Mateo 28,8-15 – Alégrense

Alégrense

“De pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo:
«Alégrense».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No teman: vayan a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán»”

Lunes de la Octava de Pascua| 05 de Abril del 2021 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Hechos de los apóstoles 2,14.22-33
  • Salmo 15,1b-2a y 5.7-8 9-10.11
  • Mateo 28,8-15

Reflexión sobre las lecturas

Alégrense

Lo primero que nos llama la atención es aquel: Alégrense. Y es que no debía ser de otro modo. Jesucristo ha resucitado, tal como lo prometió desde siempre en las Escrituras. Nos sorprende, sí, pero no hay que temerle, sino más bien sentirse alegres y agradecidos.

¡Hemos sido salvados! ¡Sí! Conmueve el alto precio que ha debido pagar. Sin embargo ello ya ha pasado. Él así lo quiso. Y es que en su infinita sabiduría, no había otro modo. Si lo hubiera habido, seguro que hubiera tomado ese camino. Pero no lo había.

No había forma de salvarse de este trago. Ya se lo había comentado a nuestro Padre, confirmando la Misión para la que había venido. Esta es la única forma en la que podía salvarnos y Él seguiría hasta el final. ¿Por qué? ¡Por amor! No hay otra respuesta.

alegrense

Alégrense en Dios

¿Quién es capaz de amor tan grande? ¡Nadie más que Dios! Esa fue la Voluntad de Dios Padre, que Jesucristo el Hijo cumplió hasta beber la última gota. Lo hizo por Su Padre, en obediencia a Él y por nosotros, sus hermanos, para que tuviéramos Vida Eterna.

Esto es lo que faltaba para poder decirnos plenamente, con toda autoridad y amor: “vayan a comunicar a mis hermanos”. Nunca sonó tan excelsa, tan elevada, tan pura, tan profunda y verdadera esta palabra que usamos para señalar un vínculo de fraternidad consanguínea.

Él derramó hasta la última gota de sangre para que fuera esta la que corriera por nuestra venas, eliminando toda impureza. Esta es la única sangre capaz de darnos Vida Eterna. Solo tenemos que aceptarla, para que su sacrificio no haya sido en vano.

No teman: Jesucristo ha resucitado

Solo hay una respuesta posible y esta es aceptarlo con alegría y sin temor, porque para eso ha venido al mundo. Para eso se hizo hombre. Para eso padeció, murió y resucito. Para que tengamos parte en la herencia que Dios ha prometido a Sus hijos.

Nosotros hemos sido elevados a la dignidad de Hijos de Dios y hermanos de Jesús, por la sangre de Cristo. Todo cuanto nos había separado del Padre, ha sido restaurado. “Anda y no peques más”, resuena con propiedad en nuestros corazones. ¡No lo haremos!

¿Cómo responderemos a Su llamado? ¿Qué seremos capaces de hacer por Él? Pidamos la Gracia del discernimiento para distinguir Su Voluntad de la nuestra y perseverancia, para no flaquear ante la primera dificultad.

Oración:

Padre Santo, te pedimos por Tú amadísimo Hijo Jesucristo, que nos des el Don de recordar por siempre, sin importar por donde andemos, que vayamos alegres y sin temor, manteniendo viva la certeza que por Su sacrificio seremos contados entre los vivos, si hacemos Tu Voluntad. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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