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Juan 3,1-8 – entrar en el Reino de Dios

Entrar en el Reino de Dios

Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.

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Juan 3,1-8 entrar en el Reino de Dios

Juan – Capítulo 03

Reflexión: Juan 3,1-8

Estamos viviendo el tiempo más precioso del año: tiempo de Pascua. ¿Qué tiene de especial? Pues este tiempo nos recuerda el verdadero sentido de nuestras vidas; la razón por la que vivimos y somos. En entender el significado de este tiempo está la felicidad de la humanidad; felicidad para la cual hemos sido creados. Detengámonos a pensar entonces en la importancia de entender este tiempo y el acontecimiento que celebramos.

Se dice tanto y algunos lo hemos escuchado desde muy niños, que Jesucristo a Resucitado y con ello ha vencido a la muerte, redimiéndonos del pecado, de la oscuridad y del abismo al cual hubiéramos sido irremediablemente condenados, sin su intervención. Sin embargo no llegamos a comprender esta realidad en su verdadera dimensión. Y, es que como en mucho de lo que tiene que ver con nuestra salvación, no llegamos a captarlo y pensamos que se trata de algo metafórico, incomprensible…entonces lo dejamos ahí y confesamos nuestra fe en Cristo tan solo como precaución, es decir por temor a que fuera cierto.

En el fondo, la verdad es que muchos tenemos nuestras reservas con varios aspectos de esta “trama de la salvación”. Algunos no creen en la virginidad de María, otros no creen en la veracidad de los milagros, otros no llegan a entender el sacrificio de la cruz, otros se resisten a creer en la resurrección y finalmente, otros no llegan a creer en la ascensión al cielo, ni en el cielo, ni en la vida eterna…Pero todas estas cosas causan cierto asombro y temor, entonces, por las dudas, dicen creer y lo hacen a su modo, que es básicamente escogiendo lo que les parece y sin tragarse el paquete entero.

Se trata de una fe que podríamos bautizar como de salón, innocua e inofensiva. A lo sumo exige algunas veces participar en algunos rituales religioso o ceremonias, como el bautizo de algún hijo, sobrino, nieto o ahijado, en algún matrimonio, que puede ser el de uno mismo, y en algunas Misas entre las que durante un largo período solo son de difuntos o de una que otra Fiesta importante de la Iglesia, como Navidad o Pascua. Además, cada vez que nos exigen en algún formulario ponemos que somos católicos.

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Juan 3,7-15 – Así es todo el que nace del Espíritu

Texto del evangelio Jn 3,7-15 – Así es todo el que nace del Espíritu

7. No te asombres de que te haya dicho: Tienes que nacer de lo alto.
8. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»
9. Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?»
10. Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?
11. «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
12. Si al decirles cosas de la tierra, no creen, ¿cómo van a creer si les digo cosas del cielo?
13. Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
14. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre,
15. para que todo el que crea tenga por él vida eterna.

Reflexión: Jn 3,7-15

Dos aspectos nos llaman especialmente a la reflexión en este pasaje. El primero tiene que ver con algo que nos cuesta asumir como un modo de vida, y es el que se refiere precisamente a nacer de lo alto y entonces estar en el mundo como a merced de viento. Qué difícil se nos antoja esta situación. En verdad no logramos entenderla o tal vez nos resistimos a hacerlo. Pareciera decirnos que no debemos tener planes, ni proyectos, ni nada en que anticipar que nos ocuparemos durante nuestro día, porque ello no depende de nosotros, sino de donde sople el viento del Espíritu Santo. Eso es muy difícil que alguien lo acepte así de plano. Siempre estaremos tentados a poner condiciones, agregando interpretaciones o explicaciones adicionales, a fin de no terminar leyendo y comprendiendo lo que nos dice. ¿Es este proceder correcto? ¿No será más bien que no estamos dispuestos a cumplir con semejante reto, porque exige una fe que no tenemos? ¿Cuáles son los límites de esta propuesta y por qué el Señor no los señala? ¿No estaremos entibiando su mensaje y por esa vía terminando en hacer lo que queremos, lo que nos parece y lo que según nuestro criterio y nuestros planes tendríamos que hacer? ¿Será, entonces, que lo que dispone el Espíritu Santo exige una enmienda o cuando menos una interpretación “razonable”? ¿Quiere decir que así, tal como nos lo transmite, no es razonable? ¿Jesús se equivoca o está suponiendo tal vez cierta capacidad de entendimiento que no tenemos? Todo esto nos parece incorrecto. Creemos que el énfasis está dado sobre la necesidad de hacer la Voluntad de Dios, que nos llega a través del Espíritu Santo, sin que sepamos por donde, ni a dónde nos conducirá, lo que exige que estemos permanentemente alertas y nos dejemos llevar, como un velero que tiene siempre desplegadas sus alas al viento, pero con la diferencia que hemos de dejarnos llevar, porque es el Espíritu Santo el que sopla y nos conduce a donde Él quiere, lo que siempre será bueno, consecuentemente nosotros debemos dejarnos llevar confiadamente. No somos nosotros los que dirigimos la nave, sino Él. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.

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