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Juan 8,51-59 – saltaba de gozo

saltaba de gozo

“Yo sí lo conozco, y si dijera “No lo conozco” sería, como ustedes, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, su padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.”

Jueves de la 5ta semana de Cuaresma | 07 de Abril del 2022 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

saltaba de gozo

El Señor se nos revela como la mejor noticia. Saber de Él, conocerle, es lo mejor que puede ocurrir en nuestras vidas. Tal como nos dice Jesucristo, Abrahán saltaba de gozo tan solo de pensar en que llegaría el día en que habríamos de verle.

Encontrarnos con el Señor y entender el mensaje que trae al mundo debe ser para alegrarnos. No hay ninguna noticia que pueda ser mejor. Si atendemos lo que nos está diciendo y nos esforzamos por entenderlo en toda su dimensión, también saltaremos de gozo.

Es que si no tenemos en cuenta lo que nos revela, seríamos unos necios. Por soberbia, ignorancia, petulancia o falta de razón, podemos pasar por alto esta revelación. Sin embargo, nadie con sentido común y medianamente inteligente lo rechazaría.

saltaba de gozo

El gozo viene por la certeza de conocerle

Es que la Palabra que nos trae Jesucristo nos abre la mente y da sentido a nuestras vidas. Él, o tal vez debíamos decir, Su revelación, lo explica todo. Sin ella, estaríamos incompletos. No llegaríamos a comprender nada. Con ella, lo tenemos todo.

Ojalá, como Abrahán, nos llenáramos de gozo pensando en la enorme alegría que este descubrimiento, que esta revelación traerá a nuestros hijos, nietos, bisnietos y a todos nuestros herederos. Él es la respuesta que todos buscamos fervientemente.

No hay noticia más grande, más importante y significativa que la que nos trae el Señor. Nuestros corazones deberían rebozar de alegría al recibirla. Y, como es lógico, nada tendría que entusiasmarnos más que transmitirla a todo el mundo, empezando por quienes más amamos.

Si crees, ¿cómo no saltar de gozo?

Nada ni nadie debía quitarnos esta inmensa alegría que tendría que convertirse en el gozo permanente en nuestras vidas, más allá o por sobre toda circunstancia. Tendría que llevarnos a anhelar está ya en las moradas eternas.

Esta alegría tendríamos que impregnarla en cada una de nuestras palabras y por su puesto en cada una de las situaciones que nos toca vivir. Mirar el mundo con esperanza, por la revelación que nos ha hecho Jesucristo.

Esta debe ser nuestra actitud permanente y ella debe llevarnos a compartir con todos la razón de nuestra existencia. Nada debía empañar esta alegría. Ni si quiera la muerte, el dolor o la enfermedad. No hay nada que pueda hacer nuestro peor enemigo para evitar que salte de gozo

Oración:

Padre Santo, danos la Gracia de comprender y sentir profundamente en el corazón, como Abrahán, que no hay nada más grande, más profundo, más alto, más definitivo y más alegre como lo que Tú nos has revelado. …Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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Marcos 9,14-29 Creo, ayuda a mi poca fe

Creo, ayuda a mi poca fe

“Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!» Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡ Creo, ayuda a mi poca fe !»»

Lunes de la 7ma semana del Tiempo Ordinario | 21 de Mayo de 2018 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

Reflexión sobre las lecturas

Creo, ayuda a mi poca fe

Para alcanzar las promesas de Cristo, se precisa la fe. Pero ¿cuántas veces decimos como autómatas que creemos, sin embargo nuestras palabras son completamente huecas, pues no reflejan lo que sentimos en nuestros corazones.

A Dios no se le puede engañar. Alcanzar la fe es un Don que Dios concede a quienes se lo piden. No es resultado de un esfuerzo personal. No es algo que funciona como un ejercicio memorístico que de tanto repetir llega un momento en que lo dominamos.

Creo, ayuda a mi poca fe

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Juan 16,23b-28 – Pidan y recibirán

Texto del evangelio Jn 16,23b-28 – Pidan y recibirán

23. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.
24. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
25. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
26. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,
27. ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.
28. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre».

Reflexión: 16,23b-28

No podemos llegar a nuestro Padre si no es por Jesús. Para establecer una relación con Él, antes debemos haber abierto nuestro corazón a Jesucristo. Amando al Señor, Dios nos abre las puertas del Reino, al extremo que ya no será preciso acudir a Cristo para que Dios nos conceda lo que le pedimos. Pero es preciso que entendamos cuál es el Camino para establecer esta relación. Nadie puede ir al Padre sino es por Cristo. Pero una vez que hayamos llegado, seremos como pez en el agua, nadando libremente por los dominios de Dios. Entre tanto y hasta que lleguemos, amemos al Señor, que solo este nos puede garantizar llegar al Padre y con Él a la Vida Eterna, causa de la alegría perfecta. ¿Cómo podemos manifestar nuestro amor a Jesucristo? Haciendo lo que nos manda. Solo si guardamos Su Palabra pondremos en evidencia este amor y si le amamos, el Padre vendrá y hará su morada en nosotros. Así, todo se reduce al amor, pero un amor que no es teórico, sino que se expresa en obras. Pero, ¿cómo podemos amar a Dios si no lo vemos, si no lo tocamos, si no podemos interactuar con Él? El Señor nos enseña que a Dios lo encontramos en el prójimo, en los que menos tienen, en los más pobres, en los que sufren, en los enfermos, en los encarcelados, en los huérfanos, en los desterrados, en los refugiados, en los ancianos, en los no nacidos, en los que son despreciados por humildes, sencillos o pequeños. Por lo tanto, es amando a ellos que estaremos amando a Cristo y entonces el Padre nos amará y concederá todo lo que le pidamos en el Santo Nombre de Jesús. El Camino es Jesús. Por eso es a Él que tenemos que conocer, escuchar y obedecer. Él es el Principio y Fundamento. Es la Luz, la Verdad y la Vida. Luz porque necesitamos de Su Palabra que nos alumbre la realidad en la que vivimos. Verdad, porque solo Su Palabra es confiable, inamovible y clara; en ella no hay engaño, ni malicia, ni conveniencia, ni intereses subalternos. Y la Vida, porque sólo prestando oído a Su Palabra y obedeciéndola ciegamente alcanzaremos la Verdad y con ella, la Vida Eterna. Porque la Verdad es plenitud que solo podremos alcanzar por la fe, una vez que hayamos cruzado el umbral, el Puente que nos separa del Reino de los Cielos, una vez que hayamos llegado al ágape nupcial, en el que tenemos preparado un sitio, en presencia de Dios Padre Celestial, de Jesucristo Su Único Hijo, de la Virgen María, los ángeles y todos los santos. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.

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