lo que hace impuro al hombre
“Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga.”
Miércoles de la 5ta semana del T. Ordinario| 09 de Febrero del 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Reyes 10,1-10
- Salmo 36,5-6.30-31.39-40
- Marcos 7,14-23
Reflexión sobre las lecturas
lo que hace impuro al hombre
El Señor nos invita a reflexionar en aquello que realmente nos daña, en aquello que nos hace mal, porque nos hace impuros. Vemos pues, entonces, que tan importante es la pureza o impureza y de dónde proviene.
Tenemos la proclividad a cuidarnos mucho de todo aquello que nos rodea y seguramente en alguna medida tenemos razón. Si escojo lo que leo, lo que veo, mis actividades tanto laborales como de ocio y mis amigos, activamente estoy contribuyendo a mantenerme puro.
Es clara e inmediata la preferencia humana, de una persona normal y medianamente inteligente escoger aquello que simboliza la pureza, en contra posición a aquello que podría ser impuro. Nadie prefiere comer un pan mohoso (hongueado) o un agua estancada y con musgo.
Sabemos lo que puede hacernos impuros
Del mismo modo procuramos hacer aquello que nos edifica, aquello que nos ayuda a cumplir las metas constructivas que nos hemos propuesto. Constructivas, decimos, pues habría que ser cínico o trastornado para escoger a sabiendas aquello que nos daña o destruye.
Tampoco acogeremos con agrado a un amigo tóxico, que solo ve el lado malo de las cosas o peor aún, que lleva una vida que solo puede conducirlo a la perdición. Sería de muy mal amigo dejarlo que se hunda sabiendo que de algún modo podemos impedirlo.
Mantendremos una prudente distancia con aquel que sabemos que nos lleva a la perdición, que cada vez que lo encontramos terminamos en una francachela inmisericorde. Nos lleva a la perdición porque nos saca del Camino constructivo que venimos esforzándonos por andar y no pocas veces nos conduce a problemas laborales y familiares.
La impureza nos hace esclavos
Se nos venden sutilmente estilos de vida que lindan con el libertinaje y a irresponsabilidad. Todo para conseguir que consumamos productos que nos dañan ya sea física o sicológicamente. Lograr nuestra dependencia en algunos productos es el éxito de algunos negocios.
Ellos apuestan por nuestra debilidad y una vez que nos cautivan y esclavizan, se aseguran su cuota de mercado, desentendiéndose de lo que nos ocurra. Nosotros, inducidos por la publicidad y ufanándonos de nuestra libertad, escogemos ser esclavos de la impureza, de la inmundicia, de aquello que nos daña hasta provocar la muerte.
La muerte no siempre es física o sicológica (incluso cerebral), sino sobre todo espiritual. Me atrevo a decir que esta es la que primero sobreviene, acarreando a las otras. Creer que somos libres, cuando en realidad somos esclavos. Creer que estamos viviendo, cuando en realidad nos estamos matando. Esos son los peores engaños.
La impureza no está en la naturaleza
¿De dónde proceden estos engaños? El Señor nos lo dice: es lo que sale de adentro lo que nos hace impuros. Tratemos de entender. Todo cuanto existe ha sido creado por Dios. Por lo tanto, nada de cuanto existe es malo por sí.
La maldad, lo impuro, no está en la naturaleza y tampoco en el hombre que también es Creatura de Dios. La maldad esta en aquello que por propia libertad escogemos nosotros, en contra de la naturaleza, para hacer daño o con propósitos distintos y ajenos a su propia naturaleza.
¿Quién puede hacer esto? Solo nosotros. Solo el hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, dotado de inteligencia, voluntad y libertad. Es el mal uso que hacemos de estos Dones y Gracias que hemos recibido de Dios, donde radica la perdición.
Cuidemos el templo que somos
Por eso el Señor nos dice que es lo que viene de adentro lo que hace daño. Es esta inclinación al mal, que conocemos como concupiscencia, la que nos lleva al mal uso, al uso retorcido, al uso licencioso, impuro o pecaminoso de cuanto nos rodea.
Esta es la lucha constante en la que nos encontramos, en la que por misericordia de Dios hemos sido iluminados por Jesucristo, quien por su muerte en la cruz y resurrección nos muestra el Camino que debemos seguir en la búsqueda y defensa permanente de la Verdad y la Vida.
Esta es una decisión que viene de adentro, es decir de nosotros mismos. Aquí encontramos de un lado el amor de Dios que quiere que alcancemos la plenitud, para lo cual nos ha proveído de todo lo necesario y de otro lado al maligno, al tentador que por el contrario quiere nuestra caducidad y muerte.
Jesucristo es garantía contra la impureza
Dios Padre no nos ha dejado solos: Nos ha enviado a Su Único Hijo, Jesucristo, quien ha vencido al pecado y a la muerte, mostrándonos el Camino, que es el del amor. Nos ha dejado Su Cuerpo y Su Sangre como alimento en la Eucaristía y nos ha enviado al Espíritu Santo para que nos guíe.
Tenemos todo de nuestro lado para salir victoriosos de esta vida, alcanzando la plenitud de la Vida Eterna que nos ha sido prometida por Jesucristo, en la que contemplaremos a Dios y glorificaremos eternamente.
¿Crees esto? Muéstralo con tu vida. Actuando con prudencia, generosidad y sabiduría. Siendo justo, como el rey Salomón. Ello lo lograremos cuidando los dones y gracias que hemos recibido de Dios, dando el buen uso que corresponde a todo lo creado.
Acudamos a la Eucaristía y la oración
Reconociendo y escogiendo aquello que nos mantiene puros y nos conduce a la Verdad y la Vida; y descartando cuanto nos lleva a la destrucción y a la muerte. Somos templos del Espíritu Santo. Cuidemos este Santo Espíritu ejerciendo la Voluntad de Dios en cada uno de nuestros actos.
En la lucha permanente contra el tentador, contra el Demonio que quiere sacarnos del Camino contamos con las ayudas que nos ofrece el Señor. ¡No las despreciemos! Tengamos en cuenta que esta es una lucha sobrenatural en la que Cristo ha vencido. ¡Hagamos lo que nos dice!
¿Cómo podemos saber o que nos dice si no le damos el tiempo para escucharlo? Vayamos a Misa. Participemos en la Eucaristía. Recemos el Rosario. Hagamos ayuno. Demos limosna. ¡Demos testimonio de nuestra fe con nuestras vidas! ¡Qué viendo lo que hacemos, quieran imitarnos, quieran vivir como nosotros!
Oración:
Padre Santo, danos la Gracia de distinguir siempre aquello que conviene a Tú Gloria, aquello que nos hace hijos tuyos y hermanos de la humanidad, antes que complacernos en nuestras debilidades y defectos. Que procuremos siempre la pureza y el Bien. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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