no habían creído
“Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.»
Sábado de la Octava de Pascua| 15 de Abril del 2023 | Por Miguel Damiani
Lecturas de la Fecha:
- Hechos 4,13-21
- Salmo 117,1.14-15.16-18.19-21
- Marcos 16,9-15
Reflexión sobre las lecturas
no habían creído
Nuestra salvación, nuestra felicidad y vida eterna dependen de creer. ¿Cuántas veces se nos ha anunciado el Kerigma? Es decir, ¿cuántas veces hemos leído o se nos ha proclamado la Salvación por la muerte y resurrección de Jesucristo? Creer es fundamental para salvarnos.
De allí a obligación de proclamar el Evangelio. Esto es lo que se hace por lo menos en cada Misa. Todos los cristianos estamos obligados a anunciar el Kerigma. Es el Señor mismo que nos manda a ello. Así, el Señor, en el Evangelio de Marcos en uno de los últimos versículos del último capítulo nos dice:
Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación.
No se trata de una sugerencia, ni mucho menos un favor pedido por Jesucristo. Es un mandato. Por lo tanto, estamos obligados a cumplir esta orden que nos da Jesús. Si los mismos apóstoles en principio no habían creído, debemos tomar conciencia que la tarea no es fácil.

Contamos con la Gracia de Dios
Si bien acabamos de decir que no es fácil, ello lo podremos realizar por la Gracia de Dios. Es decir que el primer recurso al que tenemos que apelar, sin el cual será imposible que tengamos éxito, será la Gracia de Dios.
La Gracia de Dios nos la da el Espíritu Santo. Para ello es preciso permanecer unidos a Cristo. ¿Cómo nos mantenemos unidos a Jesucristo? Pues amándole y amando a nuestros hermanos. Es decir, orando y teniendo vida sacramental. Es el poder del Señor que nos permite permanecer unidos, es el quien lo hace posible.
Si estás entre los que no habían creído, es porque te falta limosna, ayuno y oración. Estos tres recursos vividos con intensidad, unidos a la Eucaristía y a la lectura y reflexión de los Evangelios, nos permiten permanecer en Cristo, en unión con nuestros hermanos, como Él permanece en nosotros.
Atraer a los que no habían creído
Es deber nuestro, mandado por Jesucristo, proclamar el Evangelio y llevar la salvación a los que no habían creído ya sea porque no se les predicó o por su dureza de corazón. No hay forma de obligarlos. Pero no olvidemos que no es una tarea que podemos afrontar solos.
El éxito de esta misión se cifra en realidad en nuestra unión con Cristo. Es Él quien lo hace posible. Para eso debemos permanecer siempre unidos a Él. No podemos cansarnos de repetirlo y tenerlo en cuenta. Es la Gracia de Dios la que lo hace posible. Ella fluye si permanecemos unidos a Él.
Lo repetiremos una vez más. Sin Él nada somos. Es Su obra a la que nos plegamos. Es de Su obra de la que participamos. Y Su obra es nuestra Salvación y la de nuestros hermanos. Por ella ha dado Su Vida una sola vez y para siempre.
Nuestra misión: que todos crean
Muy distinto a lo que se viene promoviendo como “ecumenismo”, de lo que se trata es de Evangelizar al mundo entero y no de aceptar a todo el mundo como es. Porque UNA SOLA ES LA VERDAD. Tal como se nos ha revelado, Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida.
Nuestra Misión es hacer que todos lo conozcan. Que todos conozcan la Verdad contenida en los Evangelios. Verdad que Jesucristo nos ha traído para que la proclamemos a toda la Creación. Nadie debe quedar excluido, es cierto.
Pero no confundamos edulcorando o tergiversando su mensaje y mandato. No se trata de bajar las vallas para que todos accedan como sea, sino de elevar al hombre para que cambie de vida, poniendo en primer lugar el amor a Dios y luego a los hermanos, como único Camino a la salvación y la Vida Eterna que el Señor pone a nuestro alcance.
Jesús llama la atención a los que no habían creído
El Señor echó en cara la dureza de corazón a los que no habían creído. Y es que no da lo mismo. El que no cree se pierde. Y, ellos que lo habían acompañado de cerca, no tenían excusa para no creer. Ya antes les había llamado necios y torpes, por no llegar a entender lo que tenían en sus narices.
El asunto es que no creemos que al final de los tiempos solo recibiremos una reprimenda por no haber entendido, sino que nuestro destino estará sellado como el del rico Epulón, que, sin reparar en Lázaro, banqueteaba y disfrutaba de los placeres de la vida, tal vez sin abusar de nadie, ni hacer daño, pero indiferente al padecimiento de Lázaro.
No se trata, pues, de entronizar nuestros caprichos, nuestro disfrute y nuestros “derechos”. Hemos de poner a Dios y a nuestros hermanos al centro, porque es solo el amor el que habrá de conducirnos a la vida eterna para la cual fuimos creados.
Seremos examinados en el amor
Al final de la vida seremos examinados en el Amor. No se puede amar a Dios, si no amamos al prójimo. Y amar es desprendimiento. Es dar, procurar el bien del otro antes que el propio. No tiene nada que ver con la satisfacción de mis deseos o aspiraciones.
El que ama, está dispuesto a sacrificarse y disminuir hasta desaparecer si es necesario. Amar, es otra forma de referirnos a aquello para lo cual fuimos creados. Es decir que, amar y hacer la Voluntad de Dios son dos formas de referirnos a lo mismo, porque Dios es Amor.
Así entendido, hemos de desechar de nuestras vidas todo aquello que no tenga que ver con el amor, o más claro, con la Voluntad de Dios. Nuestra tarea cotidiana ha de ser cumplir con el mandato del Señor, amándole y dando testimonio de amor al mundo entero.
Oración:
Padre Santo, ayúdanos a cumplir la Misión encomendada, con amor y sabiduría, sin apartarnos de la Iglesia y sin descuidar a nuestras familias, siendo verdaderos ejemplos y dando testimonio de Tu amor. Que seas Tú quien vive en nosotros para darte a conocer en cada una de nuestras acciones, gestos y palabras. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, que contigo vive y reina, en unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
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El que quiera proclamar la Palabra de Dios, debe primero nacer d nuevo, para llevar su vida con un corazón limpio y puro, para que el Espíritu de Jesús pueda hablar a través de el. Llevar una vida en santidad. Debemos como católicos, vivir como verdaderos cristianos, y así pueda habitar Cristo en nuestro corazón. Pues una cosa es ser católico, que católico cristiano. Primera carta de San Juan 3,6. que asi sea.