Este es verdaderamente el profeta
Al ver la gente la señal que había realizado, decía: Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Reflexión: Juan 6,1-15
Los milagros tienen esta propiedad de dejarnos pasmados. Primero los pedimos desesperadamente, porque así es como pedimos cuando el asunto es de vida o muerte; cuando nos encontramos arrinconados, entre la espada y la pared; cuando no tenemos más alternativa y llegamos a la convicción que solo un milagro podría salvarnos. Aunque parezca mentira ello es más frecuente de lo que somos capaces de admitir.
Luego cuando finalmente ocurre el milagro, tendemos a minimizarlo, No falta quien nos hace ver que se trata de una casualidad, que los hechos no son como los recordamos, o que tal vez hay una variable que no estamos considerando. Así, muy pronto volvemos a nuestra rutina y empezamos a vivir con aquel milagro, que conforme pasa el tiempo, vamos minimizado, hasta que llega un momento que lo echamos completamente al olvido.
Sin embargo, los milagros existen y son obras de Dios, que de un modo muy evidente deja ver su presencia entre nosotros, tal como nos lo ofreció antes de ascender al Cielo. Eso es lo que ocurre y se narra en este pasaje. El Señor participa de un modo asombroso y determinante en esta situación. Todos los presentes son testigos de algo excepcional. ¿Cuántos lo recordarán después de unos días? ¿Cuántos cambiaran sus vidas a raíz de este encuentro sobrenatural con el poder de Dios?
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