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prender fuego – Lucas 12,49-53

prender fuego

“He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.”

Jueves 4to de la 29nasemana del Tiempo Ordinario| 22 de Octubre del 2020 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

prender fuego

El Señor prosigue acercándonos al centro del Evangelio, al centro de su prédica. Se trata del misterio del amor, la palabra más trillada y manoseada en nuestro tiempo. Posiblemente la más repetida y sin embargo la menos comprendida.

Lo más importante y trascendente es lo que viene. Y no son palabras nada más. Es el sacrificio vivo para el cual Cristo se ha hecho uno más entre nosotros. Se trata de mostrarnos el Camino con su propia vida, con su proceder. Este es el Bautismo que le espera.

No se corre, porque sabe que esto tiene que pasar para salvarnos. Este es el trago que ha de beber, sin el cual Su obra no estará completa. Ejemplo de amor, de virtud, de santidad, de perfección. Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, vino para eso.

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Juan 15,9-11 – permanecerán en mi amor

Permanecerán en mi amor

Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

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Juan 15,9-11 permanecerán en mi amor

Reflexión: Juan 15,9-11

¿Qué podemos decir? La vida no tendrá ningún sentido si no alcanzamos la Vida Eterna, porque para eso fuimos creados. Para eso nos hizo Dios. Cada cosa, cada objeto, cada sujeto en el Universo ha sido creado por Dios con un propósito. Nada es inútil; nada sobra, ni nada falta. La obra de Dios es perfecta. No podría ser otro modo, procediendo de su Poder y Sabiduría Infinitas.

Nosotros fuimos creados por Dios para alcanzar la Vida Eterna. Esto es lo único que da sentido a nuestras vidas; este es nuestro propósito. Nuestras almas no descansarán hasta conseguirlo. ¿Cómo asegurarnos de lograrlo? ¡Amando! Dando muchos frutos. Los dulces frutos del amor, que exigen entrega, unión, paz, perseverancia y fe. Todo esto está a nuestro alcance por Gracia de Dios, quien nos creó únicos e irrepetibles. ¡Esa es Su Voluntad! ¡Él quiere eso para nosotros!

¿Por qué Dios pondría a nuestro alcance la capacidad de obtener Sus promesas? Porque nos ha creado por amor y para el amor. Nada quiere más el Señor que nuestro Bien. Y lo quiere, sin ninguna condición. Por eso lo puso en nuestras manos aun antes que existiéramos. Es decir que en ello no hay mérito alguno nuestro. No hemos hecho nada para merecerlo. No es un premio o recompensa por nuestro esfuerzo. Es la Voluntad Misericordiosa de Dios Padre Creador. Descubrirlo solo puede movernos a la gratitud y alabanza.

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Juan 15,1-8 – pidan lo que quieran

Pidan lo que quieran

Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán.

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Juan 15,1-8 pidan lo que quieran

Juan – Capítulo 15

Reflexión: Juan 15,1-8

Tenemos entre manos un poder que no alcanzamos a imaginar. No tiene límites. Y andamos pensando en varitas mágicas, en super héroes, en genios o lo que es peor, en dinero. Vamos deseando tantas cosas, tantas circunstancias y no somos capaces de ver lo que el Señor ha puesto en nuestras manos. No es solamente que nosotros podamos querer algo, sino que Dios Padre quiere que demos mucho fruto. Más aun, el Señor recibe Gloria si damos fruto y somos discípulos seguidores de Jesucristo.

Todos queremos dar frutos, todos queremos ver que nuestra vida y nuestros esfuerzos han valido la pena. Nos empeñamos y esforzamos por esto. Sin embargo, habría que preguntarnos, si lo que nos hemos propuesto, si los frutos que con tanto sacrificio y esfuerzo queremos lograr valen en realidad la pena. ¿Cómo saberlo? El análisis es muy sencillo en realidad. La respuesta exige honestidad y sinceridad. Tenemos que preguntarnos: ¿Son estos los frutos que Dios quiere? Si no lo son, no valen la pena. ¿Por qué? Porque habiendo tantas vides, solo hay una verdadera y es Jesucristo.

Que Jesucristo sea la vid verdadera es una revelación de la cual debemos tomar nota. Quiere decir no hay otra vid que valga la pena, porque son sólo los frutos de esta vid los que importan, los que cuentan para Dios. Si ya lo sabemos, lo que tenemos que hacer es prendernos de sus ramas, como un injerto, para así asegurarnos de dar los frutos que espera el Padre. Entonces nuestro fruto será preciado y abundante, porque estaremos unidos a Cristo, la vid verdadera.

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Juan 15,9-17 – Ámense los unos a los otros

Texto del evangelio Jn 15,9-17 – Ámense los unos a los otros

09. Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
10. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
12. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.
13. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
14. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
15. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
16. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
17. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.

Reflexión: Jn 15,9-17

Unidad, paz y amor. Amor y unidad son más o menos equivalentes, sin embargo antes nos habíamos referido a esta como el esfuerzo por acercarnos y resolver nuestras diferencias o renunciar a nuestros puntos de vista por la unidad. Obviamente, quien renuncia a tener razón, a recibir el reconocimiento de su tino y sabiduría con tal de lograr la unidad, demuestra que busca una recompensa superior, que supedita su vida y su qué hacer a un reconocimiento más alto. Quien así procede, muestra amor a Dios. El buen cristiano desaparece para que sea Cristo quien crece y a quien identificamos tras cada una de sus obras. Estar dispuestos a renunciar a todo por amor, es lo que Cristo nos propone, como modelo de amor. Se trata de un amor que está muy por encima de lo que en el mundo tenemos por amor. Se trata de una entrega y obediencia ciegas, incondicional, sin límites, que nos llenará de gozo al saber que de este modo estamos cumpliendo la Misión encomendada a Cristo por Dios Padre, con lo que nuestra alegría y gozo se fundirá con la de ellos. ¡Cuánta alegría tendremos si Su alegría está con nosotros! No hay ningún secreto ni nada oculto en esta doctrina. Se trata de amarnos los unos a los otros como como el mismísimo Dios Padre ha amado al Hijo y como este a Su vez nos ha amado, hasta el extremo de dar Su vida por nosotros. ¿Hay amor más grande que este? No, no existe. Este amor garantiza los frutos del amor: alegría, unidad, paz, justicia, paciencia, perseverancia, tolerancia, humildad, servicio, generosidad, verdad, luz y vida. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

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