María mediadora de todas las Gracias

Difícilmente llegaremos a aquilatar algún día qué es lo que la Santísima Virgen María representa en la vida de todos los cristianos. No puede haber palabras de elogio suficientes y ninguna que se ajuste a la dimensión de lo que fue la Voluntad de Dios Padre.
Resulta ininteligible que haya entre algunos de nuestros hermanos separados y en algunas sectas un cierto encono irreverente a la Santísima Virgen María. Pretenden justificarse diciendo que no toleran que adoremos a la Virgen María, que solo a Dios se le debe adoración. Y nunca nosotros hemos dicho lo contrario.
Solo Dios es el Centro de nuestras vidas y solo en Él descansarán nuestras almas. Ningún católico sostiene lo contrario. Pero no podemos cegarnos y sentirnos alagados por la gran distinción que quiso Dios otorgarnos a la humanidad entera a través de la Santísima Virgen María.
Dios pudo haber enviado a Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, de cualquier modo imaginable, sin embargo Él en Su Infinita Sabiduría quiso que Jesús naciera de la Santísima Virgen María. Es Santísima, porque así Él lo quiso. Y Virgen, porque para Dios no hay nada imposible.
Dios así lo quiso, así lo dispuso. ¿Qué podemos hacer, sino arrodillarnos ante Su decisión y Su Voluntad? ¿Por qué María? ¿Importa eso acaso? ¿Es que vamos a dudar de la elección de Dios? ¿No la entendemos? ¿Hay algo, por ventura, que entendamos nosotros mejor que Dios? ¿Le diremos lo que tendría que haber hecho?
Si miramos a María, si la admiramos y veneramos es porque Dios, en Su Infinita Majestad la miró primero. Él la escogió. Ella es la Madre de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, Madre de Dios y Madre de la Iglesia. ¿Después de Dios, después de nuestro amantísimo Señor Jesucristo, puede haber alguien que merezca mayor cariño, respeto, consideración y admiración que la Santísima Virgen María?
No la hay, porque Dios así lo quiso.
María medianera de todas las gracias
María es esa mujer
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