No amen al mundo

No amen al mundo

No amen al mundo

«No amen al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él.»
I Juan 2, 15

Este versículo es muy claro y directo. San Juan al decirnos “No amen al mundo ni lo que hay en el mundo”, está haciendo para nosotros una interpretación de la sentencia del Señor referida al dinero. No se puede servir a dos señores. No se puede servir a Dios y al dinero.

Y es que el amor del Padre es tan grande, que quien lo descubre no puede amar a nadie más por encima de Él. Si ese no es nuestro caso será porque el amor del Padre no está en nosotros. Obviamente ello se debe a nuestra ceguera, a nuestra estrechez mental que nos impide ver lo que es evidente.

No amen al mundo

El amor de Dios ha sido derramado

Nos sucede a veces que nuestros padres, cónyuges, hermanos o seres queridos nos reprochan nuestra falta de gratitud. Ocurre cuando alguno de ellos siente que ha hecho un esfuerzo por complacernos y resulta que no lo aquilatamos, permanecemos indiferentes o lo que es peor, lo despreciamos.

Ceguera, orgullo o soberbia de quien cree merecerlo todo suelen estar en la base de esta actitud. Eso mismo elevado a la “n” potencia nos ocurre con Dios, nuestro Padre. Porque Él ha derramado su amor de forma abundante sobre nosotros. Lo hace todos los días, cada hora, cada segundo de nuestras vidas.

Nadie nos ama como Dios

Sin embargo, en vez de reconocerlo y vivir agradecidos perpetuamente, llenos de alegría, llenos de gozo por cada fracción de segundo en la que Él renueva su amor por nosotros, al momento de tomar decisiones, lo sacamos de la ecuación: lo desconocemos con una facilidad que espanta.

¿Qué hay que tengamos, que seamos, de lo que podamos sentirnos orgullosos que no provenga de Su Voluntad, que Él no lo haya permitido? ¿Es que podríamos sostenernos una infinitésima de segundo sin Él? ¿No tendrían que acelerarse nuestras palpitaciones con el deseo de complacerlo antes que a nadie?

No amen al mundo

¿Quién puede competir en amor con Él? ¡Nadie! ¿De quién hemos recibido tanto? ¡De nadie! Entonces, ¿por qué nos cuesta entender que no podemos atarnos a nada en este mundo? ¿Por qué nos parece exorbitante esta exigencia? No amen al mundo ni lo que hay en el mundo.

¿Cuál ha de ser el lugar del Padre en nuestras vidas? ¿Cómo hemos de manifestarlo? Solo si somos capaces de desprendernos de todo lo que hay en el mundo, estaremos evidenciando que el amor del Padre está en nosotros. La medida de nuestro desprendimiento será la medida de nuestro amor.

De allí que quien quiera salvar su vida la perderá. En cambio, el que la pierda, el que la dé por uno de los más pequeños, estará mostrando su amor al Padre y Él que es Justo se lo recompensará, cuando llegue la hora. Por eso, no amen al mundo ni lo que hay en el mundo.

(155) vistas

Imágenes Relacionadas:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *