Su tristeza se convertirá en gozo
En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo.

Reflexión: Juan 16,16-20
En el diálogo entre Jesús y sus discípulos hay varios malos entendidos, de donde surgen dudas, temores y falta de confianza. Ocurre con ellos, como con nosotros, que no queremos oír ni entender lo que no nos gusta. Es como que se nos nubla la razón para entender lo que debía ser evidente para nosotros, dadas algunas referencias o datos que conocemos. Hay realidades de las que preferiríamos no saber y simplemente las ignoramos y luego resultan piezas claves para la comprensión de todo el panorama.
Lo que estamos tratando de desentrañar, resulta evidente en el caso de los discípulos, puesto que ellos presenciaron personalmente –nadie se los contó-, hechos extraordinarios realizados por Jesús desde el inicio. No fueron pocas las curaciones milagrosas, los demonios expulsados e incluso los muertos resucitados, para no hablar de calmar las olas o caminar sobre las aguas. ¿De cuántas cosas más serían testigos que no están escritas? Porque se entiende que no todo lo que vivieron pudieron escribirlo detalladamente en los Evangelios.
Queremos ver siempre las cosas a nuestro modo, según nuestro criterio, nuestra lógica y buen entender. A veces, y especialmente en lo más importante, nos falta la humildad necesaria para reconocernos limitados, dando crédito a otras explicaciones y especialmente si estas provienen de Dios. No es lógico ponerlas en duda. Lo aconsejable sería meditarlas, poner empeño en comprenderlas y por último, aceptar que no seremos capaces de comprenderlo todo hasta que no nos encontremos en presencia de Dios.
Entre tanto, hemos de obedecer los mandatos del Señor y pedir la Gracia del Espíritu Santo para que nos revele aquello que es posible y nos de obediencia absoluta y humilde en aquello que no está a nuestro alcance. Es que no podemos pretender comprenderlo todo para entonces acatar, pues de este modo no sería necesaria la fe a la que el Señor apela y se empeña en promover entre nosotros.
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