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Juan 21,15-19 – Apacienta mis ovejas

Texto del evangelio Jn 21,15-19 – Apacienta mis ovejas

15. Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
16. Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». 17. Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: « Apacienta mis ovejas.
18. Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».
19. De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

Reflexión: Jn 21,15-19

El amor a Dios ha de expresarse en obras. Estas obras han de ser de amor. El que ama al Señor y le oye, ha de hacer la Voluntad de Dios y esta es llevar paz y unión, como decíamos ayer. Hoy el Señor nos habla de paz, que ha de ser el ingrediente fundamental de la vida cristiana, ingrediente que nosotros somos responsables de promover y crear. No se trata de confrontar, ni acusar, ni inquietar, ni mortificar, sino de llevar paz. Una paz nacida de la esperanza, del saberse protegidos y acogidos. La paz de quienes confían y esperan en el Buen Pastor, aquel que da Su vida por sus ovejas, aquel que las llama por su nombre y que no permite que una sola se pierda. Esa es la paz que Jesús le pide a Pedro que infunda y con él, a todos nosotros. Esta ha de ser nuestra tarea si como decimos, le amamos. No hay otra. No hay atajos, ni sinónimos, ni nada que interpretar, ni relativizar. Hay que ser capaces de llevar paz. Esa debe ser nuestra principal ocupación, nuestra principal inquietud, incluso por encima de nuestros errores, temores y debilidades. Qué importa lo que hiciste; ya está perdonado. Importa lo que hagas de aquí en adelante, asegúrate de haberlo comprendido. Por eso el Señor se lo repite hasta tres veces a Pedro, porque es muy fácil decir que sí, pero otra muy distinta llevarlo a la práctica. Para ello hemos de reconocer primero nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestros temores, para superarlos. No sea que como antes digamos una cosa y luego terminemos haciendo lo contrario y echándolo todo a perder. Sabemos que no basta responder a la ligera, es preciso hacer un acto de contrición y un verdadero propósito de enmienda, sino, otra vez volveremos a las andadas y en un día o dos, estaremos nuevamente lamentando no haber hecho lo que debíamos. Es preciso tomar conciencia, para no volver a caer. Es cierto, podemos caer y el Señor lo sabe, pero debemos esforzarnos por evitarlo, proponiéndonos siempre llevar paz. Ese es el mandato de Jesús, el Buen Pastor. Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: « Apacienta mis ovejas.

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Juan 16,29-33 – yo he vencido al mundo

Texto del evangelio Jn 16,29-33 – yo he vencido al mundo

29. Sus discípulos le dijeron: «Por fin hablas claro y sin parábolas.
30. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios».
31. Jesús les respondió: «¿Ahora creen?
32. Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
33. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo ».

Reflexión: Jn 16,29-33

El Señor nos ama y esto lo lleva a consideraciones como no habremos de recibir de nadie más. Él solo quiere nuestro bien y sabe cómo nuestras debilidades y temores son el principal obstáculo para lograrla, por eso quiere suscitar en nosotros una fe incondicional e inquebrantable. Sin embargo Él también sabe que eso será imposible si incluso para eso no acude en nuestra ayuda, enviándonos el Espíritu Santo. Resulta sobrecogedor como los discípulos, como niños ingenuos que desconocen el valor de las palabras, confiesan que ahora si creen, sin saber lo que dicen en realidad. El viento agitó levemente la cortina de su entendimiento y un haz de luz pasó por la primera abertura que encontró y maravillados por tan gran manifestación, exclaman que ahora si creen, cuando Jesús sabe que su fe es todavía precaria. Y es que es un error pretender que la fe es algo que puede estar librado a nuestra capacidad. La fe, el creer, es Gracia que viene de Dios y que debemos pedirla incansablemente mientras vivamos, porque solo podremos prescindir de ella después de muertos. Entre tanto, la fe debe ser nuestro motor, la fuerza que nos impulse a hacer lo que Dios nos manda a través de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. No seamos soberbios. No nos jactemos nunca de haberla alcanzado, porque entonces, cuando seamos sacudidos –y llegará este momento-, no estaremos preparados. ¿Y cuál es la forma de prepararnos? Manteniéndonos unidos a Dios Padre, a través de Jesucristo, por la oración y el amor. No bajemos la guardia. No nos dejemos tentar y cegar por la soberbia. Esto suele ocurrirnos cuando avistamos de modo evidente algunos destellos de la Divinidad. Pequeños como somos, nos sentimos tan abrumados, tan plenos –por decirlo de algún modo-, que creemos tenerlo y comprenderlo todo y no hemos pisado sino la orilla del océanos infinito que es Dios. Por supuesto que en este caso me estoy describiendo a mí en primerísimo lugar, pero también a tantos que desde el periodismo, desde la cátedra o desde el púlpito, nos creemos dueños de la verdad, a tal punto que no necesitamos que nadie nos enseñe y consciente o inconscientemente en ese “nadie” incluimos a Dios, con lo que nos cerramos a la posibilidad de crecer y madurar en sabiduría y en fe. Recordemos siempre que sin Dios no somos nada y que solo Él puede dar sentido y razón a nuestras vidas. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo .

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Juan 16,16-20 – su tristeza se convertirá en gozo

Texto del evangelio Jn 16,16-20 – su tristeza se convertirá en gozo

16. «Dentro de poco ya no me verán, y dentro de otro poco me volverán a ver.»
17. Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: «Dentro de poco ya no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver» y «Me voy al Padre»?»
18. Y decían: «¿Qué es ese «poco»? No sabemos lo que quiere decir.»
19. Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andan preguntándose acerca de lo que he dicho: «Dentro de poco no me verán y dentro de otro poco me volverán a ver?»
20. «En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo.

Reflexión: Jn 16,16-20

A quien coge la Biblia por primera vez, quien está empezando a aproximarse al Señor, efectivamente este fragmento le puede parecer raro. Un acertijo. No tendría por qué ser así para quien lo viene siguiendo de cerca por varios meses, incluso por lo menos por tres años seguidos. Sin embargo son sus mismos discípulos los que piden explicaciones de lo que el Señor quiere decirles con estas palabras, porque tienen como un velo en sus mentes que les impide entender todo aquello de lo que el Señor les habla, a pesar que, nadie como ellos, tuvieron evidencias extraordinarias de estar siguiendo al mismísimo Jesucristo, Hijo de Dios. Ellos son los protagonistas de una historia única, singular, irrepetible. Parece parte de la naturaleza humana, encontrarnos en medio de una circunstancia excepcional, con personas excepcionales y sin embargo no darnos cuenta de lo que estamos viviendo hasta que pasó, hasta que acabó, hasta que las circunstancias y las personas cambiaron. Entonces recordamos con emoción lo vivido, como algo increíble. Si, ahí estuve yo; ahí estuvimos nosotros, contaremos después hinchando el pecho, pero en el momento, la singularidad de la ocasión pasó desapercibida para nosotros. Eso mismo podemos constatar que está pasando con los discípulos de Jesús. No entienden mucho lo que ocurre y hasta se encuentran torpemente incapacitados para hilvanar una cosa con otra. No es poco lo que han vivido y –a nuestro modesto juicio, desde la perspectiva que dan más de 2mil años de distancia-, tendrían suficiente para considerar de modo determinante como cierto lo que Jesús decía de sí mismo. Después de todo, los milagros que obra el Señor son únicos y están dirigidos a mostrar quién es, para que creamos en Él. Los milagros serán los argumentos que irrefutablemente muevan a la fe. No los únicos, pero ciertamente los más contundentes. Y es que es indispensable -para Jesús, nuestro Salvador-, que no quede duda que estamos frente al Hijo de Dios que como el mismo lo define es la Luz, la Verdad y el Camino. En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo.

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Juan 12,31-36 – Ahora es el juicio de este mundo

Texto del evangelio Jn 12,31-36 – Ahora es el juicio de este mundo

31. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera.
32. Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí.»
33. Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.
34. La gente le respondió: «Nosotros sabemos por la Ley que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo dices tú que es preciso que el Hijo del hombre sea levantado? ¿Quién es ese Hijo del hombre?»
35. Jesús les dijo: «Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre ustedes. Caminen mientras tienen la luz, para que no los sorprendan las tinieblas; el que camina en tinieblas, no sabe a dónde va.
36. Mientras tienen la luz, crean en la luz, para que sean hijos de luz.» Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos.

Reflexión: Jn 12,31-36

¡Qué misterio tan grande encierran estas palabras! Nos resultan sumamente difíciles de entender porque tratamos de abordarlas desde una perspectiva mundana y estas han sido dichas por nuestro Señor Jesucristo desde una perspectiva Divina y totalizante. El espacio y el tiempo para Dios, son infinitos. O si se quiere, tienen otra dimensión; no constituyen los mismos parámetros que para nosotros. Nuestra visión es muy estrecha y limitada. Dios ve las cosas como son. Es desde esta visión, que desde luego nos resulta misteriosa e incomprensible, pero a la cual nos podemos aproximar gracias a nuestros Señor Jesucristo y al Espíritu Santo, que Jesús nos Revela una realidad ciertamente asombrosa, sobre la cual debemos meditar. Mucho hemos oído hablar del juicio y a muchos cristianos se nos trata de convencer por temor al “juicio final” y sin embargo el Señor se refiere a este en varios episodios de un modo completamente distinto al que tanto temor nos han enseñado a tener algunos, pensamos que equívocamente o por ignorancia o por no reparar en la profundidad y alcance de pasajes como el que hoy estamos meditando. El Señor aquí se refiere al Juicio, pero como un hecho que está ocurriendo en ese momento, no antes ni después. Si Él dice ahora, es ahora. Es verdad que su “ahora” puede tener un alcance para nosotros inabarcable, pero no hay duda que debemos tener en cuenta esta palabra en aquello que nos quiere revelar en este pasaje. Pero la frase que sigue unida a este “ahora” tiene que llamarnos mucho más la atención respecto al “juicio de este mundo”, porque se está produciendo ahora y este está determinando la expulsión del Príncipe de este mundo. ¿Y quién es el Príncipe de este mundo? El demonio, la oscuridad, las sombras, el mal, la mentira, el pecado, la destrucción y la muerte. Esto es lo que está ocurriendo en el Ahora que señala Cristo. Él está venciendo al Príncipe de este mundo y vencerlo quiere decir derrotarlo, botarlo, echarlo fuera, desterrarlo. Ya no tiene ningún poder, porque Cristo lo ha vencido en la Cruz. Muriendo y Resucitando ha terminado con él, lo ha expulsado, lo ha derrotado. Para decirlo positivamente Jesucristo ha triunfado sobre las fuerzas del mal, sobre la mentira, la soberbia, la destrucción y la muerte. El juicio se ha producido y hay un veredicto, un ganador, un triunfador, este es Jesucristo. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí.

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Juan 14,23-29 – Si alguno me ama, guardará mi Palabra

Texto del evangelio Jn 14,23-29 – Si alguno me ama, guardará mi Palabra

23. Jesús le respondió: « Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.
24. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escuchan no es mía, sino del Padre que me ha enviado.
25. Les he dicho estas cosas estando entre ustedes.
26. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho.
27. Les dejo la paz, mi paz les doy; no se las doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde.
28. Han oído que les he dicho: «Me voy y volveré a ustedes.» Si me amaran, se alegrarían de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
29. Y se los digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda crean.

Reflexión: Jn 14,23-29

Este es uno de esos pasajes en los Evangelios en los que Jesucristo Claramente se refiere al Dios en el cual creemos los cristianos, que es Uno y Trino al mismo tiempo. Aquí son presentadas las tres personas que conforman esta unidad Divina indisoluble: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Trabajando juntas, al unísono, cumpliendo la Voluntad del Padre. El Padre envía al Hijo a Salvarnos y todo lo que Él nos dice y enseña, lo hace por Voluntad del Padre, del mismo modo que Él lo haría, al punto que conociéndole a Él, conocemos al Padre. El Padre envía al Espíritu Santo Para que nos enseñe y recuerde todo lo que nos ha enseñado Jesucristo, el Hijo. Así, en este Dios Único y Verdadero, está asegurada nuestra Salvación. Tal como Jesucristo nos lo enseña, hemos de creer en Él para salvarnos. Pero solo hay una forma de creer y es guardando Su Palabra. Quien guarda Su Palabra, le ama y quien ama a Jesucristo ama al Padre. Amar es hacer lo que Jesucristo nos manda; no hay otra forma. Lo que nos manda está en Su Palabra, en consecuencia, hemos de conocer Su Palabra. Esto quiere decir que por lo menos una vez en nuestras vidas debíamos leer y reflexionar los Evangelios, porque nadie ama lo que no conoce. Leyendo y reflexionando los evangelios nos iremos familiarizando con Jesucristo y llegaremos a descubrir lo mucho que nos ama. Entenderemos que es el Hijo de Dios, que siendo Dios como Su Padre, se hizo hombre como nosotros para Salvarnos obedeciendo la Voluntad del Padre. Descubriremos que Padre e Hijo nos aman como nadie jamás podrá amarnos y que solo quieren nuestro Bien. Es por eso que llegado el tiempo Dios Padre envía a Su Hijo a enseñarnos el Camino, y es que solo hay un Camino que conduce a la Vida Eterna para la cual fuimos creados por Dios Padre y Él quiere asegurarse que todos lo tomemos, porque no quiere que ni uno solo se pierda. ¿Quiere decir que existe el peligro que nos perdamos? Evidentemente sí. Y es que nosotros hemos sido creados para tener vida en abundancia, pero solamente la alcanzaremos si seguimos el Camino que Dios ha trazado, que Jesucristo nos enseña y por el que la Gracia del Espíritu Santo nos conduce. ¿Cuál es este Camino? Para decirlo en una sola palabra: el AMOR. Jesús le respondió: « Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

Hemos de amar a Dios en primer lugar, por sobre todas las cosas. ¿Qué quiere decir esto? Que tal como nos lo manda Jesucristo, debemos guardar Su Palabra. ¿Cómo guardamos Su Palabra? Haciendo lo que Él nos dice. ¿Y qué nos dice? Pues tenemos que leer y reflexionar los Evangelios, que son la Palabra de Dios, para conocer y entender en profundidad lo que nos dice. Esto puede significar un reto intelectual muy grande, si además tenemos en cuenta que los Evangelios son tan solo una parte muy reducida de la Biblia, que es el Libro Sagrado que recoge la Palabra de Dios a través de la Historia. Así, con solo ver la Biblia alguien podría desanimarse y pensar que se trata de una misión imposible. Sin embargo hay un primer principio que podemos ir aprendiendo acerca de Dios y este es que para Dios no hay nada imposible, lo que en otras palabras quiere decir que si se lo pedimos y lo dejamos en Sus manos, Él nos dará la gracia de convertirlo en realidad; dicho de otro modo: si Él quiere, si Él lo permite, nos dará la forma de conocerle sin pasar por este reto o tal vez lo pasaremos casi sin darnos ni cuenta. Pero hay algo más. Jesucristo nos dice que todo esto que conocerlo podría significar para nosotros una tarea descomunal, lo podemos resumir en una frase tan corta que entraría sobradamente en un twitt de 140 caracteres y sobraría. Así es. Jesucristo mismo nos enseña que toda la sabiduría y los profetas están encerrados en este mandamiento: amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Es a esto que se reduce en buena cuenta el núcleo de la enseñanza de Jesucristo. Si retenemos y practicamos esto, tendremos asegurada la Vida Eterna. Ese es el Camino. No hay nada más que hacer ni aprender. Solo debemos ser fieles a este amor. Jesús le respondió: « Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

Entonces, ya sabemos lo que hay que hacer. Tal vez la pregunta que podría surgir sería ¿Por qué tendríamos que hacerlo? Para alcanzar la Vida Eterna. Pero ¿quién puede garantizarnos que esto será así? Pues, precisamente por eso, debemos leer y reflexionar la Palabra de Dios que se encuentra en la Biblia y especialmente en los Evangelios. Es preciso que creamos que Jesucristo es el Hijo de Dios y que por lo tanto ha de merecer toda nuestra confianza, la que solo puede nacer del conocimiento de Jesús. La vida nos depara muy distintas formas para conocerlo, sin embargo es a través de Su Palabra la forma más privilegiada, deseable y exacta. Hemos de proponernos leer y reflexionar Su Palabra, porque en ella encontraremos la respuesta a todas las preguntas que pudieran surgir en torno al amor. Porque el amor verdadero no es tan sencillo de conocer y actualmente lo confundimos con una serie de actitudes, sentimientos y emociones que están muy lejos del verdadero amor, que es el que nos propone Cristo. Un amor sin condiciones y sin límites, al estilo de Dios Padre, el mismo que solo podremos alcanzar si Él nos da Su Gracia. Por lo tanto, creer como se debe, no es obra nuestra, sino Gracia que Dios concede. Si esto es cierto ¿qué debemos hacer? Vivir amando con toda el alma y poniéndonos en manos del Señor, confiando que Él nos dará la Gracia para amar como se debe a todos y cada uno de los que nos rodean, conforme a la Voluntad de Dios, es decir, sin medida no condiciones. Esta tarea no puede ser librada a nuestra capacidad, porque nos será imposible. Sin embargo, con Él, no habrá obstáculo que pueda interponerse. Jesús le respondió: « Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

Oremos:

Padre amado, concédenos la Gracia de conocer y amar a Jesús. Danos un corazón grande para amarte a través de nuestros hermanos, sin límites ni condiciones, a ejemplo de Jesús…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

Roguemos al Señor…

Te lo pedimos Señor.

(Añade tus oraciones por las intenciones que desees, para que todos los que pasemos por aquí tengamos oportunidad de unirnos a tus plegarias)

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Mateo 28,16-20 – yo estoy con ustedes todos los días

Texto del evangelio Mt 28,16-20 – yo estoy con ustedes todos los días

16. Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
17. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron.
18. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.
19. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
20. y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.»

Reflexión: Mt 28,16-20

Estamos frente a las últimas líneas del Evangelio de San Mateo, con las que pone fin al testimonio que le fue encomendado escribir por inspiración divina y con la guía del Espíritu Santo. Llegó el día en que Jesús finalmente ascenderá al cielo. Todos van, sin embargo algunos de ellos todavía dudan. Que nos sirva de consuelo cuando se nos presentan dudas, pero al mismo tiempo de estímulo para esforzarnos en creer, porque, tal como nos lo ha venido repitiendo el Señor esto es lo más importante. Creer es dar el paso fundamental y aunque leer los Evangelios y conocer a través de ellos a Jesucristo es importante, no es imprescindible el mismo grado de conocimiento que se exige en otras circunstancias, porque creer es finalmente Gracia de Dios. Esto quiere decir que Él tiene la potestad de suscitar esta fe en quien lo busca, más allá del conocimiento o de cualquier circunstancia que pudiéramos vivir. Y aquí es básico recordar esta promesa extraordinaria de Jesús de quedarse con nosotros hasta el fin del mundo. Claro, si no tenemos fe, sonará risible y estrambótica. Sin embargo para los que tenemos fe significa que Él está con nosotros allí donde posamos la vista e incluso nuestros pensamientos. Él está en cada molécula, en cada partícula de este mundo y por supuesto, en cada uno de nosotros y especialmente en los más pobres, en los que más sufren. El Señor está en todo, pero necesita que reorientemos el Universo hacia Él, hacia la Salvación, lo que exige amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. No es fácil y mucho menos cuando no hay fe y por el contrario, encontramos una fuerza que camina en sentido contrario, promoviendo el egoísmo, el hedonismo, el poder, la riqueza, el orgullo, la soberbia, la mentira y la muerte, como el único medio para asegurar el bienestar temporal de los más fuertes, de los más ricos. El Dinero es opuesto a Dios, porque propugna que todo se puede comprar y que tan solo depende de la cantidad de dinero que podamos ofrecer. Por eso es preciso acumularlo sin límites, ya que es tan solo lo que él nos puede dar aquí y ahora lo que importa. La filosofía del dinero, sobre la cual se ha edificado este mundo ha sido propiciada por el Príncipe de las Tinieblas y es obviamente contraria a la Voluntad de Dios, quien nos ha creado para vivir eternamente, lo que solo es posible, tal como nos lo enseña Jesús, si amamos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos…hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.

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Juan 13,31-33a.34-35 – que se amen los unos a los otros

Texto del evangelio Jn 13,31-33a.34-35 – que se amen los unos a los otros

31. Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.
32. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.»
33. «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con ustedes.
34. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros.
35. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros.»

Reflexión: Juan 13,31-33a.34-35

El Señor Jesucristo vino a cumplir una Misión entre nosotros: Salvarnos. Él fue consciente todo el tiempo de ella, como lo prueba todo lo que hace y dice. No es que fuera sorprendido por nada de lo que ocurre, como a veces estamos tentados a creer. No debemos olvidar que Jesucristo, como Hijo de Dios, comparte la misma Divinidad y por lo tanto la misma Sabiduría y conocimiento de la Verdad, por eso nos dice que Él es el Camino, la Verdad y la Vida y que no hay forma de ir al Padre que por Él. La escena que estamos contemplando ocurre inmediatamente después que Judas sale a entregar a Jesús, es decir a terminar con la tarea que había asumido como resultado de sus estrechez mental, su poca visión, su ignorancia, las pasiones que lo dominaban, pero sobre todo por su FALTA DE FE. Judas no creía realmente que Jesús fuera el Mesías, el Salvador. Sus dudas eran tan grandes que poco a poco se había ido convenciendo, a pesar de todo lo que había visto y presenciado, que Jesús eran un charlatán, un embustero que traería la ruina a su causa y antes que perderlo todo decidió entregarlo y así por lo menos ganarse la recompensa que los judíos ofrecían. Esto es lo que sale a hacer y Jesús lo sabe, de allí su reflexión. Es importante constatar esto, porque ello no constituye sorpresa alguna para Jesús y contrariamente a lo que hubiera hecho cualquier persona que supiera a donde conducirían estos hechos, Él no huye, no se pone a mejor recaudo, porque sabe que Su hora ha llegado y como dirá después, nadie le quita la vida, sino que Él la entrega por nuestra Salvación. La diferencia es muy grande y constituye una Revelación en la que debemos reflexionar. Y es que Jesucristo es el Hijo de Dios y como tal ¡Es Dios! No lo olvidemos nunca. No confundamos, ni nos dejemos engañar. Estamos asistiendo al desarrollo del Plan de Dios, donde nada es casual, sino que todo ha sido detalladamente anticipado. ¡Quiere decir que Jesús es un masoquista? ¡No! Sino que en Su Sabiduría Infinita sabía que no había forma que fuera elevado y que todos pudiéramos verle, entendiendo Su mensaje, la Misión que se le había encomendado, que sometiéndose al juicio injusto y bárbaro de los hombres, que terminarían por ejecutarlo, por asesinarlo públicamente como un forajido, a pesar de haber pasado haciendo el Bien. Era preciso que ello pasara y que resucitara al tercer día para que la humanidad entera viera y creyera y creyendo fuera Salvada. Nuestra salvación pasa entonces por este sacrificio, sin el cual no hubiera sido posible. Cristo, por nosotros, se hizo uno más como nosotros para enseñarnos el Camino, sellándolo con Su preciosísima sangre, para que la nuestra no tuviera que ser derramada. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros.

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Juan 14,1-6 – voy a prepararles un lugar

Texto del evangelio Jn 14,1-6 – voy a prepararles un lugar

1. «No se turbe su corazón. Creen en Dios: crean también en mí.
2. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se los habría dicho; porque voy a prepararles un lugar.
3. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré y los tomaré conmigo, para que donde esté yo estén también ustedes.
4. Y adonde yo voy saben el camino.»
5. Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»
6. Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Reflexión: Juan 14,1-6

El amor del Señor es Infinito. Con Él no tenemos pierde. Esa debe ser nuestra convicción. Ello debe animarnos y fortalecernos, porque todos tenemos un lugar en Casa de Su Padre, que es también nuestro Padre. ¿Qué quiere decir que todos tenemos un lugar? Pues que poco importa lo que somos, lo que nos creemos o lo que otros nos consideran. ¡Qué más da! ¡Qué puede importar, si el mismo Señor Jesucristo ha ido a prepararnos un lugar! Así, aun en los peores momentos, no debemos sentir que nuestro corazón se llene de pesadumbre, de temor, tristeza o desesperanza. Tenemos la garantía que el Señor ha subido al cielo a prepararnos un especio ¿Por qué? Porque Él así lo quiere; porque nos ama. Si alguna vez hemos sentido el amor de nuestra pareja, de nuestros padres, de nuestros hermanos, de nuestros hijos, de nuestros amigos…ese amor que pareciera perdonarlo y soportarlo todo, cómo no habríamos de alegrarnos después de todo, sin importar las dificultades por las que estemos pasando, incluso a pesar de lo mal que sabemos que nos hemos portado, sabiendo que el Señor nos ama. Aun a pesar de todo, Su amor no declina, no disminuye. Por el contrario nos ase más fuertemente con su mano, para que no nos desprendamos de Él, para que no terminemos por perdernos. Si nosotros somos capaces de amar y perdonar, imaginemos cuanto es capaz de amar y perdonar Jesús…Tanto, que llegó a dar Su vida por nosotros. Por lo tanto, que no se turbe nuestro corazón. Arrepintámonos del mal que hemos hecho, esforcémonos por enmendarnos y sigámoslo alegres, agradecidos y llenos de esperanza, porque no hay nada que pueda hacer que nos ame menos. Si nosotros queremos ir a Su lado, si queremos ir con Él, si queremos escucharlo, todo el Camino está despejado y Él nos asirá con fuerza para que no le abandonemos nunca más. Tomemos la decisión de seguirle, sin mirar atrás. Creen en Dios: crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, se los habría dicho; porque voy a prepararles un lugar.

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