¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»
Lunes 127mo del T. Ordinario – Ciclo B| 04 de Octubre del 2021 | Por Miguel Damiani
Si comprendiéramos realmente el mensaje que nos trae el Señor, viviríamos obsesionados con alcanzar la Vida Eterna. Las cosas de este mundo tienen la propiedad de deslumbrarnos y hacernos perder el norte, como cuando en plena oscuridad alguien te alumbra de cerca en los ojos.
A pesar que cuanto mayor te haces la vida te parece más corta, hay largos momentos en ella en los que andamos tan imbuidos en nuestras cosas, que nada más parece importar. Nos desenfocamos y hacemos de aquello que es suntuario, lo más importante.
No podemos olvidar que no existe nada más importante que salvar nuestras almas. Para eso estamos aquí. De allí la sabia pregunta que este maestro de la ley le hace a Jesús. ¡Qué decir de su respuesta! Anda, haz tu lo mismo.
Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».
Texto del evangelio Lc 10,25-37 – para heredar la Vida eterna
25. Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?». 26. Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?». 27. El le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo». 28. «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida». 29. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?». 30. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. 31. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. 32. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. 33. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. 34. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. 35. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver» 36. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». 37. «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
Reflexión: Lc 10,25-37
Lucas 10,25-37 – para heredar la Vida eterna
Hoy vamos a detenernos a reflexionar en esta pregunta del Maestro de la Ley. Una pregunta que tendría que ser vital para nosotros. Porque, ¿qué puede haber más importante que heredar la vida eterna? ¿No es este el Bien mayor? ¿El más apetecible? ¿No es a él al que debíamos tender?
¿De qué sirve la vida, si al final pierdes aquello que debió ser tu recompensa postrera? ¿Tenemos o no tenemos la posibilidad de heredar la vida eterna? Si hemos de creerle a Jesucristo, sí. Esa es la promesa de Jesucristo para quien le oye y hace lo que manda.
¿Creemos en lo que nos promete Jesucristo? Esta es quizás la pregunta más importante. Solo si creemos en Él y en sus promesas, nos esforzaremos por oírle y hacer lo que nos manda. ¿Por qué tendríamos que creerle?
Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».