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Juan 10,31-42 – crean en las obras

crean en las obras

“Si no hago las obras de mi Padre, no me crean, pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean en las obras, para que comprendan y sepan que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”

Viernes de la 5ta semana de Cuaresma| 08 de Abril del 2022 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

crean en las obras

En verdad hay que ser necio y testarudo para no creer en Jesucristo, Hijo de Dios, luego de presenciar las obras que realiza. Muchas veces, con tal de salir con nuestro gusto, con tal de justificarnos, somos capaces de negar que el pasto es verde.

Son nuestros intereses, nuestra comodidad, nuestra soberbia los que nos ciegan y nos impiden ver y aceptar la realidad, la verdad. Nos aferramos de tal modo a nuestras posesiones, a lo que tenemos, que rechazamos cualquier cosa que pueda amenazar nuestra estabilidad.

En el fondo, somos esclavos de nuestros temores. Creer en Dios exige que podamos dominarlos y estar dispuestos a dar ese salto al vacío necesario para alcanzar Su mano. Como lo hace el niño que salta confiado a los brazos de su padre.

crean en las obras

Son sus obras las que lo acreditan

Si fuera un perfecto desconocido, tal vez sería comprensible. Pero a Dios le conocemos muchísimo más de lo que estamos dispuestos a reconocer. Todo se lo debemos a Él. No hay lugar en el podamos posar nuestros ojos que de algún modo nos hable de Él. Lo sabemos.

Sin embargo, teniendo en cuenta nuestra incredulidad, el Padre envió a Jesucristo, Su único Hijo, para promover entre nosotros la obediencia a la Voluntad del Padre. ¿Por qué tendríamos que obedecerle? Porque Él nos creó por amor, para vivir en plenitud eternamente.

Ese es nuestro destino. Es allí a donde todos debíamos encaminarnos alegremente. Sin embargo, no lo hacemos. ¿Por qué? Porque dudamos. Porque tememos. Porque no confiamos. Precisamente para eso viene Jesucristo. Para disipar nuestras dudas.

Son nuestras obras las que dan cuenta de nuestra fe

Para aquel que no le baste con constatar la belleza y perfección de cuanto ha sido creado por Dios, Jesucristo obra milagros y prodigios delante de cientos de testigos. Obviamente no lo hace por mostrar su poder, sino para que crean en las obras.

Estos hechos extraordinarios, visibles y palpables por el más sencillo de los mortales tendrían que ser suficientes para que creamos en Jesucristo y en el Padre que lo ha enviado. El Padre, autor de cuanto existe nos ama y quiere que vivamos con Él eternamente.

Son sus obras las que acreditan a Dios. Por un lado, el Padre ha dejado evidencias y huellas poderosas en todo el Universo. Por otro, Jesucristo pasó haciendo el bien, curando enfermos y perdonando pecados. Si no somos cínicos tendríamos que creer en las obras.

Obras son amores y no buenas razones

Esta es la gran lección de hoy. Son nuestras obras las que deben dar cuenta de aquello en lo que creemos. No son nuestras palabras. Ellas no bastan. No son suficientes. Y a esta misma exigencia se adecuó Jesús y tuvo que hacerlo hasta el extremo de dar su vida por nosotros.

Oración:

Padre Santo, danos la Gracia de entender que no hay otra forma de evangelizar más efectiva y contundente que el propio ejemplo. Las palabras, por hermosas que puedan ser no bastan. Hemos de hablar del amor de Dios a nuestras propias obras. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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Mateo 18,1-5.10.12-14 – no desprecien a ninguno de estos pequeños

Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo.

Texto del evangelio Mt 18,1-5.10.12-14 – no desprecien a ninguno de estos pequeños

01. En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»
02. Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos
03. y declaró: «En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos.
04. El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos.
05. Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
10. Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo.
12. ¿Qué pasará, según ustedes, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía? ¿No dejará las noventa y nueve en los cerros para ir a buscar la extraviada?
13. Y si logra encontrarla, yo les digo que ésta le dará más alegría que las noventa y nueve que no se extraviaron.
14. Pasa lo mismo donde el Padre de ustedes, el Padre del Cielo: allá no quieren que se pierda ni tan sólo uno de estos pequeñitos.

Reflexión: Mt 18,1-5.10.12-14

mateo-18-10
Mateo 18,1-5.10.12-14 no desprecien a ninguno de estos pequeños

¡Qué lección tan maravillosa! Sin embargo, que poco caso le hacemos. Que poco la aquilatamos. Más claro no puede ser el Señor. Los niños tienen un lugar especial en el Cielo. ¡Son los preferidos de Dios! ¡Sí, así es, Dios Padre vela especialmente por ellos!

¿De qué mejor forma se puede explicar? La fragilidad de la vida comienza así, tiernamente. La maravilla de la vida, la delicadeza de sus formas, la transparencia de sus gestos, la pureza de su alma, la ingenuidad de su proceder, la alegría espontánea, la dulzura de sus caricias, la generosidad desinteresada, el desprendimiento y la fe, las portan los niños en su propia naturaleza.

Un niño sano –en todos los aspectos, no solo el físico-, un niño amado, será como un crisol en el que se funden todos los valores que la humanidad entera reconoce y aquilata. En tal sentido, quien mira a los ojos de un niño, no puede dejar de ver la imagen más cercana del espíritu puro y Divino de nuestro creador.

Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo.

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