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Marcos 10,28-31 – el ciento por uno

El ciento por uno

Yo les aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno

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el ciento por uno

Puedes leer el Evangelio aquí.

Reflexión: Marcos 10,28-31

Ante el reclamo de Pedro por todo lo que según él habían dejado para seguir al Señor, Jesús no tiene ningún reparo en hacernos una promesa que ciertamente es superior a cuanto dejamos por Él.

Posiblemente no hemos prestado la suficiente atención a estos versículos, tal vez por nuestra falta de fe. Si, pues no le creemos. Pensamos que el Señor está hablando en forma figurada.

Lo que ocurre en realidad es que francamente no estamos dispuestos a probar, porque somos incapaces de sacrificar nada por nadie y mucho menos por el Señor que después de todo es una “entidad abstracta” para muchos.

El reto está planteado. No se trata de poner a prueba al Señor, sino de confiar y seguir por el Camino que Él nos propone, aun cuando esto signifique muchas veces dejar todo por Él.

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Lucas 10,25-37 – para heredar la Vida eterna

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».

Texto del evangelio Lc 10,25-37 – para heredar la Vida eterna

25. Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».
26. Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?».
27. El le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
28. «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida».
29. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?».
30. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
31. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
32. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
33. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
34. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
35. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver»
36. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».
37. «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».

Reflexión: Lc 10,25-37

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Lucas 10,25-37 – para heredar la Vida eterna

Hoy vamos a detenernos a reflexionar en esta pregunta del Maestro de la Ley. Una pregunta que tendría que ser vital para nosotros. Porque, ¿qué puede haber más importante que heredar la vida eterna? ¿No es este el Bien mayor? ¿El más apetecible? ¿No es a él al que debíamos tender?

¿De qué sirve la vida, si al final pierdes aquello que debió ser tu recompensa postrera? ¿Tenemos o no tenemos la posibilidad de heredar la vida eterna? Si hemos de creerle a Jesucristo, sí. Esa es la promesa de Jesucristo para quien le oye y hace lo que manda.

¿Creemos en lo que nos promete Jesucristo? Esta es quizás la pregunta más importante. Solo si creemos en Él y en sus promesas, nos esforzaremos por oírle y hacer lo que nos manda. ¿Por qué tendríamos que creerle?

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».

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¿No existe la muerte?

¿Podemos negar la existencia de la muerte?

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No hay incompatibilidad alguna entre la Ciencia y la Religión…

Asistimos hace unos pocos días a una conferencia dictada por el Dr. Medina, Doctor en Medicina y Filosofía que se titulaba: “La muerte no existe”, exactamente como el libro del conferenciante que ha sido publicado por él. Es un título sin duda sugerente e intrigante y por lo mismo, tentador.

Fui invitado, así que no podía dejar de asistir, pero por otro lado debo confesar que despertó en mi cierto interés, más aún cuando se dictaba en el auditorio del Movimiento de Cursillos de Cristiandad y me habían dicho que se trataba de una persona creyente, pariente de una pareja de Cursillistas.

Oí la charla y me he prometido comprar el libro, porque el tema resulta interesante y la historia que cuenta de su vida el autor, la encontré bastante similar a la mía. Ambos habíamos pasado por un período de ateísmo, pero la búsqueda sincera de explicaciones razonables, nos llevaron finalmente a creer en Dios, como el único que puede explicar los misterios que existen tras nuestra existencia.

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Lucas 10,25-37 – lo vio y se conmovió

…al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.

Texto del evangelio Lc 10,25-37 – lo vio y se conmovió

25. Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».
26. Jesús le preguntó a su vez: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?».
27. El le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
28. «Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida».
29. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?».
30. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
31. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
32. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
33. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
34. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
35. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver»
36. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».
37. «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».

Reflexión: Lc 10,25-37

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Lucas 10,25-37 lo vio y se conmovió

Algo que tenemos que ser capaces de hacer es de dejarnos conmover y actuar. No basta con ver y tampoco con emocionarnos. Es preciso hacer algo por aliviar el sufrimiento de nuestros hermanos. Tenemos que ser capaces de actuar.

Algo tenemos que hacer por quienes son víctimas de la violencia o de la injusticia. No basta con manifestar nuestra solidaridad en forma verbal. Debemos comprometernos de algún modo en la solución, en todo aquello que esté a nuestro alcance.

No es cuestión de desentendernos, sino de asegurarnos hasta donde nos sea posible que el hermano o hermana que sufre, encuentre alivio a su dolor. No basta compadecernos; es preciso solidarizarnos, involucrándonos de algún modo.

…al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.

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Juan 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

Texto del evangelio Jn 17,1-11a – Esta es la Vida eterna

01. Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,
02. ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.
03. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
04. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.
05. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
06. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra.
07. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti,
08. porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
09. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.
10. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
11. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros

Reflexión: Jn 17,1-11a

¿Puede haber algo que nos llame más la atención, algo que jale más nuestra vista que la definición que da Jesucristo de la “Vida eterna”? Imposible evitar escudriñar estas palabras. ¿Qué esconde en ellas el Señor? ¿Qué mensaje tienen? ¿Qué implicancias tienen? ¿Qué consecuencias? La clave está en “conocer”. Pero la dificultad surge cuando reparamos en que el objeto de nuestro conocimiento para alcanzar la Vida Eterna, es decir la meta más preciada, es nada menos que conocer a Dios Padre y Su Hijo Jesucristo. ¿Cómo podemos conocerles? Y, ¿qué quiere decir conocerles? Porque eso es lo que sin duda tenemos que hacer. El misterio está revelado. Desentrañemos lo que Jesucristo nos quiere dar a entender con “conocer”. ¿Nos estamos metiendo en honduras? No creemos, porque si fuera imposible, no tendría ninguna gracia y ya no cabría hablar de amor. Porque si el Dios Misericordioso y amoroso sin límites nos manda una tarea imposible, ¿de qué amor y misericordia estaríamos hablando? Conocerles ha de ser algo que definitivamente han puesto en nuestras manos. ¿Cómo alcanzarlo? Por los Evangelios, que contienen la Palabra de Dios escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo. Si esto es cierto, tenemos que leer y reflexionar los Evangelios. Solo entonces conoceremos a Jesucristo y a quien lo ha enviado. Si en eso consiste la Vida Eterna, nuestra principal tarea ha de ser leer y reflexionar los Evangelios, en búsqueda del conocimiento que nos llevará a la Vida Eterna. Esta ha de ser nuestra principal ocupación. De aquí se desprende la importancia gravitante que han de tener los Evangelios para nosotros. No podemos pasarlos por alto. No puede haber cristiano que solo los conozca por el lomo o por el forro. No bastan las clases de religión, ni las lecturas dominicales. Claro que eso es mejor que nada, pero no podemos abordar de este modo la tarea más trascendente e importante de nuestras vidas. Así, no llegaremos a nada. Seremos como los escolares aquellos que llegan a fin de año sin haber abierto los libros y sin haber leído nada. ¿Qué futuro les espera? Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

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Juan 6,52-59 – no tienen vida en ustedes

Texto del evangelio Jn 6,52-59 – no tienen vida en ustedes

52. Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
53. Jesús les dijo: « En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.
54. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
55. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
56. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
57. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»
59. Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Reflexión: Jn 6,52-59

Lo que el Señor nos revela aquí, no admite dudas. No hay lugar para el error, ni la interpretación ambigua. Es sumamente delicado y trascendente, por lo que exige nuestra comprensión, si queremos vivir. Alguien podrá decir: “pero vaya, qué disparate, si estoy vivo; reto a quien pueda probarme lo contrario”. Esta es la postura escéptica que brota como respuesta en casi todos aunque no la confesemos tan explícitamente. Y es que, claro, nos vemos en el espejo, nos pellizcan y nos duele, nos llaman, nos ven y tenemos una serie de obligaciones que atender en las que seríamos echados de menos si hoy no nos aparecemos y cumpliendo con aquello a lo que nos comprometimos, lo que parece prueba suficiente y de sobra que estamos vivos y por lo tanto lo que dice el Señor no tiene sentido, porque, en cambio, pudimos no haber leído este texto, como muchos, y nuestra vida seguiría como siempre. No hay nada que haya cambiado por el solo hecho de haber oído al Señor, al extremo de llegar a reconocer que “no tienen vida en ustedes”, como afirma. Y es que la vida no parece depender de conocer y comprender lo que nos está diciendo el Señor; la prueba es que muchos millones han vivido y viven sin conocerle. ¿Es este un disparate esotérico? ¿O, tal vez un discurso incomprensible como nos parece que hay muchos en la Biblia que debemos pasar por alto, porque pocos entendemos lo que dice? ¿Se trata de un discurso subjetivo, doctrinal y desarraigado de aquellos que de vez en cuando nos parece que lanza el Señor para sus más recalcitrantes seguidores, que bien podemos obviar, sin que ello afecte un ápice la admiración que tenemos por Él como hombre único y trascendente, cuyas ideas y pensamientos han revolucionado el mundo? ¿O tal vez solo sea la interpretación y trascendencia que quiso impregnar el evangelista Juan a las Palabras de Jesucristo? En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes.

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Juan 3,31-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

Texto del evangelio Jn 3,31-36 – El que cree en el Hijo tiene vida eterna

31. El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo,
32. da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta.
33. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
34. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida.
35. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano.
36. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.»

Reflexión: Jn 3,31-36

Así de claro y directo, como para que no quede duda alguna. Es preciso creer en Jesucristo para alcanzar la Vida Eterna. Esto no podrá querer decir jamás que el Señor condene a quienes no han tenido oportunidad de conocerle y no solo como quien alguna vez escucho de Él, sino en el grado de profundidad requerido para contar con los elementos de juicio necesarios para optar por Él. De allí se deriva precisamente nuestra responsabilidad de evangelizar, tal como el mismo Jesucristo nos manda. Veamos que nos se trata de una sugerencia o de algo que sería deseable, sino de un mandato. A muchos nos causa incomodidad esta palabra. No queremos aceptar que Jesucristo nos mande, por lo que consideramos como una intromisión, una imposición a nuestro libre albedrío. Este no es nada más que un recurso engañoso de nuestra propia cosecha, inspirado por el mal espíritu para hacernos desistir de nuestra Misión, sembrando dudas y conflictos donde no los hay. Y es que, si creemos en Dios, no puede haber dudas. Lo que pasa es que no llegamos a creer y por lo tanto nuestro juicio es errado. ¿Cómo? Muy simple. Si creemos en Dios, ese Dios que intuimos y que jamás llegaremos a abarcar, por el intelecto sabremos que es Infinito, Omnipotente, Omnipresente, pura Sabiduría y Verdad, entre otras cosas, por lo tanto, hemos de reconocer que Él lo puede todo y lo sabe todo. Detengámonos aquí un momento; si lo sabe todo, quiere decir que ve el mundo desde una perspectiva muy distinta a la nuestra, que abarca todos los tiempos y todas las “dimensiones” que pueden converger en ellos en cualquier momento, lo que debe llevarnos a admitir que definitivamente sabe infinitamente más que cualquiera de nosotros. Premunido de ese conocimiento, ¿no es lógico que hagamos caso a lo que nos dice? ¿no es lógico que obedezcamos Su Voluntad? ¿Si Él dice que hagamos esto o aquello, no debía ser lo que hagamos? ¿No debíamos obedecerle? ¿No es lo más lógico y sensato? Si no lo hacemos tiene que ser únicamente porque no le creemos, porque no confiamos en Él. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él.

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