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Mateo 11,25-30 – aprendan de mí

aprendan de mí

«Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Sábado de la 3ª semana de Pascua | 29 de Abril del 2023 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

aprendan de mí

El Señor no nos libra de cargar con el mismo yugo. Pero hemos de aprender de Él para hacerlo con mansedumbre y humildad. Repetir sus palabras es fácil; otra cosa es entenderlas. Y eso es lo que ahora trataremos de discernir.

Vivir en el mundo esforzándonos por el éxito mundano no es fácil, demanda esfuerzo cotidiano. Eso no es lo que el Señor pretende aliviar, sino el dejarlo de lado. El no dejarnos cautivar y esclavizar por estos propósitos, sino por hacer la Voluntad de nuestro Padre Dios Creador.

Nuestro esfuerzo ha de estar dedicado a hacer lo que Dios nos manda. Si no nos resistimos a ello, aprendiendo de Jesucristo y siguiéndole, encontraremos alivio. Ello es posible, porque Dios así lo quiere. Aprendan de mí, se refiere a eso precisamente.

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Mateo 11,25-30 – Vengan a mí los que van cansados

Texto del evangelio Mt 11,25-30 – Vengan a mí los que van cansados

25. En aquella ocasión Jesús exclamó: «Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, pues así fue de tu agrado.
26. Mi Padre ha puesto todas las cosas en mis manos.
27. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera dar a conocer.
28. Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré.
29. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso.
30. Pues mi yugo es suave y mi carga liviana.»

Reflexión: Mt 11,25-30

Hermoso fragmento de los Evangelios, que solo pueden llenarnos de paz y esperanza. ¿A quiénes? A los atribulados, a los apesadumbrados, a los explotados, a los que llevan pesadas cargas y se sienten como aplastados por ellas, porque no ven ninguna salida a una rutina lúgubre, densa, oscura, a la que se sienten engrilletados, sin poder ver el horizonte. Desde luego, esa no es la situación de todos, pero hay algunos, muchos entre nosotros que efectivamente sentimos que parece que es imposible levantar cabeza, que cuando no es una cosa, es otra, que pareciera que solo hubiéramos venido a este mundo a sufrir, ante la indiferencia de nuestros hermanos. Si nosotros mismos no lo estamos padeciendo, es algo con lo que podemos tropezar todos los días. Gentes condenadas a arrastrar duras cadenas, de las que pareciera que no tienen como salir, sin que alguien les eche una mano y les dé una nueva oportunidad. Las encontramos en las esquinas, recostadas sobre la pared, con las manos extendidas; o en los parques durmiendo abrigadas entre cartones; a la salida de los templos o en los niños limpiando los parabrisas de los carros por unos centavos. Pero no son solo ellos, sino también los cientos de miles de refugiados que se encuentran tocado las puertas de Europa, familias enteras, mendigando una posibilidad de seguir viviendo libres de la de violencia y el acoso a que se exponen diariamente en sus países, donde además escasean recursos tan esenciales como el agua y los alimentos. Es a toda esta gente que sobrevive angustiada, asustada, frágil, debilitada, deprimida, violentada, agotada, exhausta por interminables noches de insomnio, cansada de arañar piedras para obtener agua o alimentos, que se contentaría con los mendrugos que caen de nuestras mesas, con la comida que dejamos malograr en nuestra nevera y que luego arrojamos a la basura, es a estas personas, que son nuestros hermanos, que se dirige el Señor, ofreciéndoles alivio, amor, paz y esperanza. El Señor es el único que tiene la capacidad para restañar nuestras heridas, aun aquellas que llevamos desde hace años grabadas como un tatuaje. Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso.

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