hasta que yo venga

Juan 21,20-25 – hasta que yo venga

hasta que yo venga

Viéndole Pedro, dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.

Sábado de la 7ma semana de Pascua| 04 de Junio del 2022 | Por Miguel Damiani

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Reflexión sobre las lecturas

hasta que yo venga

Hay dos ideas que hoy nos impactan en esta lectura, sobre las que vale la pena meditar. La primera en la que queremos detenernos es: hasta que yo venga. Es bueno recordar que se menciona, aunque muy a la pasada.

El Señor no se detiene aquí a explicar cómo y cuándo volverá, pero si es enfático en señalar hasta que yo venga. En otros textos es más específico en cuanto a la forma, pero es un hecho indiscutible que volverá.

Se dice que por mucho tiempo los primeros cristianos lo esperaban en cualquier momento. Tal vez, como vemos ahora, sufriendo tanta maldad y desgracia se decían unos a otros en cualquier momento viene. Él no ha de dejar que esto pase.

hasta que yo venga

Vendrá a la hora menos pensada

Pienso en tantos mártires desgarrados por las fieras, degollados, quemados vivos. Me viene a la cabeza Santa Juana de Arco, que ya avanzado el segundo milenio fue quemada viva y mientras era despiadadamente ejecutada, clamaba el nombre de Jesús.

El Señor hizo muchos prodigios sin duda en miles y miles de santos y mártires que ofrendaron sus vidas por Él y los Evangelios. Pero no puedo recordar uno solo al que finalmente tengamos evidencia que fue rescatados de la muerte.

Pienso en algunos que, si se salvaron milagrosamente, como aquellos jesuitas que estuvieron en un templo en Hiroshima, que milagrosamente quedó en pie estando en el epicentro de la hecatombe y ellos sobrevivieron.

El Señor no es ajeno a nuestras vidas

¿Cuántas veces nosotros mismos hemos sido salvado de una muerte segura? Muchas, seguramente, sin si quiera saberlo. Pero otras tantas de las que podríamos hablar horas. A pesar de ello, algunos las olvidamos y dejan de ser lo determinantes que debieron ser entonces.

Así somos. A los primeros cristianos realmente les asombraba y conmovía haber visto a Jesús resucitado. Y así lo contaban, como la mejor evidencia de la Divinidad de Jesucristo. Sin embargo, hoy no le damos la misma importancia. Queremos algo más y como dice Jesús, no se nos dará.

El segundo punto sobre el que nos parece necesario reflexionar es la respuesta de Jesús a la intromisión de Pedro. No sabemos si por celos o por un cierto menos precio, evidente, Pedro pregunta respecto a Juan: Señor, y éste, ¿qué?

Él nos conoce profundamente

Esta es una actitud muy humana, que retrata no solo a Pedro, sino a media humanidad, seguramente. Sintiéndonos tan cercanos a quien “corta el jamón”, nos molesta ver a un mequetrefe metiéndose por los palos. Al menos, eso es lo que percibo en la pregunta de Pedro.

¿Quién es este mocosuelo, este chibolo, este chiquillo que no conoce su sitio, su nivel y se mete entre nosotros? ¿Qué quiere? ¿Qué pesado? ¿Qué inoportuno? Estando entre grandes, se entromete este, que “no toca pito en este entierro”.

Mientras Pedro pensaba así, seguramente, Jesús le da una respuesta contundente, que debe servirnos a todos, cuando al sentirnos al lado del que manda, del que tiene el poder, nos pavoneamos y llenamos de soberbia. Jesucristo no entra al juego.

El Señor mejor que nadie sabe lo que necesitamos

Seguramente Pedro esperaba una respuesta más complaciente. Un poco más de complicidad de Jesús con él, puesto que de algún modo se sentía cercano, elegido y por lo tanto importante. El Señor debió dejarlo frío; de una pieza. Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.

Ese franco y contundente ¿qué te importa? Pone las cosas en su sitio. ¿Por qué andamos mirando siempre al otro, aun a nuestro hermano, comparándonos? Tú has lo que debes hacer. Tú, sígueme. Preocúpate o enfócate en lo que tú debes hacer.

Finalmente, no podemos dejar de mencionar la impresión de San Juan al referirse a todo lo que tendría que escribirse para narrar las cosas que hizo Jesús entre nosotros. Harían falta libros de libros. Sin embargo, el Espíritu Santo ha ido iluminando y descubriendo todo aquello que en aquel momento hubiera querido escribir San Juan.

Oración:

Padre Santo, ayúdanos a reprimir nuestros instintos, nuestros deseos de ser atendidos, de ser los primeros. Que no vivamos permanentemente centrados en nosotros, en lo que queremos, en lo que nos gusta. Que seamos capaces de mirar a quienes nos rodean, dándoles aquello que sabemos quieren y esperan, aun a costa de nuestro propio sacrificio. Que aprendamos a encontrarte a Ti en ellos y les sirvamos con amor y desprendimiento. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.

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