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San Juan 3,1-8 – hemos de nacer de nuevo

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«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu». Hemos de nacer de nuevo.

Lunes de la 2ª semana de Pascua| 08 de Abril del 2024 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

nacer de nuevo

Si venimos siguiendo y meditando las lecturas de los Evangelios de las últimas dos semanas, una de las conclusiones a las que seguramente habremos arribado es que el Señor, siendo hombre, como nosotros, tiene un modo de pensar totalmente distinto, que muchas veces nos desconcierta.

Así, queda bastante claro que Sus discípulos lo seguían deslumbrados por todo lo que veían y oían. Sin embargo, el desenlace, aunque Jesús y las mismas Escrituras lo anticipaban, ninguno lo esperaba. No les cabía en la cabeza. Esperaban otra cosa.

Incluso, una vez resucitado, fue muy discreto. Más de uno se hubiera sentido muy contento si Jesús se presentaba a los sumos sacerdotes y autoridades a restregarles Su victoria. Pero no fue así. Incluso entonces su proceder fue distinto. Hay que nacer de nuevo para entenderlo.

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San Juan 20,19-31 – perdonen los pecados

perdonen los pecados

«Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.»

II Domingo de Pascua / de la Divina Misericordia| 07 de Abril del 2024 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

perdonen los pecados

Parece muy importante distinguir el momento en que el Señor instituye el Sacramento de la Penitencia, mandándoles que perdonen los pecados. Hace unos días que acaba de pasar por la Pasión, Muerte y Resurrección. Podemos decir sin temor a equivocarnos que ha cumplido la Misión encomendada.

Claro, esto no es tan evidente para el que no cree. Peor aún para el que se resiste a creer. Las evidencias históricas están ahí. Y, todos los testigos a los que el Señor reservó este papel, incrédulamente y con temor, en principio, lo han podido certificar finalmente, tocando sus heridas y comiendo con Él.

¡Ha Resucitado! ¡Está vivo! No hay duda. Pero hay algo distinto en Él, porque se aparece y desaparece a Su gusto. Incluso atraviesa paredes, cosa que antes no hacía. Está vivo en un cuerpo glorioso. Esto se irá comprendiendo cada vez más como el estado que todos alcanzaremos en la Vida Eterna.

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El Espíritu Santo habita en nuestros corazones

El Espíritu Santo habita en nuestros corazones

Una hermana nos hace la siguiente pregunta:

Tengo una duda sobre El Espíritu Santo y quisiera que me ayudaras a disiparla. ¿Si el Espíritu Santo habita en nuestros corazones porque lo invocamos? ¿Porque cuando oramos le decimos Ven si ya está dentro de nosotros? ¿Es por falta de Fe?

Muy interesante tu pregunta querida hermana. Un reto para el que no parecen brotar las palabras inmediatamente, por lo que en un primer momento nos dejó paralizados como quien efectivamente había encontrado una incongruencia. Así parece a primera vista, pero no lo es para quien se pone en manos del Señor e invoca el auxilio del Espíritu Santo, como lo acabamos de hacer.

Nosotros creemos en Dios y por eso sabemos que Dios tiene una serie de atributos que -confieso no me los sé de memoria-, que los podemos encontrar por la observación y el mismo razonamiento lógico, pero que también los describe el Catecismo de la Iglesia y más sucintamente el artículo que enlazo.

Pero Dios es ante todo y antes que nada Infinito, es decir el Innombrable, alguien cuya inmensidad y poder podemos tratar de intuir e imaginar, pero que nunca llegaremos a abarcar por completo por una simple razón: si pudiéramos hacerlo, inmediatamente seríamos más que Dios o en otras palabras, habríamos encontrado sus límites, lo cual hemos de aceptar, es IMPOSIBLE, para quienes creemos en Dios y conforme a los atributos señalados e intuidos lo consideramos por encima de todo y sabiéndonos limitados.

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