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Lucas 7,11-17 – yo te lo ordeno, levántate

Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: Joven, yo te lo ordeno, levántate. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

Texto del evangelio Lc 7,11-17 – yo te lo ordeno, levántate

11. En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud.
12. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
13. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores».
14. Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate».
15. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
16. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo».
17. El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Reflexión: Lc 7,11-17

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Lucas 7,11-17 yo te lo ordeno, levántate

Ayer veíamos con qué confianza, con qué fe el Centurión esperaba que Jesús sanara a su siervo. Él sabía que Jesús no tenía que desplazarse hasta el lugar, porque así como él, Jesús podía ordenar a alguien o hacer directamente uso de Su poder para atender lo que se le estaban pidiendo.

La fe de este Centurión es ejemplar, porque confiaba ciegamente en que el Señor podía hacer lo que fuera necesario para curar a su servidor, si Él así lo disponía. Ciertamente, resulta evidente que su fe estaba puesta en Dios, Creador del Universo, capaz de cualquier cosa.

¿Qué vemos hoy? Jesucristo no defrauda. Tiene poder incluso sobre la vida y la muerte. Y no solo eso –como si fuera poco-, es capaz de conmoverse ante la desgracia de cualquiera de nosotros, al extremo de obrar milagros únicos, maravillosos, imposibles, tan solo por misericordia. Y es que para Dios no hay nada imposible. Nos ama y es infinitamente misericordioso ¿Lo creemos?

Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: Joven, yo te lo ordeno, levántate. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

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