baje fuego del cielo

Lucas 9,51-56 – baje fuego del cielo

baje fuego del cielo

«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» Pero volviéndose, les reprendió

Martes de la 26ta semana del T. Ordinario| 28 de Setiembre del 2021 | Por Miguel Damiani

Lecturas de la Fecha:

  • Zacarías 8,20-23
  • Salmo 86,1-3.4-5.6-7
  • Lucas 9,51-56

Reflexión sobre las lecturas

baje fuego del cielo

Por lo general nosotros somos muy instintivos e impulsivos. No nos detenemos a pensar y discernir, sino que reaccionamos abruptamente. Esto es lo que pasa hoy con los discípulos Santiago y Juan. Si fuera por ellos ya hubieran quemado al pueblo samaritano que se atrevió a desairar a Jesucristo.

El Señor nos da aquí ejemplo de una clase del comportamiento distinto que debemos exhibir los cristianos. No se trata solo de predicar con palabras, sino fundamentalmente con el propio testimonio. Nuestro proceder debe ser distinto.

Pero que distantes estamos de alcanzar este autodominio, este control de nuestras emociones e instintos. Todo lo que tiene que ver con estas fuerzas por lo general nos domina. Por ello tenemos que ejercitarnos en su control y lamentablemente muchas veces, ni aun así.

baje fuego del cielo

Queremos que baje fugo del cielo

¿Entonces, qué? Debemos conformarnos y resignarnos, porque no hay modo de controlarnos. ¡No! El Señor reprime a Santiago y Juan. ¿Qué es eso de si quiera insinuar que baje fuego sobre los que nos hostigan? Tenemos que aprender a ser más tolerantes con ellos también.

Es un reto que con frecuencia no estamos dispuestos a asumir. Nos sentimos tentados a tratar a todo el mundo como nos tratan. Devolver cortesía con cortesía. Aunque presumamos de lo contrario, casi siempre estamos tentados a pagar con la misma moneda.

Pero el Señor no es así. Y si nosotros queremos ser discípulos de Jesucristo, hemos de configurarnos con Él. Lo que Él nos manda debe primar sobre nuestras emociones, debilidades, gustos o preferencias. Ese es el único modo de aspirar a la santidad.

Imploremos su ayuda al Señor

No confiemos en nuestras propias fuerzas, en nuestra propia capacidad, porque lo más probable es que flaqueemos y fracasemos. Esta es Gracia que debemos pedir constantemente en nuestra oración. Asumamos la conciencia de saber que sin Él no podemos nada.

No dejemos librada nuestra respuesta a lo primero que nos salga. Es que no es de nosotros que hablamos, ni por nosotros que obramos. Todo lo que decimos y hacemos lo obramos por inspiración Divina y a nombre de nuestro Señor Jesucristo.

A Él le sea dada la Gloria. Del mismo modo que todo demérito o descrédito ha de quedar caro que procede del mal que habita en nosotros. Combatámoslo con mucha oración y sacrificios. Solo una intensa vida de Piedad puede lograrlo.

No olvidemos por quién vivimos y actuamos

Si al final del día constatamos que en varias oportunidades no hemos obrado como debíamos, si fuimos groseros, bruscos, agresivos, sulfurosos, egoístas o intolerantes, o simplemente dimos rienda suelta a nuestros instintos, será seguramente por falta de oración.

El Señor nos dará lo que necesitamos si lo pedimos con devoción y fe. Seamos constantes en nuestra oración. No dejemos de hacer nuestro examen de conciencia, inventariando nuestros errores y aciertos. Agradeciendo por lo bueno y pidiendo al Señor que nos ayude a superar toda concupiscencia.

No, no se trata de hacer caer fuego del cielo, sobre quienes no nos entiende y rechazan, sobre los que nos hacen la vida imposible, de los que nos impugnan o se oponen. Recordemos que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos y es por ellos que ha venido el Señor.

Nosotros estamos aquí en este mundo actuando en nombre del Señor. Por lo tanto, todo lo que digamos o hagamos debemos hacerlo con paciencia, tino, tolerancia, amor y buena voluntad, tal y como lo haría Él. Enseñando, con el ejemplo, al que no sabe.

Oración:

Padre Santo, transfórmanos. Haznos semejante a Tu amado Hijo Jesucristo. Que sea Él quién brille en nuestras mentes, corazones, labios, palabras y gestos. Líbranos del odio, la envía, la revancha y la sujeción a los instintos. Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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