no son del mundo
“Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno.”
Miércoles, 7ma semana de Pascua | 01 de Junio del 2022 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Hechos 20,28-38
- Salmo 67,29-30.33-35a.35b.36c
- Juan 17,11b-19
Reflexión sobre las lecturas
no son del mundo
Dos textos realmente emotivos y hermosos. El primero de Hechos de los Apóstoles, en que Pablo se despide luego de haber pasado mil vicisitudes, sin haber faltado nunca a la Palabra del Señor. Llevando una vida ejemplar, consiente de su deber para con Cristo y las primeras comunidades cristianas. Enseñando que más dicha hay en dar que en recibir.
El segundo, una oración que Jesucristo eleva al Padre por nosotros, en la que da testimonio de su gran amor por todos aquellos que le fueron confiados. Pide a nuestro Padre que los guarde como Él mismo los guardo. Viven en el mundo, pero no son del mundo.
El Señor nos dice cómo debe vivir todo cristiano en este mundo. Qué extrañas han de sonar estas palabras para los hombres de este siglo. La cultura y el pensamiento dominante por el contrario parece rendir culto a todo lo mundano.
El propósito de la existencia
Así, resulta difícil que alguien te deje de aconsejar que disfrutes de la vida, que procures pasarla bien, que para eso estamos aquí. Libros, revistas, memes, videos, novelas, discursos, canciones todo mensaje es un esfuerzo por que aceptes que aquí estas para gozar.
Y todo lo que hacemos es esforzarnos para pasarla bien, porque todos parecen empeñados en hacerlo y todos los que nos tiene aprecio nos lo desean, aun cuando solo sea de la boca para afuera, Nos parece loable, razonable, comprensible, justificable que así sea.
Nadie se siente culpable por desearlo y todos creemos merecerlo. Y hasta Dios pareciera quererlo, al menos así nos enseñan todas las religiones de la Nueva Era, a las que también se han adaptado muchos prelados católicos.
¿Estamos en este mundo para ser felices?
¿Es malo gozar de la vida? ¿Es malo querer disfrutar de la vida? ¿Es malo querer pasarla lo mejor posible? ¿Son lícitos estos deseos y anhelos? ¿Se puede criticar o reprochar a alguien que ponga todo su empeño en ello? ¿Qué tiene de malo, si además todos lo hacen?
Démosle la vuelta a la pregunta. ¿Estaría bien que uno rehúya del bienestar? ¿Qué prefiera la pobreza antes que la riqueza? Nadie puede querer la desdicha ajena, menos la propia. ¿Por qué querría hacerlo? Tendría que estar loco. A menos que haya alguna razón poderosa.
¿Qué nos revela el Señor? Entre otras cosas, que Su Reino no es de este mundo. Luego, en este texto, ora por nosotros, porque los que estamos con Él, aquellos que le han sido confiados, tampoco son de este mundo. No pide que los saque del mundo, sino que los libre del maligno.
Insiste: no son del mundo
Si no somos de este mundo, pero tenemos que vivir en él, sin serlo, quiere decir que nuestra mente, alma y corazón tiene que estar puesta en otro lado. ¿Dónde? Fuera de este mundo, en aquello que da sentido a nuestras vidas, que no está aquí, aun cuando el mentiroso, el maligno trate de engañarnos.
Hay una razón para nuestra existencia que está más allá de este mundo. Una razón que no se satisface ni se llena con nada de lo que este mundo le puede dar, porque todo lo que aquí se puede conseguir es efímero. Tiene fecha de caducidad.
Esta razón no solo está más allá, sino que está por encima de ella. Es mucho más elevada, contundente y determinante. Esta es la razón de nuestra existencia, que no está sujeta a las fronteras efímeras de esta vida.
La revelación de Jesucristo
Esto es lo que tenemos que entender y que solo Cristo lo ha explicado con una maestría única e incomparable, porque Él es el Hijo de Dios, que ha venido precisamente a revelarnos esta razón, para de esta forma hacernos acreedores a la Salvación.
Es preciso que creamos en Él. En lo que Él nos revela. Para eso se hizo hombre y vivió entre nosotros, enseñándonos, curando enfermedades, resucitando muertos y haciendo el bien. Por el sabemos que Dios es nuestro Padre Creador, que nos llamó a la vida por amor, para vivir eternamente con Él.
Que solo podremos alcanzar el fin para el cual fuimos creados, si nos amamos los unos a los otros como Él nos ama. No hay otra condición, no hay otra razón. No existe ningún otro propósito superior en esta vida. Si le creemos, amaremos a nuestro prójimo y consecuentemente le amaremos a Él y al Padre que lo envió.
EL Reino de los Cielos
Teniendo este fin como el propósito de nuestra existencia y viviendo en consecuencia, alcanzaremos la plenitud y la vida eterna, no aquí, sino en el Reino de los Cielos. Es a ese mundo al que aspiramos. Por eso el Señor pide a Dios que guarde a sus hijos, porque no son del mundo.
La llave, la puerta, el puente, el Camino a ese mundo, que no es este, en el que alcanzaremos la plenitud para la cual fuimos creados y viviremos eternamente, es: el AMOR. Ha de ser este el único propósito que justifique nuestra efímera existencia. Al atardecer de la vida seremos examinados en el amor. (San Juan de la Cruz).
Oración:
Padre Santo, danos la sabiduría y la fe necesaria para entender la Buena Noticia que nos trae Tú amado Hijo Jesucristo, para perseverar siempre y a toda costa en el amor, sin importar las situaciones que por ello debamos afrontar. Que nunca desistamos de amar y que jamás se interpongan en nuestras vidas los engaños y mentiras del maligno. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén.
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