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resucitar de entre los muertos – Juan 20,1-9

resucitar de entre los muertos

“Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.”

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor | 04 de Abril del 2021 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43
  • Salmo 117,1-2.16ab-17.22-23
  • Colosenses 3,1-4
  • Juan 20,1-9

Reflexión sobre las lecturas

resucitar de entre los muertos

Habiendo estado tan cerca al Señor, día a día y habiendo el proclamado en tantas ocasiones lo que habría de ocurrir, como consta a lo largo de las Escrituras, aun sus discípulos más cercanos, como son Pedro y Juan, no habían entendido la Escritura que anunciaba que esto habría de ocurrir.

En principio nos sorprende, que no esperaran que esto sucediera, a pesar de cuantas veces se los había anunciado. Pero inmediatamente lo reflexionamos y comprendemos que estamos ante un prodigio único y sorprendente jamás ocurrido en la historia, ni antes, ni después.

Este es el Milagro, con M mayúscula y en singular, que confirma nuestra fe, porque tal como dice San Pablo, vana sería nuestra fe si no hubiera resucitado. Estamos, por lo tanto, frente al acontecimiento central y fundante de nuestra fe.

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Lucas 24,13-35 – Quédate con nosotros

Quédate con nosotros

Pero ellos le forzaron diciéndole: Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Y entró a quedarse con ellos.

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Lucas 24,13-35 Quédate con nosotros

Lucas – Capítulo 24

Reflexión: Lucas 24,13-35

Para creer en todo esto, de lo que hemos sido testigos a través de los discípulos, efectivamente se necesita fe. Es por eso que el Señor no ha escatimado esfuerzo en suscitarla. Y, a estas alturas, luego de todo lo que hemos visto, oído y vivido, ya debíamos tenerla. Pero tengamos en cuenta que la fe no es el resultado de un esfuerzo racional e intelectual. No es el mucho saber el sustento de la fe cristiana. Es más bien Gracia de Dios que debemos pedir a cada paso, todo el tiempo.

Por lo tanto podemos decir que hay como dos fuentes o vertientes que alimentan nuestra fe: la vida y la gracia. La vida porque resulta imposible explicarla, al igual que muchos sucesos de la misma, sin la intervención Divina. Esta nos solo está en los orígenes y el final, sino a lo largo y ancho de toda ella. Si somos humildes y sinceros ineludiblemente llegará el momento en que lo habremos de notar. Quiere decir esto que resulta muy difícil, por no decir imposible, que lo note el cínico, el mentiroso y el soberbio. ¿Por qué? Porque como ocurre aquí con los discípulos, sus sentidos están “retenidos”.

Se dice que no hay peor sordo, ni peor ciego que el que no quiere oír, ni ver, y es verdad. Cuando nos ponemos la “cortina” de la mentira o la soberbia, somos capaces de “tapar el sol con un dedo”. De allí proviene este dicho popular, cuyo significado todos entendemos y algunas veces en nuestras vidas nos vemos obligados a aplicar con respecto a alguien, en determinada situación. El necio, el testarudo, muchas veces no es que no pueda ver, sino que no quiere, porque no le conviene, porque prefiere mantenerse en la mentira, en el engaño, con tal de no perder sus privilegios, su riqueza o su posición.

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