Nadie va al Padre sino por mí
«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Reflexión: Juan 14,1-6
Estamos destinados a peregrinar al Padre. A transitar por el Camino. Pero no se trata de una determinación fatalista, como pretenden quienes niegan a Dios precisamente porque sienten que los obliga a llevar una vida según Sus mandatos. Esto no es cierto, aunque ellos lo utilicen como excusa. Quien quiere evadirse de su responsabilidad, siempre encontrará excusas y cuando le hagan falta, las creará. Lo cierto es que Dios no obliga a nadie, pero el que no elige este Camino, yerra.
¿Quiere decir que solo hay un Camino? Cierto. Nos lo dice Jesucristo hoy: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. No hay otra forma de llegar al Padre, que es el destino para el cual fuimos creados, que oyendo y haciendo lo que Jesucristo nos manda. El Camino está en oír y hacer. No basta con solo oír y entonces conmoverse, pensar y tener buenas intenciones. Recordemos las Bienaventuranzas: hay que dar de comer y beber, visitar a los enfermos y a los presos, consolar a los que sufren, buscar la paz y la justicia…Hay que amar.
En otro texto Jesucristo nos dice que debemos escoger entre Dios y el Dinero, dándonos nuevamente a entender que no existen vías alternativas. Solo hay un Camino, es Él. No hay matices, ni tampoco está sujeto a la subjetividad. No depende de cada uno. No se trata de lo que le pueda parecer a cada quien, ni aquello en lo que encontremos mayor simpatía. El Camino es uno y está reñido con el Dinero. Es excluyente. ¿Qué es o qué representa el Dinero? Todo aquello que no nos conduce a Dios, es el Dinero, proviene de la mentira, del engaño, del error, de la oscuridad, de las tinieblas, del Demonio y nos conduce a la muerte.
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