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lo que es de Dios – Mateo 22,15-21

lo que es de Dios

“«¿De quién son esta cara y esta inscripción?» Le respondieron: «Del César.» Entonces les replicó: «Pues páguenle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»”

Domingo 29 del T. Ordinario | 18 de Octubre del 2020 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Isaías 45,1.4-6
  • Salmo 95,1.3.4-5.7-8.9-10a.10e
  • 1ra Tesalonicenses 1,1-5b
  • Mateo 22,15-21

Reflexión sobre las lecturas

lo que es de Dios

Con mucho alarde tendemos a interpretar este pasaje del Evangelio como la separación de las cosas que corresponden a Dios de las que no. Y sin embargo puedo poner en tela de juicio que eso no fue lo que quiso decirnos el Señor.

Y es que no siempre lo más evidente es aquello a lo que el Señor se refiere. Creo que esta es la razón por la que debemos volver una y otra vez a Su Palabra. Casa da vez encontraremos que nos dice algo nuevo y muchas veces distinto a lo que entendimos la primera vez.

Tendemos a quedarnos con aquello que por alguna u otra razón nos conviene. Aquello que nos parece lógico. Sin embargo ¿quién ha dicho que nuestra lógica es la de Dios? No es necesariamente así. Por eso es preciso pedir la Gracia de escudriñar Su Palabra, dejando al Espíritu que se manifieste.

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Juan 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

Texto del evangelio Jn 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

01. Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,
02. ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.
03. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
04. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.
05. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
06. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra.
07. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti,
08. porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
09. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.
10. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
11. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros

Reflexión: Jn 17,1-11a

¿Puede haber algo que nos llame más la atención, algo que jale más nuestra vista que la definición que da Jesucristo de la “Vida eterna”? Imposible evitar escudriñar estas palabras. ¿Qué esconde en ellas el Señor? ¿Qué mensaje tienen? ¿Qué implicancias tienen? ¿Qué consecuencias? La clave está en “conocer”. Pero la dificultad surge cuando reparamos en que el objeto de nuestro conocimiento para alcanzar la Vida Eterna, es decir la meta más preciada, es nada menos que conocer a Dios Padre y Su Hijo Jesucristo. ¿Cómo podemos conocerles? Y, ¿qué quiere decir conocerles? Porque eso es lo que sin duda tenemos que hacer. El misterio está revelado. Desentrañemos lo que Jesucristo nos quiere dar a entender con “conocer”. ¿Nos estamos metiendo en honduras? No creemos, porque si fuera imposible, no tendría ninguna gracia y ya no cabría hablar de amor. Porque si el Dios Misericordioso y amoroso sin límites nos manda una tarea imposible, ¿de qué amor y misericordia estaríamos hablando? Conocerles ha de ser algo que definitivamente han puesto en nuestras manos. ¿Cómo alcanzarlo? Por los Evangelios, que contienen la Palabra de Dios escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo. Si esto es cierto, tenemos que leer y reflexionar los Evangelios. Solo entonces conoceremos a Jesucristo y a quien lo ha enviado. Si en eso consiste la Vida Eterna, nuestra principal tarea ha de ser leer y reflexionar los Evangelios, en búsqueda del conocimiento que nos llevará a la Vida Eterna. Esta ha de ser nuestra principal ocupación. De aquí se desprende la importancia gravitante que han de tener los Evangelios para nosotros. No podemos pasarlos por alto. No puede haber cristiano que solo los conozca por el lomo o por el forro. No bastan las clases de religión, ni las lecturas dominicales. Claro que eso es mejor que nada, pero no podemos abordar de este modo la tarea más trascendente e importante de nuestras vidas. Así, no llegaremos a nada. Seremos como los escolares aquellos que llegan a fin de año sin haber abierto los libros y sin haber leído nada. ¿Qué futuro les espera? Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

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