por la participación y por el afecto con el cual han vivido esta visita del Sucesor de San Pedro.

El Presidente y las Autoridades civiles han puesto un empeño extraordinario para que este evento pudiera desarrollarse en los mejores modos; para que pudiera ser un signo de paz, un signo de paz para Egipto y para toda aquella región, que lamentablemente sufre por los conflictos y el terrorismo. De hecho, el lema del Viaje era: “El Papa de la paz en un Egipto de paz”.

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Juan 12,31-36 – Ahora es el juicio

Ahora es el juicio

Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí.

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Juan 12,31-36 – Ahora es el juicio

Juan – Capítulo 12 – de nuevo le glorificaré

Reflexión: Juan 12,31-36

Esta forma de ver el mundo que nos enseña Jesús es la que debemos asumir, porque es la correcta. No hay más vueltas que dar a las cosas. Hoy, ahora es el juicio. No mañana, ni dentro de un año, ni cuando estés preparado, sino AHORA. Pensar así tiene que llevarnos a vivir la vida, a vivir cada segundo con otra actitud, reconociendo que el tiempo ya está agotado y que lo que pudimos hacer, hecho está y lo que no, pues no. Es poco o nada lo que podemos cambiar del pasado, pero podríamos aprovechar el próximo segundo demás para pedir perdón, para rectificar o empezar a hacer lo correcto.

Si ya no hay más tiempo, ¿cuál otra puede ser nuestra actitud? Vivamos este último segundo plenamente haciendo la Voluntad de Dios. ¡Eso es! No perdamos nuestro tiempo en lamentaciones ni quejas. ¡Hagamos el Bien AHORA! Si nunca antes lo hicimos, ahora es tiempo de empezar, a partir de este momento, a partir de este segundo y de aquí en adelante, en el tiempo que quede. El Balance ya está hecho y la pesa está inclinada a uno u otro lado, sin embargo, observemos que todavía es de día, es decir, todavía tenemos vida, y mientras hay vida hay esperanza. ¡Obremos bien, mientras todavía hay luz!

¿Y, qué pasará con todo lo malo, con el daño que hicimos? Eso pertenece al ayer, al antes, al momento anterior al presente. ¡Pidamos perdón y rectifiquémonos de aquí en adelante! ¡Cambiemos ahora que todavía hay luz, ahora que todavía hay vida, ahora que es de día! Cuando llegue la oscuridad, cuando llegue la noche, cuando llegue la muerte, será imposible. Es hoy, ahora o no será nunca. El Señor nos está dando esta oportunidad. No nos está preguntando por lo que hemos hecho, bueno o malo, nos está demandando una respuesta ahora. Demos la respuesta correcta.

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Juan 6,30-35 – Yo soy el pan de la vida

Yo soy el pan de la vida

Les dijo Jesús: Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

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Juan 6,30-35 Yo soy el pan de la vida

Juan – Capítulo 06 – Yo soy el pan de la vida

Reflexión: Juan 6,30-35

Las palabras del Señor, sus expresiones son desconcertantes seguramente para quien busca respuestas literales y pretende tomar sus palabras por el cambiante significado que vamos dándole según la moda y el tiempo en que vivimos. El que en verdad no lo sigue, no ha logrado entender aquello de “hay que nacer de nuevo” o “mi reino no es de este mundo”, por lo tanto las expresiones de Jesús le serán ajenas y carentes de significado.

El Señor no es un comodín, tampoco una moda, mucho menos un filósofo de la modernidad que se acomoda a la visión individualista e intimista de la vida. El Señor es el centro de la Historia de la Salvación, que tiene sus raíces en el génesis de la humanidad y atravesándola toda, la acompañará hasta su destino final, señalado por nuestro Padre Creador. Así, Jesucristo está íntimamente ligado a nuestro principio y fin, acompañándonos, primero como esperanza y promesa y luego como una realidad visible que anticipa las primicias del Reino de los Cielos para quien puede verlo con los ojos de la fe.

Se precisa, entonces, adquirir esta mirada especial a partir de la fe, para entender su lenguaje y su mensaje de Salvación. Y es que por más compleja y diversa que nos parezca la historia de la humanidad, ella está entroncada por un mismo origen y un mismo destino, marcado por Dios Padre, nuestro Creador. Él nos creó por amor para que vivamos eternamente, alcanzando la felicidad y la plenitud. Nuestro origen y fin están así enunciados y solo pueden comprenderse bajo la perspectiva de un Dios que es Infinitamente misericordioso. Que nos amó antes de crearnos, que nos creó por amor y para el amor, que por lo tanto no descansará hasta no ver que alcanzamos la plenitud para la cual fuimos creados, porque ella nos dará felicidad y no hay nada que quiera más nuestro Creador que vernos felices viviendo eternamente.

Todo esto nos ha sido revelado por Jesucristo y está contenido en los Evangelios, que nos traen esta Buena Noticia. Es precisamente en este contexto que Jesucristo nos dice que Él es el Pan de Dios que baja del Cielo para dar vida al mundo. Debemos comer y beber de este pan para vivir eternamente. ¿Cómo lo haremos? Comulgando con lo que Él nos revela. Haciéndonos uno con Él en este pensamiento, sentimiento y modo de vida. Porque, finalmente, lo que el Señor proclama es el amor. Hemos de vivir amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

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Lucas 24,13-35 – Quédate con nosotros

Quédate con nosotros

Pero ellos le forzaron diciéndole: Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos.

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Lucas 24,13-35 Quédate con nosotros

Lucas – Capítulo 24

Reflexión: Lucas 24,13-35

Para creer en todo esto, de lo que hemos sido testigos a través de los discípulos, efectivamente se necesita fe. Es por eso que el Señor no ha escatimado esfuerzo en suscitarla. Y, a estas alturas, luego de todo lo que hemos visto, oído y vivido, ya debíamos tenerla. Pero tengamos en cuenta que la fe no es el resultado de un esfuerzo racional e intelectual. No es el mucho saber el sustento de la fe cristiana. Es más bien Gracia de Dios que debemos pedir a cada paso, todo el tiempo.

Por lo tanto podemos decir que hay como dos fuentes o vertientes que alimentan nuestra fe: la vida y la gracia. La vida porque resulta imposible explicarla, al igual que muchos sucesos de la misma, sin la intervención Divina. Esta nos solo está en los orígenes y el final, sino a lo largo y ancho de toda ella. Si somos humildes y sinceros ineludiblemente llegará el momento en que lo habremos de notar. Quiere decir esto que resulta muy difícil, por no decir imposible, que lo note el cínico, el mentiroso y el soberbio. ¿Por qué? Porque como ocurre aquí con los discípulos, sus sentidos están “retenidos”.

Se dice que no hay peor sordo, ni peor ciego que el que no quiere oír, ni ver, y es verdad. Cuando nos ponemos la “cortina” de la mentira o la soberbia, somos capaces de “tapar el sol con un dedo”. De allí proviene este dicho popular, cuyo significado todos entendemos y algunas veces en nuestras vidas nos vemos obligados a aplicar con respecto a alguien, en determinada situación. El necio, el testarudo, muchas veces no es que no pueda ver, sino que no quiere, porque no le conviene, porque prefiere mantenerse en la mentira, en el engaño, con tal de no perder sus privilegios, su riqueza o su posición.

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Juan 6,16-21 – tuvieron miedo

Tuvieron miedo

…ven a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo. Pero él les dijo: «Soy yo. No teman.»

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Juan 6,16-21 tuvieron miedo

Juan – Capítulo 06 – Yo soy el pan de la vida

Reflexión: Juan 6,16-21

Dios es inabarcable para nosotros. Es materialmente imposible que lleguemos a contener a Dios en toda su amplitud y grandeza. Es lógico. Es como tratar de meter el océano en una vasija, por más grande que esta sea. Podemos aproximarnos con la imaginación o con la intuición, pero nunca, en ningún aspecto lograremos abarcarlo por completo. Esto es así. No puede haber discusión a este respecto. ¡Dios es Infinito! Sin importar el aspecto o atributo que escojamos para medirlo. Y esta grandeza, al constatar nuestra pequeñez, da miedo.

Por eso, aun cuando muchas veces pedimos su compañía, pedimos verlo o como nos gusta hacer, pedimos que nos lleve en un viaje sideral intergaláctico y atemporal, no lo conseguiremos, no nos lo concederá. Desde luego se trata de algo irracional; de una licencia que nos tomamos sabiendo en el fondo que no lo hará. ¿Imaginemos por un momento que Dios nos prestara atención e hiciera lo que le pedimos? Estamos seguros que no lo soportaríamos. No estamos preparados. Claro que para Dios no hay nada imposible y Él vería de resolver cualquier incompatibilidad, sin embargo, es obvio que el Señor no se está ocupando de estas excentricidades.

Hay otras prioridades que atender. Además, no se trata de hacer nuestros caprichos y responder a las absurdas pruebas que podríamos estar tentados a imponerle. Dios está a nuestro servicio porque Él así lo ha querido, pero no del modo en que algunos imaginamos. No se trata de un Genio al que controlamos con el chasquido de nuestros dedos. Él es el Autor del Universo y todo corresponde a un Plan cuidadosamente trazado, al que debemos ajustarnos, si queremos. Si, pues, así le ha parecido bien a Dios. Nos ha creado por amor con el propósito que seamos felices y vivamos eternamente, pero alcanzarlo depende de nuestra voluntad.

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Juan 6,1-15 – Este es verdaderamente el profeta

Este es verdaderamente el profeta

Al ver la gente la señal que había realizado, decía: Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

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Juan 6,1-15 Este es verdaderamente el profeta

Juan – Capítulo 06 – Yo soy el pan de la vida

Reflexión: Juan 6,1-15

Los milagros tienen esta propiedad de dejarnos pasmados. Primero los pedimos desesperadamente, porque así es como pedimos cuando el asunto es de vida o muerte; cuando nos encontramos arrinconados, entre la espada y la pared; cuando no tenemos más alternativa y llegamos a la convicción que solo un milagro podría salvarnos. Aunque parezca mentira ello es más frecuente de lo que somos capaces de admitir.

Luego cuando finalmente ocurre el milagro, tendemos a minimizarlo, No falta quien nos hace ver que se trata de una casualidad, que los hechos no son como los recordamos, o que tal vez hay una variable que no estamos considerando. Así, muy pronto volvemos a nuestra rutina y empezamos a vivir con aquel milagro, que conforme pasa el tiempo, vamos minimizado, hasta que llega un momento que lo echamos completamente al olvido.

Sin embargo, los milagros existen y son obras de Dios, que de un modo muy evidente deja ver su presencia entre nosotros, tal como nos lo ofreció antes de ascender al Cielo. Eso es lo que ocurre y se narra en este pasaje. El Señor participa de un modo asombroso y determinante en esta situación. Todos los presentes son testigos de algo excepcional. ¿Cuántos lo recordarán después de unos días? ¿Cuántos cambiaran sus vidas a raíz de este encuentro sobrenatural con el poder de Dios?

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