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Juan 20,19-31 – Reciban el Espíritu Santo

Reciban el Espíritu Santo

Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.

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Juan 20,19-31 Reciban el Espíritu Santo

Juan – Capítulo 20 – ¿A quién buscas?

Reflexión: Juan 20,19-31

Estamos en un tiempo que conmemora un episodio central en nuestra fe. Todo lo que hizo Jesucristo tiene su culmen en estos episodios. Todo adquiere sentido con su Resurrección. Como dice San Pablo, “vana sería nuestra fe, si Jesucristo no hubiera resucitado”. Es decir, este tema no es accesorio, sino central y fundamental. No puedo decirme cristiano si no creo en él. Toda la prédica de Jesús, todo lo que se dice de Él en el Antiguo Testamento, así como los milagros que realizó señalan o marcan este episodio. Tienen el propósito que miremos a la Cruz, que representa Su vida, muerte y resurrección. Todos estos tienen un solo objeto: que creamos y creyendo, seamos salvos.

Así, descartar este hecho equivale a descartar la piedra fundamental, sin la cual no se sostiene toda esta estructura. Precisamente eso es lo que se canta en el Salmo 117 que hoy se recita:

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Esto es algo que tenemos que esforzarnos por entender, pero que en realidad no depende de nosotros conseguir, sino que es Gracia de Dios alcanzar. Lo que nos remite a la ORACIÓN. Sin oración, no podemos hacer nada. La Gracia de Dios y la Fe vienen por la oración. Tenemos que orar fervientemente, insistentemente, incansablemente. La oración finalmente es un acto de humildad que consiste en reconocernos que sin Él nada somos. O, para decirlo de otro modo, que todo depende de Él. ¡Eso es precisamente fe!

Y, es la fe la que nos abre el Camino de la Salvación, el cual el Señor ha venido a iluminar con su vida, muerte y resurrección. Por eso el Señor nos pide creer en Él. Pero creer no es un asunto subjetivo, privado, secreto. Es decir que la fe tiene que manifestarse en obras. Pero no confundamos; no quiere decir que porque tengo fe haré milagros, no. Puede que los haga, pero a lo que se refiere es que la fe debe llevarnos a vivir según el Espíritu de Dios.

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Juan 1,47-51 – los ángeles de Dios

Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Texto del evangelio Jn 1,47-51 – los ángeles de Dios

47. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
48. «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
49. Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
50. Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».
51. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión: Jn 1,47-51

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Juan 1,47-51 los ángeles de Dios

¿Por qué creemos? Reflexionando en esta lectura nos atrevemos a especular que nuestras razones son un verdadero misterio. Dios lo sabe. Pero es seguro que para nosotros será siempre un misterio cargado de subjetivismo indescifrable.

Así, la respuesta de Natanael no es del todo convincente. Incluso Jesucristo la cuestiona. Es como si dijera: “si por eso crees, espérate a ver de lo que serás testigo. Quedarás totalmente sorprendido». De este modo, creer parece tener que ver más con una decisión personal que con algo externo.

No hay una relación necesariamente lógica y razonable, según nuestros criterios humanos, para creer. Por algún motivo, para Natanael, que el Señor mencione tan solo el haberlo visto antes bajo la higuera, es suficiente.

Verás cosas más grandes todavía. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

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Lucas 4,38-44 – querían retenerlo para que no se alejara de ellos

La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado».

Texto del evangelio Lc 4,38-44 – querían retenerlo para que no se alejara de ellos

38. Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella.
39. Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos.
40. Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba.
41. De muchos salían demonios, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías.
42. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos.
43. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado».
44. Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.

Reflexión: Lc 4,38-44

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Lucas 4,38-44 querían retenerlo para que no se alejara de ellos

Jesucristo es un Don Divino, es un Don de Dios. Es la Misericordia encarnada. Enviado por Dios Padre para Salvarnos. Lo hará, ejerciendo sobre todo aquel que lo busca una atracción a la que difícilmente podrá resistirse.

Es que Jesús está con cada uno de nosotros, involucrándose y tomando como suyos cada uno de nuestros problemas y enfermedades. Todo aquello que nos perturba es sanado, sin condiciones.

Nada resiste a Su poder, porque es el Hijo de Dios, tal como gritan los demonios. Es curioso que hasta ellos crean y muchos de nosotros nos resistamos a hacerlo. Pero es preciso que nosotros por nuestros propios medios lo confesemos; por eso Jesucristo increpa a los demonios a que no lo revelen.

La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado».

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Juan 1,45-51 – Verás cosas más grandes todavía

Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».

Texto del evangelio Jn 1,45-51 – Verás cosas más grandes todavía

45. Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret».
46. Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe.
47. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
48. «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
49. Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
50. Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».
51. Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Reflexión: Jn 1,45-51

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Juan 1,45-51 Verás cosas más grandes todavía

Se trata sin duda de un relato que debe entusiasmarnos, pues encierra unas promesas de Jesús que de solo tratar de imaginar nos intrigan. ¿A qué se refiere el Señor? ¿Cómo será aquello que veremos? ¿Cuándo será? ¿Lo veremos todos o solamente algunos? ¿Qué hemos de hacer para verlo?

Por otro lado, el Señor nos hace reflexionar en lo inconsecuentes que somos. Tendríamos que agregar tal vez, noveleros y superfluos. Porque rápidamente nos dejamos impresionar, sobre todo si oímos halagos y hacemos declaraciones radicales que luego rápidamente olvidamos.

Así es como Jesús coge por el punto débil de la vanidad a Natanael. Que supiera tanto sobre él nada más verlo y que se prodigara en elogios a su persona, despertó en él no solamente curiosidad, sino una natural disposición a la condescendencia y a devolver halagos.

Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».

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