Texto del evangelio Jn 13,16-20 – quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado
16. «En verdad, en verdad les digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía.
17. «Sabiendo esto, dichosos serán si lo cumplen.
18. No me refiero a todos ustedes; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón.
19. «Se los digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo Soy.
20. En verdad, en verdad les digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado.»
Reflexión: Juan 13,16-20
Si algo debemos de descubrir y destacar en la relación que Jesucristo tiene con nosotros es el amor, entendido fundamentalmente como servicio a los demás. El que ama, sirve: eso es lo primero. Y lo segundo, tal vez tan importante o más es que el que manda, al que le toca orientar y dirigir debe hacerlo con humildad, con sencillez, como el que sirve. Es esta la figura que hoy nos presenta el Señor y la que nos llama a imitar. Nos llama a cumplir lo que estamos viendo. Se trata de asumir un estilo de vida, a imitación de Cristo. Eso es ser cristiano. No es algo figurativo, algo aparente destinado a un ritual anual. Como Cristo, que siendo Dios se agacha, se abaja a lavarnos los pies, incluso a aquel que habría de traicionarlo, conociéndolo y sabiendo cuál de ellos era; aun así Jesucristo cumplió con este rito purificador, con todos, sin distinción, significando así que la Gracia de Dios recae sobre todos, que a nadie le debemos privar de esta, pues así lo quiso y así lo hizo el mismo Jesucristo. Nadie, ni aun el traidor fue excluido. ¡Qué valla tan alta nos pone el Señor! Sin embargo hemos de imitarla si queremos estar en Él, como Él está en Su Padre y Su Padre está en Él. No es más el que sirve que el que lo envía. Son estas palabras las que tenemos que interiorizar y asimilar hoy. Nosotros hemos sido enviados a servir a los demás en la Misión de dar a conocer el Evangelio y al Señor. No somos más que quien nos envía; por lo tanto, esta no es nuestra obra, es obra de Dios. Cuanto hacemos, lo estamos haciendo obedeciendo a quien nos ha mandado. Lo hacemos por Él, acatando Su mandato, del mismo modo que Él lo haría. El que ama, sirve y en este servicio se santifica y purifica al mundo, no por lo que somos capaces de hacer, sino por Voluntad de Dios, que es quien nos envía. En verdad, en verdad les digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado.
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